Pablo Prigioni está viviendo a sus 35 años la experiencia de probar suerte en la NBA, algo impensable hace unos meses. Sin embargo, su adaptación ha sido rápida y está contando con minutos de juego en la rotación de MIke Woodson en los New York Knicks. Promedia 3.3 puntos y 2.9 asistencias por encuentro en una franquicia donde se valora su profesionalidad y a su aportación a la fluidez de movimiento de balón en ataque que va mucho más allá de los fríos números.
El argentino ha comenzado a relatar sus vivencias para el diario de su país Olé en un blog que habrá que seguir muy de cera, "Un Argentino en Nueva York". En su primera entrada ("Ahora conozco otro mundo") nos deja varias perlas de gran interés.
La organización e infraestructuras de las franquicias NBA es el primer detalle que llama la atención de nuestro protagonista: "Jugar en la NBA es distinto a todo. La diferencia con cualquier equipo del resto del mundo se nota en la organización. Me di cuenta en un detalle cuando hicimos el primer viaje con los Knicks: el avión privado aterrizó al lado de nuestros autos, que nos esperaban con las luces prendidas y estaban con la calefacción puesta, listos para manejarlos hasta casa. Eso sin hablar del avión, que tiene asientos gigantes para los jugadores y hace mucho más cómodos los viajes largos. El nuestro lo compartimos con los Rangers del hockey sobre hielo."
Y es que la estructura de una franquicia NBA no tiene nada que ver con los clubes de baloncesto de fuera de la liga norteamericana: "Hay una gran estructura alrededor del equipo. Trabaja mucha gente para atender cada detalle. En nuestro centro de entrenamiento por ejemplo tenemos dos cocineros que preparan comida todo el tiempo para los jugadores. Dos veces por semana vienen las dietistas a controlar que comamos cosas sanas. En ese mismo lugar nos realizaron los estudios previos al comienzo de la temporada. ¡Hasta armaron el consultorio para el dentista! Cuando llegué a la ciudad con mi familia me pusieron tres colaboradores: uno para hacer los trámites, otro para conseguir nuestra casa y una señora para buscar el colegio de mis hijos."
Además Prigioni habla maravillas de la Gran Manzana como ciudad: "Finalmente nos instalamos en White Plains, cerca del lugar de entrenamiento de los Knicks y a poco menos de una hora de Manhattan en auto. Jugar en Nueva York tiene un condimento especial porque es una de las mejores ciudades del planeta. Miles de turistas van a ver nuestros partidos en el Madison Square Garden como una atracción más. Lo toman como mirar una obra en Broadway, ir a la Estatua de la Libertad y subir al Empire State. Pude conocer bastante la ciudad en las primeras tres semanas. Ahí compartimos mucho con la familia de Mirza Teletovic (…)".
Finalmente, sobre el dulce momento que viven los Knicks, Pablo Prigioni afirma que: "En el equipo vivimos un lindo ambiente ayudados por el buen inicio de temporada. Ya me reconocieron en algunos lados. Una mañana entré a un supermercado, apareció un empleado y me chocó el puño, felicitándome por el partido de la noche anterior. También me sorprende la cantidad de periodistas que mueven los Knicks. Después de jugar con Washington había 20 alrededor mío en el vestuario. Uno me dijo: “¿Viste lo que significa jugar bien en Nueva York?”. Ni en el Real Madrid eran tantos… El único problema es que sufro con las entrevistas en inglés, pero tengo poca vergüenza y ante la duda pregunto. De a poco le voy agarrando la mano. Como a este nuevo mundo".