Retrocedamos primero unos años. Draft del 2008. Los Timberwolves elegían con el número 3 a OJ Mayo, por detrás de Michael Beasley (Miami). Esa misma noche se produce un megatraspaso. Kevin Love, elegido por los Grizzlies en quinta posición era enviado a la tierra de los lobos junto con Mike Miller, Jason Collins y Brian Cardinal. En contrapartida, Mayo se mudaba a la cálida y húmeda Memphis junto a Marko Jaric, Antoine Walker y Greg Buckner.
A los Timberwolves les iba lo de la transacción megalítica. El moving de Kevin Garnett -un año antes y en medio de una histórica ola de calor- estaba todavía presente. Se optó por el plan renove -caiga quien caiga-, rejuveneciéndolo por completo la plantilla. La opción Al Jefferson salió rana pese a la rica estadística. Kevin Love, su gran acierto. Parecía una opción segura, después de llegar a UCLA como mejor recruiting del 2007; después de ser elegido en el equipo All American, liderando a la histórica universidad en su año freshman. Dudas NBA, sin embargo. Blanco, lento, con tendencia a engordar…aunque con una calidad innata para el baloncesto, y un imán para los rebotes, como se vio prácticamente desde su desembarco en la liga de los mayores.
Tiramos de draft y nos vamos al del 2009. Los ríos de tinta sobre la relación entre Ricky Rubio y el equipo con el que debutó en el profesionalismo retrasan su elección. El pick número 5 es utilizado por los Wolves para seleccionar al mago de El Masnou. Rápidamente se cubren las espaldas -a la desesperada y sin sentido- con el eléctrico Jonny Flynn al que acabarían traspasando aprovechando la coyuntura del presente draft. En una camada rica en bases, perdieron a Ty Lawson y dejaron escapar a futuras estrellas como Stephen Curry, Brandon Jennings, Darren Collison o Jrue Holiday, rematando la noche con la elección de un Ellington que, si bien era un valor sólido en North Carolina, no dejaba de ser un jugador ‘normalito’ para la NBA. Para remate, Rubio acabaría firmando por el Regal FC Barcelona en su lucha por librarse de la cadena de su indemnización a la Penya.
Dos años de transición han servido para corroborar que Al Jefferson se quedó a mitad camino entre un buen y un gran jugador, y que Love es el líder del equipo, como lo demostró la temporada pasada. De hecho, el Mundial de Turquía ya nos puso sobre la pista. También consiguieron ‘pescar’ a Michael Beasley -su posible elección en el 2009- y a Wesley Johnson, otro proyecto salido de Syracuse. Mientras que no ha disgustado la aportación de Beastley (ojo!!, nuevos problemas con la marihuana), sí ha habido dudas en cuanto al rendimiento del swingman novato. Hombre orquesta en Cuse y, en principio, nba ready desde primeras de cambio. De todos modos, no lo descartemos. Lo visto en NCAA permite confiar en él. Por último, hay que considerar como buen noticia la llegada de Anthony Randolph, después de su paso dudoso por NYK y GSW. Será uno de los beneficiados de la llegada del base catalán.
McHale -padre de muchos errores y algunos aciertos en los Wolves- ya no tenía nada que ver con lo último tras ser despachado después de ser el hombre para todo de Glen Taylor. Desde mayo del 2009, David Kahn se encargó de modelar el equipo a su antojo, moviéndose en arenas movedizas, entre el bien y el mal…con su continuidad siempre pendiendo de un hilo; en la cuerda floja.
