Dicen que las caras son el espejo del alma, el reflejo de lo que va por dentro, de lo que se siente. ¿Acaso se equivoca el refranero español? ¿Quizás ese conjunto de sabidurías y máximas populares tan socorrido y utilizado se vuelve incompetente? ¿O acaso este deporte nuestro llamado baloncesto es tan delicioso y espléndido que permite que ocurran cosas como las del partido de esta noche en Vitoria? Hechos que ponen en duda esa pícara recopilación que tanto nos gusta usar. Si uno echara un vistazo a las caras de los jugadores del Barça Lassa en el ocaso del tercer cuarto del partido de hoy, nunca en la vida osaría recurrir a ese refrán de caras, espejos y reflejos. Con 25 puntos de desventaja, el Buesa Arena era un festival, el Baskonia se divertía y el Barça Lassa volvía a sufrir otro calvario en forma de partido de baloncesto. Y ahí, explotó el refranero.

Antes de todo eso, los de Vitoria se sobreponían a la noche fría para llevar calor y fiesta a las gradas del Fernando Buesa Arena con una primera parte soberbia. Con 52 puntos al descanso, Shengelia se despachaba a todo defensor que le asignaran para acumular 20 tantos. Repetía pecados este Barça Lassa de tantas caras con un triste 1/4 en tiros libres a la pausa y ocho pérdidas.

Se sucedían canastas de todos los colores y sabores baskonistas al calor de los agujeros blaugranas. Se deba gusto Poirier con su compatriota Seraphin, se cebaban Huertas y Granger poniendo el balón donde querían y se seguía divirtiendo Shengelia para pasar de los diez puntos mediado el cuarto, irse hasta los 14 de ventaja y acabar la primera parte con un triple de Janning sobre la bocina, 16 asistencias para 21 canastas de campo, 66% de acierto en T3 y todo un festín de Navidad, ante los adelantados regalos en forma de laxa defensa visitante.

El paso por los vestuarios no cambiaba espejos ni reflejos y el ala-pívot georgiano bailaba en el poste bajo para subir los 20 de ventaja (56-36 min. 23). Se seguían pasando de maravilla la pelota los de Pedro Martínez y la diferencia seguía subiendo hasta los 25. Las caras de los jugadores del Barça Lassa por aquellos lares del partido daban para escribir varios poemas seguidos. Las de su entrenador, para rubricarlas. Y eso, pues que aquí saltó en pedazos el refranero.

Empezando por dos triples de Ribas, que empataban el parcial del cuarto a 22. El ambiente hacía suponer que estaba ya todo el pescado vendido en la casa baskonista con todavía diez minutos por jugarse. O no. Varias acciones positivas de Navarro, mientras el público le compraba entradas para el Liceu, permitía soñar a los visitantes (74-62 min. 32). Se le fundía el acierto a Baskonia, con varios triples errados fruto de las bolas extras por percutir el rebote de ataque.

De repente, sin saber muy bien cómo o porqué el Barça se ponía a defender y a los locales les costaba repetir el ejercicio de escuadra y cartabón de los tres primeros cuartos. Navarro hacía su segundo triple consecutivo y cambiaba la congoja de lado (74-65). Lo tenía que parar Pedro Martínez, sabedor como nadie que los pescados no se venden de antemano. De Unicaja el año pasado lo aprendió, por ejemplo. Entraba Huertas para dirigir y Hanga le robaba la cartera para seguir engordando el parcial. Seguía bajando la cuenta el Barça y Tomic bajaba a cinco. Animaba el Buesa, pero el agujero negro local continuaba. Y seguía…Ribas y Hanga empataban el partido a 74. ¡Ver para creer! El parcial seguía abierto. Ahora, 0-15. Por fin, cinco minutos después, Poirier volvía a meter la pelota por dentro de la canasta visitante para acabar con la avería.

El quinteto del Barça Lassa era de vieja escuela y Tomic la metía para abajo con la izquierda (sí, sí, Tomic…) aunque Poirier replicaba para subir a +5 la ventaja. Pasaban los ataques y nadie anotaba hasta que el Barça jugaba al balonmano para, con dos triples ponerse por delante. Háblenme ahora de refraneros…El parcial era de 7-25 para un 81-82 a 47 segundos del final, con el triple número 600 de la leyenda Navarro. Quien hubiese apostado por la victoria visitante en tiempo de refraneros se habría llevado el Gordo en la noche baskonista.

Pero de repente, los minutos acumulados y los años conservados debilitaron piernas y encogieron pulmones. Lo que Navarro con sus triples atisbó, la leyenda lo perdió; un tiro suyo fallado y una pérdida ante la buena defensa de Janning daban tiros libres a Shengelia y a Huertas para recuperar el mando, cerrar la victoria local y los sufridos alientos de la hinchada.

Ganaba dos veces el partido Baskonia, con un susto que les durará todavía en la cara. Perdía el Barça Lassa un partido perdido que la garra de la vieja escuela casi le daba, después de otro ejercicio de impotencia y desasosiego, otra vez, de caras largas. Una cuestión de refranes, de reflejos, de almas y espejos. O de baloncesto, ofreciendo la mejor de sus caras.

1 ¡Shengelia de mi vida! Enorme la primera parte del #23 baskonista. Cuatro triples sin fallo, bailes en el poste bajo y una sensación de superioridad y calidad a partes iguales que ponía en pie al Buesa. 20 puntos para darse gusto ante cualquier defensor que le pusieran delante en una nueva exhibición del líder claro de este equipo nuevo. Dos tiros libres finales para rematar la contienda y ser el MVP de una media parte para el recuerdo. ¡Enorme Shengelia!

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2 Una reacción desde la vieja escuela: nadie ya le esperaba. El enfermo seguía en el coma profundo en el que se mueve toda la temporada y de pronto, despertó. Guiados por la tripleta Navarro, Ribas, Hanga y con Moerman y Tomic defendiendo duro, un parcial de 0-15 devolvía a la vida al equipo de Sito Alonso. No le daba para ganar el partido de hoy, por mor de los minutos, los cansancios, las edades y los oxígenos, pero quién sabe si le da a este Barça para recuperar sendas perdidas o renovados ánimos.

3 Un segundo cuarto de escándalo: 30 puntos y canastas de todos los colores y sabores. Una borrachera de juego ofensivo con la que los locales cimentaron una victoria que casi dejan escapar al final, pero que les dio el margen suficiente para hacer diabluras con la defensa rival, para pasarse la pelota de maravilla y hacer saltar a la afición vitoriana como regalo anticipado de Navidad.