El 2016 ha sido un año de luces y sombras para los New York Knicks, con un comienzo oscuro, pero con un final esperanzador lleno de destellos que auguran un futuro más que prometedor para la franquicia de la Gran Manzana.

Las sombras fueron protagonistas en la primera parte del 2016, terminando de manera aciaga una de las 15 peores temporadas de toda la historia de la franquicia aunque, eso sí, mejorando el lamentable papel de la 2014-2015.

Fueron tres los entrenadores que convivieron durante el año natural que ha terminado: Derek Fisher, de quien se pretendía que fuese la extensión de Phil Jackson en el banquillo a través de la puesta en práctica del triángulo ofensivo, Kurt Rambis, que hizo lo más difícil todavía empeorando los datos del ex base de Los Angeles Lakers al frente del equipo de la capital del mundo, y Jeff Hornacek, quien con sus métodos está demostrando el potencial real de un equipo que parecía avocado al fracaso con el sistema de juego que tantos éxitos dio a Tex Winter y Phil Jackson.

Los dos primeros convivieron en la aciaga temporada 15-16, siendo Fisher más protagonista por temas extradeportivos y líos con parejas de jugadores de la NBA, incluso algunos que se encontraban a sus órdenes, que por los resultados. De hecho, estos fueron malos, muy malos. Hace dos cursos, ya destacó por ser el entrenador que guiara a la franquicia de La Meca del baloncesto al peor récord de su extensa historia, y en el comienzo de 2016 fueron esos mismos resultados junto a la nefasta adaptación del equipo al triángulo ofensivo, los que le relegaron de su puesto en favor de Kurt Rambis, quien era entrenador asociado del propio Derek Fisher.

Aunque pareciera imposible, Rambis empeoró los números de Fisher de 2016 (8-13 del primero de récord por 9-19 del segundo), siendo incapaz al igual que su predecesor, de pulsar la tecla que hiciese funcionar al equipo de la Gran Manzana con el triángulo ofensivo, y zanjando una temporada para el olvido.

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La nota positiva del año fue sin duda la irrupción del Ala-Pívot letón Kristaps Porzingis, quien a medida que avanzaban los partidos, se iba mostrando más solvente e importante en la NBA, lo que daba pie a ilusionarse con el gran futuro del jugador en la dinastía neoyorquina, pudiéndose convertir en la joya de la franquicia de la capital del mundo.

El gran punto de inflexión en el año de los Knicks llegó en verano, cuando harto de los malos resultados y del no funcionamiento del triángulo que tantos éxitos le dio, Phil Jackson decidió firmar a un entrenador con poca experiencia pero con aval suficiente tras su etapa en Phoenix Suns como Jeff Hornacek, quien renunciaría al estilo de juego creado por Tex Winter de la mano de un Rambis que sería, al igual que en su etapa con Fisher, el entrenador asociado.

Pese al aterrizaje del ex escolta de los Utah Jazz al banquillo, lo que emocionó realmente a todos los fans del equipo de New York fueron las llegadas de Derrick Rose, Joakim Noah, Brandon Jennings y Courtney Lee, así como la firma de los rookies Willy Hernangomez y Mindaugas Kuzminskas, con el consiguiente mantenimiento de la columna vertebral del equipo (la pareja formada Carmelo Anthony y Kristaps Porzingis). Abandonaban los Knicks Arron Afflalo, José Calderón Langston Galloway o Derrick Williams, entre otros, piezas más que sustituibles con todo lo fichado en verano.

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El cambio del equipo y las sensaciones que deja una vez acabado el año son muy buenas, gracias, en parte, al liderazgo de Carmelo Anthony, al nuevo salto de calidad de Kristaps Porzingis tras su año de rookie, o las sensaciones de Derrick Rose tras no acabar de lograr su mejor nivel en Chicago después de todos los problemas de lesiones que ha tenido. A ellos se les une un buen acoplamiento y entendimiento de lo que Hornacek quiere para el equipo, y el buen trabajo de las nuevas piezas como Courtney Lee, Joakim Noah o Brandon Jennings, además del buen rendimiento de Kyle O’Quinn en su segunda temporada en los Knicks.

A pesar del 16-17 que atesora en su haber Hornacek al frente del equipo de La Gran Manzana, las sensaciones son muy diferentes a temporadas anteriores. Los Knicks terminan 2016 con un récord de 33-49 con mucho margen de mejora (sobre todo en el aspecto defensivo) y con serias aspiraciones de alcanzar unos Playoffs que están más cerca que nunca desde la llegada de Phil Jackson a los despachos, con la ilusión desbordada en Nueva York ante la posibilidad de colocar dos jugadores en el All Star Game y seguir progresando en la búsqueda de, al menos, dar en este primer año de transición, guerra en la postemporada a los mejores equipos de la Conferencia Este.