En aquel momento en el que Yao Ming se colgó del aro, y redujo la diferencia a 8 puntos, nadie fue capaz de plantearse lo que estaba por venir. Scott Padgett robaba un balón, y machaba el aro con contundencia. La ventaja quedaba reducida a tan sólo seis puntos. Un mundo, sobre todo cuando se miraba al reloj y quedaban 47,3 segundos.
San Antonio sacaría de banda tras tiempo muerto de un visiblemente cabreado Gregg Popovich. El mismo que ha sublimado el baloncesto, que ha llevado a los altares el extra-pass. Ginobili se la jugaba en el saque, que caía de milagro en las manos de Tony Parker, gracias a una genialidad del galo. El balón llegaría a Devin Brown, que recibiría la falta y que lograría anotar los dos tiros libres. Tras anotar el primero, Manu sería cambiado, recibiendo de camino a su silla una bronca de órdago por parte de Popovich.
Con ocho puntos de ventaja, los Spurs tenían el partido en la mano. Mas había un jugador que no estaba dispuesto a rendirse. Comenzaba la mayor exhibición en el menor tiempo posible. Aparecía Tracy McGrady.
Radiografía de los 37 segundos.
Aún con las cámaras centradas en la discusión de Ginobili y Popovich, Houston sacaba de fondo. El destinatario, un Tracy McGrady que subiría el balón bien defendido por Bruce Bowen. Llegada hasta el lateral de la cancha, y un pequeño sprint para cruzar el centro del campo. Frenada, cambio de mano girando y bloqueo directo por parte de Padgett. Malik Rose quedaba emparejado con Tracy McGrady, que veía el hueco dejado tras el bloqueo. No tardaría en mirar aro, levantándose en un segundo para lanzar el primer triple. Dentro, acompañado de tímidos aplausos por parte del Toyota Center, y marcador en 76 a 71.
Devin Brown volvería a recibir la falta, y dos más serían los tiros que anotaría. San Antonio se colocaba con siete de ventaja. Y de nuevo él.
31,9 segundos. McGrady subía la bola, con la intención de gastar pocos segundos. Pocos segundos, como pocas las opciones de remontada para unos Rockets que iban a caer ante sus vecinos. Bowen, de nuevo, frente a él, un tímido cambio de mano entre las piernas que casi le hace perder el balón, mas supo rehacerse. T-Mac se pasaba el balón por detrás de la espalda, de izquierda a derecha, para aprovechar el bloqueo que le hacía el gigante chino Yao Ming. Ahora, en el cambio de defensa, Tim Duncan. McGrady no iba a dudar, y con sangre fría se preparaba para lanzar un nuevo triple. Duncan saltaba a taponar, pero no esperaba la reacción de la estrella de los Rockets. Finta, nota el contacto, y lanza. Dentro, y tiro libre adicional. Uno de los tiros más impresionantes que se han visto en la NBA, con un jugador como Duncan delante, y protagonizando unos segundos históricos.
Dos triples, un tiro libre. Ya iban siete puntos. Y los Spurs a tan sólo tres puntos.
Con 16 segundos en el marcador, Duncan recibiría la falta. No le temblaría la muñeca a la estrella de los Spurs, que colocaba el marcador en un 80 a 75 que ya ofrecía dudas en el propio banquillo dirigido por Popovich. Andre Barrett sacaría de banda (el ex del Barça), y Tony Parker corría a defender la línea de pase de Yao Ming. La defensa de los Spurs agobiaba al joven base americano (22 años en aquel instante), que se vio obligado a realizar un pase muy forzado a Tracy McGrady, que recibiría en una esquina del medio campo ofensivo. Allí, con Bruce Bowen pegado a él, de nuevo, como una lapa, corría buscando el centro de la zona, más allá de la línea del triple. Y se levantó, para sorpresa de todos, desde esa distancia, rectificando en el aire. Un tiro imposible. Pero no aquella noche.
McGrady anotaría, de nuevo, otro triple. Ya iban tres, con un tiro libre. Diez puntos en medio minuto. La locura en el Toyota Center, la desesperación y la incredulidad en el gesto de Bowen. Y la mirada fría, seria, como si supiera que todo estaba planeado, de un McGrady que se encontraba en plena The Zone, ese instante mágico en el mundo del baloncesto en el que eres tú y la canasta. Nada más. Nada puede fallar.
Con 80 a 78, San Antonio pedía un nuevo tiempo muerto. Dos puntos. Después de ir 8 arriba, antes del show de Tracy. Ni el mejor defensor de la liga podía pararlo, y lo sabía. San Antonio sacaría de banda, una vez más. Devin Brown recibiría la bola, sin saber que pasaría en ese instante a la historia de la NBA, que sería imagen previa de uno de los momentos más preciosos del deporte de la canasta. Como el robo de Jordan a Malone. Como el grito del comentarista cuando Havlicek robó la bola que significaba una final NBA.
Quizás no tuvo la misma trascendencia. No significaba un anillo. Mas tendría su significado propio. El de la mayor exhibición jamás vista.
El clímax tras 29 segundos.
8 segundos. Ese era el tiempo que restaba en el cronómetro cuando McGrady robó el balón de las manos de un Dee Brown que había resbalado. Como una exhalación recorrió la pista. 7. 6. 5. 4.
Con 3.1 segundos, McGrady ya había recorrido hasta el sitio elegido para ese tiro. No en el centro de la bombilla, si no escorado hacia la izquierda. Un sitio buscado, escogido, pensado desde el momento en el que Devin Brown resbaló. Parker, Barry, Rose y Duncan serían testigos de lujo, mientras que Devin Brown seguía en la otra pista. Cuatro jugadores delante de un McGrady que, realmente, jugaba solo. No había nadie más en aquel Toyota Center. No existía el ruido, más allá de aquel que haría el balón cuando acariciara las redes.
McGrady explotó. Toda la emoción contenida saltó por los aires, cambiando el paradigma de remontada en tan sólo 37 segundos. 1,7 segundos en el marcador, San Antonio sin tiempos muertos, y a T-Mac le dio tiempo a acompañar el tiro forzado de Parker, que no tocaba aro.
Cuatro triples. Un tiro libre. Trece puntos en treinta y siete segundos. La historia escrita en menos de un minuto, la leyenda creada. Hoy, diez años después, ya es un mito.
El mito de aquellos que lograron sus grandes gestas en una cancha de baloncesto. Los 69 puntos de Jordan. Los 81 de Kobe Bryant. Los 100 de Wilt Chamberlain. Todos ellos escribieron su historia sobre una cancha en los 48 minutos que dura un partido. Tracy McGrady escribió su historia en la cancha… su historia en 37 segundos.