El baloncesto se ha despertado este 4 de septiembre más triste. Y no, no ha sido por la vuelta a la rutina de gran parte de españoles, sino por el hecho de la noticia del fallecimiento de uno de los jugadores más carismáticos de la historia del CB Clavijo, ahora mismo compitiendo en LEB Oro, Sidao de Santana, a los 40 años, tal y como ha comunicado el propio club en sus redes sociales. En Solobasket lo hemos querido recordar con una de las entrevistas más personales que dio el pívot en nuestra web, allá por el 2010 cuando era parte del líder de la entonces llamada Adecco Plata. Os de la dejamos íntegra, como la publicamos en la web por entonces.
Hoy son lágrimas. Pronto serán sonrisas recordándote.
Descansa en paz, Sidaopic.twitter.com/w6XxCSP8l6
— Club Baloncesto Rioverde CLAVIJO (@CBCLAVIJO) September 4, 2023
CUANDO SOLOBASKET ENTREVISTÓ A SIDAO SANTANA
Hace unos días charló amablemente con Solobasket, donde tocamos su reciente nacionalización y repasamos su trayectoria deportiva y también algo de su lado más personal. Como bien dice, su inmensidad física le hace imposible pasar desapercibido allá donde va; y a la vez, la cercanía de una conversación desvela una humanidad tremenda también como persona, un tipo amable, familiar y muy cercano, lleno de historias y anécdotas donde desde luego no escatima risas y buen humor. Un placer conocerlo en persona.
¿Cómo sienta lo de ‘ciudadano español’?
Ya me sentía así, vivo las costumbres desde que llegué a España. Llevo ya siete años aquí con mi mujer y mi hijo, me he acoplado muy bien a estas costumbres, me gustan. Los sitios que he estado son muy parecidos a Brasil, la gente es muy cálida y acogedora, la comida muy buena. El proceso de nacionalización sí ha sido largo: he estado dos años esperando y te piden de todo, no te puedes imaginar.
Llegaste muy joven a España.
En 2003, con 19 años. Estaba jugando el campeonato nacional de Brasil, y un agente me dijo si quería jugar un torneo de verano en España. Así que cogí las zapatillas y me las tiré al hombro. No pudo ser ese torneo, pero Guadalajara me fichó para esa temporada. Jugué muy poco ese año, tuve una lesión muy grave en los dedos de los pies, que cada 2-3 meses tenía que estar parado, fue una pena. En ese equipo había un americano, Pablo Machado, que era el titular; y estaba Sergio Fernández, que sigue ahí; Carlos Braña, Rubén Íñigo, Diego Pérez, Javi López… tengo contacto con todos, y la Navidad siempre estamos allí, me gusta mucho esa ciudad…
Aparte, ¿cómo se adaptó un ‘niño’ brasileño a un país diferente?
Lo único que sabía en español era ‘mido 2,15’ y ‘hola soy Sidao’. Mi llegada fue muy rápida, cosa de tres semanas. Aprendí a hablar con los papeles de la publicidad de los supermercados: cogía publicidad y miraba qué era la comida. Luego, había un restaurante y pedía toda la semana pollo, viendo el dibujo. A la otra semana veía el dibujo de la carne y pedía toda la semana carne. Lo que no me gustaba lo iba apartando de la lista, y así fui aprendiendo español (risas).
En Guadalajara estuviste dos años (con un breve paso intermedio por Plasencia), luego empezaste a jugar en Lliria.
Sí, Fede Pozuelo fue el primer tío que apostó por mí, por mi estilo de juego. Tenía un estilo con un 4 abierto tirador, que era Fran Pérez, uno de los mejores pasadores de la liga. Me salió un año redondo, tuve un montón de ofertas. Pero el equipo necesitaba dinero y vendió la plaza a Cáceres, y con ella nos fuimos allí Felipe Gruber, Manu Valdivieso y yo. El proyecto en Cáceres era muy bueno pero no acompañaron los resultados, y empezaron a hacer muchos cambios en la plantilla (el gran Harper Williams, entre ellos). En febrero me fui a Tarragona, porque Cáceres quedaba a 700 kilómetros de mi casa, mi mujer vivía en Valencia en esa época y deportivamente ya no me convenía. Esteban Albert era el entrenador en Tarragona, ya me quiso en verano y allí coincidí con Jonathan Barceló, Carles Bravo, Quique Garrido, John Floyd… era un equipazo, nos quedamos a puertas del play off, fue una pena.
Y tras esa temporada, llegaste a Logroño.
-Sí, y estoy muy muy contento. Es una ciudad muy buena, muy acogedora, y en el club apuestan por mí, me dan confianza. Sé cuál es mi rol en el equipo: quieren que rebotee, que defienda y que las que coja las meta para abajo. El entrenador Jesús Sala deja muy claro lo que quiere de ti. El equipo va muy bien este año.
Tengo que preguntártelo, pero siempre te ha perseguido cierta fama de jugador conflictivo.
Así es. Me pusieron una fama en Guadalajara y me ha costado muchísimo quitarla, a lo mejor hay entrenadores que aún lo piensan. De verdad que tienen que conocerme. Otra cosa es que gesticule mucho y viva mucho el baloncesto, soy un jugador muy enérgico y a la vez muy grande, se me ve mucho. Es muy difícil jugar siendo muy grande, siempre te cae todo a ti, todas las faltas son tuyas; en los empujones que la gente se tira, te los pitan… y es que se ve muchísimo, yo veo mis vídeos y me doy cuenta, es normal, lo entiendo. Si fuera pequeño haría lo mismo.
