Por extraño que suene, los Oklahoma City Thunder están en reconstrucción. Ciertamente, no es la típica reconstrucción a base de elecciones altas del draft, muchos partidos perdidos y búsqueda de espacio salarial para fichar agentes libres -a fin de cuentas pocas de esas cosas son posibles si tu equipo incluye a Kevin Durant y Russell Westbrook- pero es sin lugar a dudas una reconstrucción.
Todo empezó hace dos años, durante el verano de 2011. Oklahoma City acababa de plantarse en las Finales de la Conferencia Oeste con un equipo que subía como la espuma basado en sus jovencísimas estrellas Durant, Westbrook, Harden e Ibaka, todos ellos drafteados por la franquicia entre 2007 y 2009. ¿La letra pequeña? Los cuatro jugadores acababan sus contratos en la escala rookie en un periodo de dos años, y el equipo que maneja Sam Presti tenía que arreglárselas para intentar renovarlos a todos. Algo que no sería nada barato. En cierto sentido Oklahoma tuvo demasiado éxito en sus elecciones de draft y la posterior evolución de los jugadores seleccionados; los cuatro demostraron ser demasiado buenos antes de que llegase el momento de renovarlos por primera vez.
Y entonces llegó el lockout. Y cuando dicho parón finalmente se resolvió, el nuevo convenio colectivo incluía unas multas brutales para cualquier equipo que llegase a la línea del impuesto de lujo. Unas multas que, según estamos comprobando, equipos ricos como Nets, Knicks o Lakers no tienen problemas para pagar, pero que tienen en estado de alerta a equipos humildes como los propios Thunder.
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El impuesto de lujo es una importante delgada línea roja dentro del complicadísimo sistema salarial que rige la NBA, situada para 2013-14 en 71,748 millones de dólares. Históricamente, los equipos en la zona del impuesto de lujo tenían que pagar un dólar adicional por cada dólar en el que hubiesen superado dicha línea. Pero esto cambió tras el lockout. A día de hoy, entrar en la zona de lujo significa pagar como multa una cantidad que oscila entre 1,5 y 4 dólares (o incluso más) por cada dólar en que el equipo supere esos 71 millones y pico. Por ejemplo, los Brooklyn Nets tienen este año una suma total de salarios de jugadores superior a los 100 millones de dólares, lo cual hará que deban pagar a la liga una multa cercana a los 80 millones en calidad de impuesto de lujo. Una barbaridad.
Pero aún hay más. Dentro de 2 temporadas la NBA empezará a tener en cuenta un nuevo agravante: la reincidencia. Los equipos que hayan estado 3 de los últimos 4 años en la zona de lujo deberán pagar un mínimo de 2,5 dólares por cada dólar que se pasen de la línea, pudiendo ser la cantidad mucho mayor dependiendo de por cuánto se hayan pasado. Por ejemplo, en 2015 un equipo reincidente que esté tan solo 7 millones de dólares por encima de la línea deberá pagar a la NBA como multa 19,25 millones de dólares. Eso es más de lo que cobrará LeBron James esta temporada.
Los Thunder no son un equipo rico, y no pueden permitirse barbaridades como las de Prokhorov en los Nets o pagar más de 30 millones de dólares a Kobe Bryant por una temporada. Hace unos días el excelente analista NBA Zach Lowe comentaba que el contrato de los Lakers con la televisión local les reportará 250 millones de dólares. ¿El contrato análogo de los Thunder? 15 millones de dólares. Oklahoma, simplemente, juega en otra liga a nivel económico. Al menos en teoría (luego volveremos sobre ese tema).
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A la vista de todo esto, Sam Presti y su equipo directivo decidieron iniciar toda una serie de complejos movimientos con vistas a evitar el impuesto de lujo tanto tiempo como fuese posible. Cronológicamente, estos han sido los pasos más importantes (y controvertidos) para conseguirlo.
1) Traspasar a James Harden.
Tras los no-brainers de renovar por millonadas a Durant y Westbrook, en realidad era traspasar a Harden o traspasar a Ibaka. No era posible renovar a ambos y seguir fuera del impuesto de lujo. A estas alturas todos podemos estar de acuerdo en que:
Harden es mejor jugador que Ibaka.
Renovar a Harden hubiese sido bastante más caro que la renovación de Ibaka.
Los puntos fuertes de Harden (ataque, creación y pase, tiro, sacar faltas personales) están cubiertos por los puntos fuertes de Durant y Westbrook, mientras que nadie en la plantilla Thunder pone sobre la mesa lo que Ibaka a nivel de defensa interior e intimidación.
Puestos a traspasar a Harden, lo que Oklahoma obtuvo a cambio (Kevin Martin en su último año de contrato, el entonces rookie Jeremy Lamb y tres elecciones del draft no especialmente prometedoras, la mejor de ellas convertida este año en el rookie Steven Adams) fue bastante poco.
Sin entrar aquí a valorar esta decisión, todo parece encaminado a una misma meta: flexibilidad económica de cara al futuro.
2) No renovar a Kevin Martin
No es sólo que OKC dejase ir a Harden barato. Es que la mejor pieza a nivel de juego actual de lo que recibieron a cambio (Kevin Martin) jugará la temporada que viene en Minnesota con Ricky Rubio. Ciertamente, Martin buscaba el contrato más jugoso posible y la franquicia Thunder no podía competir con lo que los Wolves le ofrecieron, pero de nuevo todo apunta en la misma dirección reconstructivista. A cambio, Oklahoma recibió una interesante trade exception de casi 7 millones de dólares, que no queda claro si serán capaces de usar de modo productivo antes del verano que viene. En un año Oklahoma ha pasado de tener al mejor sexto hombre de la liga, a usar a Kevin Martin como sustituto low cost suyo, a tener que echar mano esta temporada de no-se-sabe-quién de entre Jeremy Lamb, Perry Jones III, DeAndre Liggins o Reggie Jackson como anotador exterior desde el banquillo.
