Rezaba Auguste Rodin, célebre escultor francés, referencial en el mundo del arte moderno, que trabajar no era suficiente. Que lo verdaderamente necesario era agotarse cada día con el trabajo. Agarrado de por vida a su obsesión, Rodin dinamitó lo tradicional para hacer emerger una nueva concepción de la escultura, su talento, su pasión. Defendía que la libertad del artista es primordial. Y la creatividad, la vía para expresar su autenticidad ante el mundo. Las cadenas, por tanto, no han de existir. Sólo son caprichosas pruebas del destino que anhelan oscurecer la luz del protagonista.
Recuperar la luz ha sido, precisamente, el gran propósito de Ricky Rubio. Ese genio precoz que aparentaba estar ahogado en su propio talento, atormentado por sus propias cadenas mentales, aquellas que le apartaban de su verdadera naturaleza.
Con ese deseo, el imberbe base que a los 21 años ya lo ganó todo en Europa, afronta la gran prueba de su fortaleza. Descubrise por completo, mostrar su auténtica esencia en Estados Unidos, la cima del mundo baloncestístico. Hacer del sueño una realidad y no tornarlo en pesadilla.
Desde que el joven de El Masnou fuese elegido en el Draft (quinta posición en 2009) ha acontecido mucho. Poco de ello deriva en sonrisa individual, crecimiento real de alguien, no olvidemos, en desarrollo. La mayor parte de la historia versa sobre el colectivo, éste sí intachable, alcanzando triunfo tras triunfo, arropado por unos compañeros de élite. Pero qué fue de aquella maravilla, se preguntaba medio mundo.
El trabajo, en el subconsciente
Después de trabajar este verano con Miquel Nolis, puliendo cualquier aspecto plausible de su juego, el pasado diez de octubre, Rubio rubricó por fin el ‘sí quiero’ al gran salto. Que en su caso se asemejaba más a un esperado reencuentro. Porque parecía tener claro el joven jugador que el plan en el continente americano era encontrarse con él mismo, antes de presentarse oficialmente ante el resto. En Los Angeles, al día siguiente, ya estaba trabajando. Reunido de nuevo con Jarinn Akana, el entrenador de tiro que le recomendó Dan Fegan, su agente estadounidense, el objetivo parecía claro. Derribar el creciente, y aparentemente inmenso, muro del lanzamiento. El tiro, sí, ese gran problema.
El internacional español mantiene una estrecha relación con el preparador hawaiano desde 2008. El trabajo con el lanzamiento, mecánica y repetición, es prioritario para un jugador que parecía realmente acobardado, estigmatizado por esa faceta. A su lado, un reputado experto en la materia. Akana, considerado como el mejor proyecto de jugador de Hawaii en su último año de instituto (1988), exhibió su armonía con el tiro como jugador en Brigham Young University-Hawaii y Hawaii, antes de dedicarse a la preparación y asesoramiento de jugadores y franquicias NBA, ya sea como técnico asistente NBA (Denver Nuggets y Milwaukee Bucks) o con tareas de reclutamiento y supervisión de talentos (Dallas Mavericks).
Él se encarga de aportar el método, servirle la forma y dejar volar a Rubio. A su disposición, un equipo dedicado en cuerpo y alma al entrenamiento del catalán. Sólo así podrán desaparecer las dudas, abrir paso a la sonrisa de un jugador que parece haber olvidado que su auténtico secreto reside en disfrutar. Alejado de los focos diarios, por cortesía del lockout, Rubio dedicó la totalidad de su tiempo a la preparación. Madrugón, desayuno y a la cancha. Doble sesión de tiro. Interminables rutinas de lanzamiento en estático, tras bote; de media distancia, de tres puntos; de ambos lados, de la zona central. No hay lugar de la cancha que no pise para lanzar. Especial énfasis en su lanzamiento tras bote, pues se espera que, teniendo mucho tiempo el balón en sus manos, sepa resolver situaciones de ese tipo. El tiro en estático, por tanto, adquiere menor relevancia dentro del programa.
Además, trabajo físico. Potencia, fuerza y explosividad en grandes dosis. Cuando la competición se reanudase, la exigencia para el cuerpo sería brutal y Rubio debía estar listo. Por la tarde, era turno del trabajo colectivo. Un poco de acción para que el cachorro mostrase sus avances. En la pista coincidía con multitud de jugadores NBA que pisan California con el fin de no olvidar a qué se dedican. Kevin Garnett, Paul Pierce, Shawn Marion, Tyson Chandler, Nick Young, Taj Gibson o Enes Kanter eran sólo algunos de ellos. Puro aroma a NBA, claro.