De hecho, ¿qué tal tu idilio con los árbitros? Siempre has sido un jugador con problemas de faltas.
¡Bien! Hablamos muchísimo, creo que tengo buena relación con todos, todos me saludan muy bien, hablan conmigo de buen rollo. Ahora está bien la cosa, no me puedo quejar, gracias a Dios que se están olvidando de mi, y ojalá siga muchos años. A lo mejor, son los pelos que me los ven y se olvidan de pitar la falta (risas).
¿En qué dirías que has crecido en tus años como jugador?
Me quedan tantas y tantas cosas por mejorar… Sí creo que cada vez soy un poco más importante dentro del equipo… me siento así, a lo mejor me siento yo solo así (risas)… Bueno, ¡es que me lo dicen! Lo primero, me gusta defender un montón y voy mejorando en ello. Luego, adoro machacarla, es mi jugada favorita, pero estoy feliz si cojo un rebote y el equipo mete un contraataque. Y la filosofía de este año en el equipo es ésta, yo reboteo y que los pequeños corran. En otros años tenía mucho más protagonismo en ataque, este año es totalmente diferente. Creo que supe acoplarme lo más rápido posible.
¿Fue duro para un tío de 2,15 hacerse a este estilo de correr que tiene este año el Clavijo?
Nadie pensaba que no iba a poder adaptarme. Es que es totalmente diferente: estás acostumbrado a jugar en estático, pero ahora con Matt Witt, con Kyle Swanston, con David Mesa que corre como un toro, el equipo busca correr, ir al espectáculo, el ‘showtime’.
Muchos dicen que ‘Sidao es un pívot dominante’, pero ¿a qué pívots no has podido dominar?
Um… Dominante, dominante, es Stevie Johnson, pero es un 4. En cuanto a pívots, me gusta mucho Ronald Thompson, en ADT el año pasado y Coruña ahora (acaba de ser cortado). También me gusta Justin Howard, de Andorra; y Rob Johnson (también en Andorra este año) también es muy bueno… pero es que no hay cincos, no hay pívots gigantes en esta liga.
Quizá hace falta el aliciente de estar LEB Oro. También a mucha gente le extraña que Sidao no haya dado el salto ¿has tenido ofertas?
Sí, siempre, pero no me ha merecido la pena hasta ahora. Pongo en la balanza el lado deportivo y el familiar… y no me ha merecido la pena. Además, es mucho más fácil jugar en LEB Oro en un equipo con el que asciendes que con un proyecto hecho al que llegas y tienes que buscarte minutos. También pienso que en LEB Oro sería más fácil jugar que en Plata para mí, hay mucho más contacto, no hay tantas ayudas… Allí son más específicos los jugadores.
¿Crees que comprobarás esa diferencia el año que viene en Logroño? El Clavijo lleva dos años quedándose a las puertas del ascenso.
Eso espero. Una de las cosas que tengo en la garganta es no poder haber ascendido todavía con esta ciudad, te queda muy mal sabor de boca cuando estás dos años ahí a las puertas. Siempre son detallitos, ésa es la palabra. Trabajas todo el año pensando en este premio y al final por una coma mal puesta, no sale bien. Creo que este año sí es posible, realmente: tenemos que mejorar aún en defensa, aún tenemos muchos fallos como equipo; y es normal, se han fichado a sólo tres jugadores, pero que juegan muchísimos minutos y el estilo de juego también es nuevo.
Fuera del baloncesto, dicen que Sidao también es un referente en las visitas del equipo a los colegios.
Me encantan los niños, es la bomba. Muchos niños piensan que serán como tú de grandes y me preguntan mucho; yo siempre intento enfocarles en la alimentación: fruta, verdura, pescado, leche… Es mi dieta para crecer para los niños, no la genética que tengo (risas). Eso sí, muchas veces al volver año tras año, te vienen madres y te dan las gracias porque su niño come más pescado y toma más leche. Eso lo valoras, algo que igual has dicho por decir, y ves que el niño de 5 años lo ha tomado en serio.
Un tío de 2,15 paseando por la calle tampoco pasa desapercibido.
¡En ningún lugar del mundo! Un tío de 2,15, negro, con los pelos locos ya es la bomba (risas). Mucha gente se asusta, pero lo que más admiro son las personas mayores, porque en su época no había gente tan grande, y siempre te dicen: ‘Qué bonito, hijo’. Me paran muchísimo, y yo lo disfruto. Me dicen de todo, ¿cómo es esa expresión? Ah, sí: ‘¡Ay va la ostia, qué grande!’ (risas). Normalmente cariñoso, ¿eh?
Está claro que el mundo no está hecho para tíos de tu altura.
No, pero si el mundo no se adapta a mí, yo me acoplo a él, no hay problema. De hecho, me divierto un montón: es gracioso cuando me ven salir del coche, que lo tengo adaptado a mí, pero por fuera es igual que los demás… y flipan. Luego, en el cine siempre me tengo que poner en la última fila, y en los conciertos es la bomba: llego con mi mujer y a los dos minutos tenemos un hueco brutal detrás. Eso sí, lo ves todo perfectamente, pero a cambio, nunca pasas desapercibido: entro en un bar y todo el mundo sabe que estoy en el bar, no me puedo esconder… ni siquiera puedo hacer ninguna gamberrada, que me pillan seguro (risas).
Artículo actualizado por Andrea Blez en septiembre de 2023