3) Seguir pagando 9 millones por temporada al cadáver de Kendrick Perkins.
De todas las decisiones de Presti, esta es probablemente la más dífícil de entender. Es decir, si el dinero importa tanto para OKC, ¿por qué no usar la cláusula de amnistía con Perkins? En este aspecto hay que entender que amnistiar a Perkins no significa dejar de pagarle. Significa seguir pagándole casi todo su sueldo mientras juega con otro equipo casi de gratis, con el único fin de que el dinero de su sueldo no compute en el salario “oficial” de la plantilla. La directiva Thunder parece dispuesta a no amnistiar a Perkins básicamente por principio, como protesta a una norma con la que no están de acuerdo.
Curiosamente, como puntualizaba el periodista Bill Simmons hace unos días, OKC tuvo en sus manos la solución al problema Perkins el verano pasado, cuando Houston estaba decidido a hacerse con Harden. Los Thunder podrían haber forzado a los Rockets a coger el contrato de Perkins si querían al barbudo, y así se hubiesen quitado un número importante de dificultades financieras.
4) No hacer nada este verano.
Contrariamente a la mayoría de equipos punteros del Oeste, Oklahoma City no ha hecho nada por mejorar su plantilla este verano. Nothing. Rien. Nichts. Nasti de plasti.
Los movimientos de los Thunder tras la marcha de Kevin Martin (y de Ronnie Brewer) se han reducido a volver a fichar a Derek Fisher (no comment), a traer de Europa a un Ryan Gomes al que nadie quiso en la NBA el año pasado, y a fichar a sus rookies Steven Adams y Andre Roberson, este último sólo por el 80% de lo que podían pagarle el primer año. Con todo eso los Thunder han conseguido su objetivo de estar unos pocos cientos de miles por debajo del impuesto de lujo.
¿Y ahora qué?
En realidad la situación es simple. Como cualquier equipo en reconstrucción, los Thunder darán minutos a sus jóvenes promesas como Jackson, Lamb o Perry Jones III con la esperanza de que evolucionen. De hecho, una gran parte de las aspiraciones de anillo de Oklahoma en esta temporada (y probablemente la que viene) pasa por que algunos de sus jugadores jóvenes secundarios -incluido su rookie Steven Adams- den un paso al frente. La situación de Perkins sigue siendo la más difícil de predecir. Su contrato acaba en 2015, y por tanto la temporada que viene puede tener cierto valor como carne de traspaso gracias a su expiring contract. La salida del equipo del coladero defensivo también conocido como Kevin Martin probablemente mejorará la ya de por sí defensa de élite Thunder. Es de esperar que Ibaka dé un paso al frente como tercera opción ofensiva del equipo e intente empezar a hacer algo más que buscarse tiros de media distancia.
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Y luego están Durant y Westbrook. Cualquier equipo con una defensa sólida que tenga a ambos jugadores en sus filas es, casi por defecto, candidato plantarse en las Finales NBA. Pero la verdadera batalla de Oklahoma es más a largo plazo. Dentro de 3 años Durant acaba contrato, y al año siguiente lo hace Westbrook. La lógica indica que esos serán los años de plenitud de ambos, y que a día de hoy aún están creciendo como jugadores. Además la cuantía de sus contratos aumente a cada año que pasa. Y como indicaba el periodista Royce Young hace poco, será entonces cuando Oklahoma recogerá los frutos de su actual frugalidad. Cuando, gracias a no haberse metido en el impuesto de lujo por unos pocos millones este año, podrán meterse de lleno a la hora de renovar a Durant y Westbrook y proporcionarles un buen acompañamiento.
Esa es la teoría. En la práctica, el propietario mayoritario de la franquicia Clay Bennett aún tiene que demostrar su disposición a gastar el dinero que requerirá mantener este núcleo junto. A fin de cuentas estamos hablando de un grupo de propietarios con cientos de millones en sus cuentas corrientes. Más de uno dirá que la franquicia Thunder está en un mercado pequeño porque Bennett y su grupo tomaron la decisión de llevarse los Seattle Supersonics a Oklahoma City. Incluso a pesar de esto, la revista Forbes situaba el año pasado a los Thunder como la 12ª franquicia NBA con mayor valor, con unos beneficios alrededor de los 30 millones de dólares para dicho año. Es fácil ser generoso con dinero ajeno, pero la realidad es que a nivel económico la franquicia parece tener la capacidad de meterse en la tasa de impuesto de lujo durante algunos años. De nuevo, la teoría dice que lo harán -a fin de cuentas, esto va de ganar campeonatos, ¿no?- pero que han estimado que el mejor momento para hacerlo es el año que viene o el siguiente. Y también de nuevo, esto será solo una teoría hasta el día en que Clay Bennett afloje la mosca.
Sea como sea, el objetivo principal que Oklahoma persigue actualmente no es el de ganar el anillo este año. Es el de poner los cimientos para tener el mejor equipo de la NBA dentro de 2 años. Si eso no es una reconstrucción, es al menos una reforma de obra mayor.