La Liga NBA empezó jugando partidos de su competición oficial el día 25 de Diciembre, el día de Navidad, casi desde el mismo momento de su nacimiento: allá a finales de los años 40 del siglo pasado. Está documentado que el primer partido de la NBA celebrado el Christmas Day se disputó en 1947, el segundo año de vida de la Liga. Los Knicks de Nueva York batieron entonces a los Steam Rollers de Providence por 89 tantos a 75 y con el legendario Madison Square Garden lleno a rebosar.
Pero no sería hasta el año 1983 cuando esos partidos de Navidad de la NBA se convirtieron en una tradición. La cadena televisiva que entonces poseía los derechos de la Liga Profesional, la CBS, transmitió entonces su primer “doubleheader”: una dupla de partidos que mantuvo pegados a los ciudadanos al televisor. A un servidor incluido. La CBS transmitió los partidos Nueva Jersey-Nueva York -¡cómo cambian los tiempos!- y Portland-Los Angeles Lakers. Los índices de audiencia pegaron aquel día una subida histórica, jamás contemplada hasta entonces en el baloncesto televisado de la Liga NBA.
Este año el ya tradicional evento navideño de la NBA ha crecido hasta límites insospechados. Las cadenas ABC y ESPN han ofrecido al público nada menos que cinco partidos de liga -“un quintupleheader”, podríamos decir- que ha presentado en las pantallas de la tele a lo más florido de la competición. A pesos pesados tales como los Lakers, los Cavaliers, los Celtics o los Magic. Y, por supuesto -y como es lógico en una Liga que hace marketing incesante de sus estrellas- presentando a unos cuantos cracks de gran calibre en cada uno de los choques: jugadores como Kobe Bryant, LeBron James, Kevin Garnett, Dwight Howard, Dwyane Wade, Carmelo Anthony o Steve Nash, entre otros.
Mucha gente, y no pocas veces, ha criticado a la Liga NBA por enfatizar en su mercadotecnia mucho más la imagen de sus estrellas que la del equipo; sobre todo en un deporte colectivo como es el baloncesto. Pero no cabe duda de que a la NBA esa estrategia le ha ido muy bien hasta ahora. Y para llevar a cabo esa estrategia, la NBA tiene el apoyo inequívoco de los jugadores: ellos, en su inmensa mayoría, comprenden que lo que es bueno para la Liga es, casi siempre, bueno para ellos también.
De modo que jugar en una fecha tan difícil como es el día de Navidad es generalmente un hecho ampliamente aceptado por las gentes que hacen que el show funcione. Y además, los clubes, los entrenadores y, sobre todo, los jugadores se suelen tomar el hecho de que sus equipos sean elegidos para competir en Navidad como un indicativo muy claro de que están en la cresta de la ola. Al fin y al cabo, estos partidos son capaces de atraer la atención de un público que habitualmente no sigue el baloncesto y que son potenciales nuevos creyentes en la causa de la NBA.
Por su parte, la estrategia de la Liga NBA es muy clara: trata de asociar su nombre al día de Navidad. La Liga pretende que, si hay una televisión encendida en un hogar estadounidense -cosa más que probable en esa fecha, por cierto- aparezca en la pantalla del televisor un partido de la NBA. En ese sentido, la Liga sigue la misma ruta que la Competición de Fútbol Americano, la NFL, que hace ya tiempo unió su nombre a otra fiesta muy señalada en el calendario norteamericano: el Día de Acción de Gracias.
Pero entre todo este consenso casi general del mundo de la NBA, que da por bueno que se jueguen partidos de baloncesto el día de Navidad, una voz ha clamado, rotunda, contra esta costumbre: la del técnico de los Magic de Orlando, Stan Van Gundy.
El hombre, que ya de entrada no es especialmente popular entre el gran público, se ha mostrado muy contundente a la hora de hacer sus críticas y ha señalado que no cree que [jugar partidos en Navidad] sea “buena publicidad para la Liga” y ha añadido, además, que “siente pena por toda esa gente que no tiene nada mejor que hacer el día de Navidad que ver un partido de la NBA”.
Vaya por delante que a mí todas las opiniones me parecen muy respetables. Y esta opinión de Van Gundy me parece igualmente respetable también. Pero creo que el técnico del Orlando se ha pasado bastante en esta ocasión: sobre todo al dar a entender que el público que ve esos partidos es un tanto lelo.
Da toda la impresión de que, con estas declaraciones, el Entrenador Van Gundy o bien ha querido crear una polémica donde no la hay, o bien es que el hombre todavía no ha entendido el entorno en el que se mueve, ni de qué va ese entorno, ni siquiera cómo funciona ese entorno. Y ese entorno es, entre otras muchas cosas, un negocio que le ha convertido en multimillonario, por cierto.