También se dejaban ver futuros compañeros de equipo como Michael Beasley, Derrick Williams, Wesley Johnson o Anthony Randolph. Además de Kevin Love, líder de la franquicia y único de entre todos ellos con el que mantenía ciertos lazos fuera del pabellón.
Recuperar la confianza: el reto de desbloquear la mente
Rubio concluía cada jornada extenuado, guardando reposo para al día siguiente volver a empezar. El intensivo trabajo técnico debía continuar. Sin embargo, el reto de la prueba mental aún se atisbaba en el horizonte. Sólo Rick Adelman, ya su técnico en Minnesota, podría ayudarle a descifrar la combinación de su agobio interno. Comprobar si un sistema volvería a engullir de nuevo a Ricky Rubio, a encadenarlo; o por el contrario el joven sería capaz de asestar el golpe sobre la mesa, convirtiéndose en parte, más o menos relevante, de ese sistema. Generar y no quedar sepultado.
Y es que el tiro no parecía el único problema, aunque quizás resultase el más visible. Aquel chico prodigio perdió frescura, dinamismo, en Barcelona, acabó siendo esclavo de sus carencias y casi desconocido de sus virtudes. Se hizo común, por momentos incluso vulgar. En contados momentos pudo ser él. Un atentado al talento que guardaba.
La idea del joven de dar el salto no respondía únicamente al guión, era verdaderamente una necesidad profesional. Una especie de búsqueda de la liberación, del camino. Porque en Los Angeles antes, y en Minnesota ahora, Ricky Rubio no sólo buscaba un tiro fiable, sino algo mucho más importante. Trata de encontrarse a si mismo. Sólo entonces sería capaz de volver a mostrar el enorme brillo que guardaba y llevarlo a su máxima expresión.
Una palabra: impacto. Las expectativas se disparan
Apenas un puñado de partidos han bastado. Ricky Rubio ha vuelto. Seguro de si mismo, notándose importante, con capacidad de mando y libertad, sin reprimir o directamente esconder su tiro. Y, lo más importante, ejerciendo una influencia en el juego impropia para un jugador que disputa sus primeros minutos en la competición más prestigiosa y exigente del planeta. Más allá de las estadísticas, el español transmite la sensación de que algo enorme puede estar naciendo. Adiós cadenas, hola libertad.
Siempre saliendo desde el banquillo. Siempre cambiando el encuentro. Su inteligencia en cancha sorprende, no parece ser un novato, no juega como tal y altera los partidos siempre que está en cancha. Es capaz de encontrar con precisión a cualquier compañero abierto, lee el ataque y genera opciones sin parar. Pases sin mirar a una mano, picados, asistencia por aquí, alley-oop por allá; Ricky sonríe, vuelve a divertirse jugando. Y en Minnesota se vuelven locos, claro. Poco, muy poco, tarda en hacerse con la grada, ávida de emociones. El español es buen reclamo. Es efectista y efectivo, así que no tardan en subir las temperaturas en la ciudad, Rubio lo está incendiando todo.
Los Wolves, además, pelean sus partidos ante rivales de entidad. Todos se resuelven al final. Y todos tienen algo en común. Ricky Rubio ha jugado todos los minutos de los últimos cuartos. En todos ellos, influyendo. Nadie se acuerda de los problemas con el tiro metiendo un triple en la cara de LeBron James o Lamar Odom, cuando el balón quema. Tutean a Thunder y Heat, vencen a Mavericks. La confianza hace de Ricky un gigante. Un coloso de apenas 21 años.
En dos de los primeros cuatro partidos disputados, el catalán consigue la ‘Jugada del Día’. Aquel español del que todos hablaban hace años ya es real. Y sabe jugar, vaya si sabe. Técnicos y jugadores rivales le avalan. Los analistas, quedan impresionados.
Tácticamente: Qué, cómo y por qué
Adelman, receloso de los focos, decide que Rubio salga como suplente. Cuanta menos presión para el novato, mejor. "Tiene demasiada, aunque la asume con naturalidad", reseña. El español comanda la segunda unidad, con jugadores como Anthony Tolliver, Derrick Williams o Anthony Randolph. La misión, producir juego para ellos, hacerles ganar confianza y que sumen desde el banco.