Los nuevos
Cal y arena para Rubio en el club blaugrana y momento ideal -de no ser por el cierre patronal- para luchar por el sueño americano. Ricky siguió mejorando en su primera temporada en el Regal FC Barcelona para a continuación quedarse con el freno de mano puesto…y con la sensación de no poder quitarlo. Aún así, Ricard seguía siendo el desired. Ricky "Ilusión" Rubio. Más que nunca después de otro mal curso salvado por la excelente progresión de Kevin Love, sin Jefferson y con Darko "Calor rojo" Milicic. Kahn se aferra al impacto Ricky como un clavo ardiendo. Ha sido su principal valedor y si no funciona las miradas le buscarán. Aunque puede que ya no esté. La doble R, Ridnour&Ricky, mezcla clasicismo con atrevimiento, y buenas dosis de old school remasterizada. Su misión será la de conectar talentos descarriados, buscar nexos de unión entre los Love, Beasley, Randolph, Johnson, Webster…
En el olvido queda el cambalache que hubiera podido traer a Steve Nash a los T-Wolves a cambio de Derrick Williams. Tercer pilar del equipo. El fortísimo alero surgido de Arizona ha consumado un año extraordinario. No sólo ha consolidado el nivel apuntado durante el curso anterior sino que ha demostrado que la calidad no está reñida con el físico. Mejor que Beasley, que tuvo que dejar de ser 4 para intentar sobrevivir en el 3. Derrick Williams no sólo hace daño en el alero bajo sino que sus incursiones en la zona serán un motivo extra de atención para los rivales. En su segundo año se atrevió con los triples. Testigo de ello fueron los Blue Devils en el March Madness. Ahora le cambiará la distancia, como a Ricky Rubio. Y lo acusará al principio porque no es un especialista. Solamente hay que trabajar en ello y ambos tienen margen de mejora.
Brad Miller llega vía Rockets tras el despido de Jonny Flynn, y el sacrificio de un pick de primera ronda seguido de algún que otro desacierto ya comentado en otros artículos. Recordemos, el base cuya misión era cubrir las espaldas de Ricky hasta su aterrizaje en la NBA. Un primer año irregular y un segundo marcado por las lesiones no acabaron de convencer al órgano director y lo mejor era despejar el camino. Miller llega en el tramo final de su carrera, como elemento propicio para facilitar la circulación en el territorio por donde circulan los trailers a velocidades vertiginosas. Un buen peón con reducido minutaje, pero no debería restar sino sumar.
Y la función del entrenador será precisamente esa. Aprovechar las virtudes de un buen grupo de jugadores jóvenes y conseguir que se trabaje en equipo. Kurt Rambis sigue en el cargo, pese a verse más fuera que dentro. Se nos antoja que sería necesario un cambio de coach visto el impacto del gladiador de raíces helénicas en el juego del equipo.
Para terminar, tiraremos de nuevo de flashback. Nos detenemos en los orígenes del CBA-Team del fallecido Bill Musselman. La crítica destacó en su día el espíritu de aquel roster integrado por ‘sobras’ de otros equipos (draft de expansión), agencia libre, de ligas europeas o del draft convencional. Muchos de ellos tenían pasado CBA, coincidiendo algunos en los Albany Patroons, equipo que entrenó el férreo Musselman. De hecho, el enérgico coach repescó para los Wolves a algunos jugadores como Tod Murphy, Sidney Lowe y Tony Campell. Éste último lideró al equipo con 23 puntos de media, después de alternar NBA y liga comercial. Vía draft llegaron interesantes proyectos como Gary Leonard, pero sobre todo Pooh Richardson y Doug West. Uno de sus mejores rookies, Sam Mitchell, llegaría después de triunfar en el Montpellier francés. Con 26 años acabó como uno de los mejores debutantes de la competición. También los había con pasado ACB. Adrian March –toda una estrella de High School- lanzaba casi 8 triples por partido en el Caja Ronda, allá por 1987 y acabó con una media de 33 puntos por partido. Otro, Tod Murphy, dejó un gran sabor de boca en el BBV Villalba (18.5 puntos y 9.4 rebotes de media), formando una gran pareja con Lance Berwald. Llegó a Minneapolis directamente desde la ACB.
Sólo ganaron 22 encuentros, pero dejaron mejor sabor de boca que otros conjuntos en aquella época y que otras camadas de lobos posteriores. Momento, pues, para pillar la vía correcta y alejarse de los bucles sin sentido a los que les ha sometido la clase ejecutiva. Deben convertirse en uno de los equipos que generen, al menos, más interés entre los aficionados. Y eso es trabajo, en gran parte, para los nuevos wolves.