Antes de nada, es preciso señalar que Mr. Van Gundy no ha hecho esta crítica porque profese una fe religiosa que le impida trabajar en Navidad. Me parece que no hay nada más respetable que una persona, en este caso un deportista, que entienda que no debe jugar en una fecha concreta porque así lo ordenan ciertos preceptos religiosos de su fe.
En ese sentido, si un deportista no quiere practicar deporte en el Sabbath, o en el Yom Kipur, o durante el mes de Ramadán, a mí me parece la actitud más respetable del mundo. Incluso el deporte olímpico nos dejó un ejemplo de esto cuando el gran atleta escocés Eric Liddell se negó a correr una prueba de clasificación durante los Juegos Olímpicos de Paris-1924 en el día del Sabbath: renunciando de hecho a su segura medalla de oro. Su historia fue contada en el muy premiado film británico “Chariots of Fire”, por cierto.
Me parece también muy correcto que otras ligas deportivas decidan no sólo no jugar, sino ni siquiera entrenar durante las fechas más señaladas de la Pascua Navideña. La Liga ACB, por poner un ejemplo muy cercano, tiene firmado en su Convenio Colectivo con la Asociación de Jugadores Profesionales, la ABP, y concretamente en el artículo 29 de dicho Acuerdo, que: “La ACB no programará competición alguna para los días 24 y 25 de diciembre, así como tampoco los clubes o SAD -ni tan siquiera entrenamientos o desplazamientos ni cualquier otra actividad laboral-, y para los días 1 y 6 de enero se intentará hacer otro tanto por la ACB, siempre que el calendario de competición -a su exclusivo juicio- lo permita”.
Pero, en el caso que nos ocupa, ni el Coach Van Gundy profesa una religión que le impida trabajar el día de Navidad –al menos que yo sepa- ni, por supuesto, la NBA tiene recogido en su Convenio Laboral con la NBPA, el Sindicato de Jugadores de la Liga, que se parará todo tipo de actividad durante esos días navideños.
No descarto, tampoco, que Mr. Van Gundy esté un poco mosqueado por el calendario que le ha tocado esta temporada y que, justo por eso, haya expresado su frustración haciendo esas declaraciones tan singulares. Sus Magic van a hacer este año un triplete en cuanto a fechas señaladas se refiere. El Orlando ha jugado ya el Día de Acción de Gracias, también lo ha hecho el día de Navidad y le espera una cita el día de Año Nuevo en un lugar que no es, precisamente, muy agradable en invierno: los Magic juegan el día 1 de enero en la ciudad de Minneapolis contra los Timberwolves de Minnesota.
Pero, sea por la causa que sea, me parece que las declaraciones de Stan Van Gundy son muy desafortunadas. Para empezar, el día de Navidad trabajan no solo algunos equipos de la NBA, sino que también lo hacen muchas otras personas. Gentes tales como personal medico, policías, bomberos, ferroviarios, periodistas, etcétera, etcétera, etcétera.
Por supuesto, igualmente trabaja ese día todo el personal que participa en la celebración de esos partidos navideños de la NBA. Me refiero a técnicos, productores, cámaras y al resto de un amplio elenco de profesionales que hace posible que a los Magic de Mr. Van Gundy les vean por la televisión a lo largo y ancho del mundo entero unos cientos de millones de aficionados. O de “pobres desgraciados que no tienen nada mejor que hacer”, según la propia denominación del Coach.
Y, sin ánimo alguno de ser demagógico, en Navidad, en Año Nuevo y en Acción de Gracias, trabajan no sólo todas esas gentes citadas anteriormente, sino también miles de soldados americanos que están destinados en lugares no precisamente muy recomendables y que se juegan la vida por esos mundos de Dios.
Por supuesto, ni que decir tiene, toda esa gente que trabaja en esas fechas tan entrañables lo hace por bastante menos, por muchísimo menos, dinero que el que percibe Mr. Van Gundy por hacer -bastante bien, por cierto- su trabajo.
En cuanto a su opinión acerca de todos esos miles de televidentes que no tienen nada mejor que hacer que ver partidos de la NBA el día de Navidad, sólo cabría decirle a Mr. Van Gundy que ellos son, precisamente, la razón por la que él disfruta de un salario estratosférico. Merecido, por supuesto. Pero colosal para cualquier ciudadano de a pie.
Esos ciudadanos que disfrutan viendo partidos de baloncesto el día de Navidad, por encima de cualquier otra consideración pseudo filosófica de Van Gundy, se merecen todo el respeto del mundo.