No tarda Rubio en conectar con el también rookie Derrick Williams, eficiente en juego en transición, explosivo y de cara al aro. También lo hace con Tolliver, al que siempre encuentra abierto en el lado débil para el lanzamiento exterior tras pick&roll; y con Randolph, con poderío aéreo y cualidades técnicas de sobra. Prácticamente tantas como desidia, por otra parte.
Algo menos de feeling existe, sobre la cancha, con JJ Barea. El puertorriqueño demanda mucho balón, se genera sus propias canastas y altera el equilibrio de Rubio, abocado muchas veces a la esquina, y sin balón. Ahí la influencia del español desciende notablemente. El protagonismo de Barea produce un descenso de la influencia de Ricky. En cierto modo, se solapan. Los dos demandan balón y, aunque ambos producen, se limitan mutuamente. Además, defensivamente, pese a ser inteligentes, generan desajustes por su escasa estatura y peso.
Cuando Rubio coincide, fundamentalmente, con Kevin Love, la cosa cambia. El tiempo se detiene y sólo hay focos para ellos. Su interpretación del pick&pop causa estragos. Rubio y Love se buscan y se encuentran. Y si no, con el espacio generado, ya se encarga el español de habilitar un tiro abierto de otro compañero. Jugar con alguien del talento de Love agrada a Rubio. Y viceversa, claro.
En la parcela defensiva, Adelman no quiere, de momento, a Rubio buscando el robo, atacando las líneas de pase. Ya habrá tiempo para ello. Entre él y Terry Porter (que será importante para la asimilación de conceptos del base de El Masnou), buscan corregir que Ricky pase cada bloqueo por detrás, que lo hace. El #9 de los Wolves es inteligente defendiendo pero débil físicamente. Le atacan, sobre todo al poste y tras pick&roll. Queda mucho trabajo por hacer pero lo más destacable, de momento, es que el jugador se centra en una defensa especulativa, alejado de su capacidad de provocar pérdidas en el rival.
Rubio está mostrando una capacidad de liderazgo interesante en el juego en estático, en el que desequilibra, pero donde de verdad explota sus virtudes es en transición. Realmente, Minnesota es un equipo hecho para correr. Con Rubio, aleros capaces de finalizar y un interior tan móvil como Kevin Love, los Wolves son potencialmente dinamita en transición. Ahora bien, en un equipo donde sólo Kevin Love asegura de verdad el rebote defensivo, correr no es tan posible como le gustaría a Adelman. El propósito es jugar rápido pero la realidad es que la actitud defensiva no es la adecuada para hacerlo. De nuevo, falta trabajo. Y madurez.
Chris Paul, Deron Williams, Derrick Rose o Rajon Rondo también fueron novatos…
El peso de Ricky Rubio en sus primeros partidos NBA verdaderamente llama la atención. No es común ver a un novato comportarse así, influir de forma tan marcada en el devenir de los encuentros. Ricky Rubio ha promediado 8.8 puntos (52% en tiros de campo, 50% en triples), 6.4 asistencias y 3.8 rebotes durante sus primeros cinco encuentros en la NBA, realizando su primer ‘doble-doble’ en su tercer partido y ejerciendo una influencia decisiva en el cuarto. Aunque, sin duda, han sido las magníficas sensaciones transmitidas las que mayor confianza han generado.
Por eso, echaremos la vista atrás, para recuperar los primeros partidos, las primeras sensaciones, de algunos de los grandes bases de los últimos años y de los llamados a serlo algún día. Así, comparándolo con los primeros pasos de la super élite en su puesto, podremos contextualizar algo mejor al español.
En el año 1994, un tal Jason Kidd, número dos del Draft, debutaba con los Dallas Mavericks. Ya durante sus primeros partidos demostró ante qué tipo de jugador estábamos. En sus primeros cinco partidos, promedió 10 puntos, 9 asistencias y 8 rebotes, y bordeó el triple doble en su primer partido como profesional (10 puntos, 11 asistencias y 9 rebotes). Impacto, sin duda, inmediato. Acabó siendo elegido ‘Rookie del Año’, junto a Grant Hill, con promedios de 11.7 puntos (38% en tiros de campo), 7.7 asistencias, 5.4 rebotes y 3.1 pérdidas.
Poco después llegó a la NBA otra leyenda desde el puesto de base. Steve Nash, procedente de Santa Clara, salió del prodigioso Draft de 1996. Sin embargo, el canadiense tuvo un papel testimonial en la temporada de su debut. Apenas 10 minutos por partido, con 3 puntos y 2 asistencias por noche. Pocos esperaban que se convirtiese después en un jugador tan determinante.
Casi una década después, el Draft de 2005 deparó dos bases llamados a marcar una época. Deron Williams (número tres, de Illinois) y Chris Paul (número cuatro, de Wake Forest) tuvieron galones de inmediato. El base de los Jazz registró, de media, 10 puntos y 3 asistencias en sus primeros cinco encuentros. No realizó su primer ‘doble-doble’ hasta el undécimo partido. Acabó promediando 11 puntos (42% en tiros) y 5 asistencias. Influencia tibia, potencial enorme.
Mayor fue el impacto de Chris Paul, que desde el principio exhibió muestras de su potencial. 15 puntos, 5 asistencias y 5 rebotes en sus cinco primeros encuentros. Precisamente el quinto, ante Dallas, fue su primer gran encuentro en la Liga. Y en el sexto, ante los Heat, llegó su primer ‘doble-doble’. Curiosamente, Rubio registró sus primeras dobles figuras en puntos y asistencias también ante Miami; y su primer gran encuentro, en cuanto a influencia, también fue ante los Mavs. ¿Caprichos del destino?
Un año más tarde, Rajon Rondo, hoy en día una de las grandes superestrellas en el puesto de base, llegó a la NBA. De inmensas cualidades para la defensa, el pase y los intangibles, pero tremendamente discutido en el tiro. ¿Les suena a alguien, verdad? Rondo tuvo un primer puramente de adaptación, en el que promedió 6 puntos, 4 asistencias y 4 rebotes en apenas 20 minutos, en unos Celtics que tuvieron el segundo peor registro de la Liga (al año siguiente llegarían Ray Allen y Kevin Garnett, y ganarían el campeonato).
En las tres últimas campañas, han debutado jugadores también llamados a dominar. En 2008, Derrick Rose irrumpía en los Bulls. Con muchísimos minutos desde el inicio, el jugador formado en Memphis no dejó lugar a la duda: sería una estrella. 18 puntos y 4 asistencias en sus primeros cinco encuentros. Acabaría metiendo a los Bulls en PlayOffs y siendo Rookie del Año, con unos registros de 17 puntos (47% en tiros), 6 asistencias, 4 rebotes y 2.5 pérdidas. Ese mismo año, también debutó Russell Westbrook, que tuvo un comienzo muy discreto pero acabó firmando un buen curso (15 puntos, 5 asistencias y 5 rebotes, aunque con un 40% en tiros).
Un año más tarde (2009), Brandon Jennings tuvo uno de los mejores inicios que se recuerdan para un base novato. El base de los Bucks demostró su talento para anotar y, en su séptimo encuentro en la NBA, se fue hasta los 55 puntos. En sus cinco primeros partidos promedió 18 puntos y 4 asistencias. A final de temporada, 15 puntos (37% en tiros), 6 asistencias y 2.4 pérdidas. Inicio descomunal para globalmente una temporada ilusionante, aunque con la sombra de su selección de tiro.
Por último, el pasado curso, el número uno del Draft fue a parar a un base, de nombre John Wall, que recaló en los Wizards. El jugador formado en Kentucky también tuvo un comienzo espectacular en la Liga. Rozó el ‘triple-doble’ en su tercer partido como profesional y lo consiguió en el sexto (19 puntos, 13 asistencias, 10 rebotes y 6 robos, ante Houston). Impacto inmediato para un prodigio al que los problemas físicos le nublaron la temporada. Aun así, acabó promediano 16 puntos, 8 asistencias y 5 rebotes, aunque con 3.8 pérdidas, un 40% en tiros y los Wizards navegando a la deriva.
Ver cómo Rubio impacta y no desentona en comparaciones directas ante algunos de los más grandes y otros llamados a dominar el juego en el futuro desde el puesto de playmaker invita, desde luego, a la esperanza. Pero lo que sobre todo incita a hacerlo es ver al español recuperarse a si mismo. Reencontrarse con ese talento que asombró al mundo no hace tanto y comprobar cómo, con más experiencia y batallas detrás, el genio se encuentra en disposición de darse verdaderamente a conocer en el mejor escaparate del planeta. La temporada sólo acaba de comenzar pero el nombre de Ricky Rubio ya resuena en Estados Unidos. Show must go on, Ricky.