Jordi Bertomeu ha regresado al primer plano del baloncesto continental con un proyecto tan inesperado como disruptivo: crear una red de clubes bajo un modelo de propiedad múltiple que pretende transformar la estructura competitiva europea desde la base. Su vuelta no es simbólica ni institucional; es revolucionaria, ambiciosa y profundamente incómoda para quienes dominan hoy el tablero. En un momento en que la Euroliga atraviesa tensiones internas y la NBA intensifica su presencia global, la reaparición de Bertomeu introduce una variable que nadie había previsto y que amenaza con redefinir las relaciones de poder en el baloncesto europeo.

Un modelo multi-club que rompe con el sistema tradicional

La apuesta de Bertomeu por un modelo multi-club supone un giro inesperado frente al enfoque jerárquico que ha marcado el baloncesto europeo durante décadas. Su visión pasa por adquirir participación en varias entidades consideradas infravaloradas y convertirlas en una red interconectada capaz de compartir estructuras, recursos, talento y conocimiento. La ruptura con el sistema tradicional instaurado en la Euroliga es profunda: donde antes se buscaba concentrar poder en grandes marcas, ahora se persigue elevar a clubes medianos y pequeños, reconstruirlos desde una lógica empresarial moderna y dotarlos de una competitividad que no depende del músculo económico de unos pocos. El cambio conceptual es lo que ha generado desconcierto, porque demuestra que la revolución puede llegar desde la periferia y no únicamente desde la élite consolidada.

El impacto potencial en la Euroliga y su equilibrio de fuerzas

La Euroliga, institución a la que le cuestan los cambios y es bastente autoritaria, observa este movimiento con inquietud porque altera el mapa de influencia que había consolidado. Un grupo de clubes operando bajo una misma propiedad podría crear un ecosistema propio, con una identidad deportiva y comercial que desafíe el modelo actual. La competencia interna entre equipos, las negociaciones de derechos, la captación de talento y el peso político dentro de la competición podrían verse afectados por una red que actúe con estrategias coordinadas y objetivos comunes. Para la Euroliga, acostumbrada a un equilibrio estable entre los clubes licenciados y las organizaciones más fuertes, la irrupción de este proyecto supone un recordatorio de que la estabilidad no siempre es sinónimo de inmovilidad y que el futuro puede abrirse a modelos más flexibles.

El impulso a clubes infravalorados y su potencial transformación

El foco de Bertomeu en equipos infravalorados es una de las claves que explican la magnitud de su apuesta. Al dirigirse a clubes con margen de crecimiento, poca presión mediática y estructuras más manejables, pretende demostrar que el rendimiento deportivo y el valor económico pueden escalar rápidamente con una gestión moderna y coordinada. La idea de potenciar estas entidades no solo revitaliza mercados olvidados, sino que cuestiona de raíz la idea de que el éxito está reservado para quienes ya dominan el escenario. Al crear una red que comparta inversión, metodología y ambición, se abre la puerta a una Europa más competitiva, diversa y menos dependiente de las grandes potencias.

La preocupación de la NBA ante un nuevo eje europeo

La NBA también sigue con atención esta iniciativa porque la creación de un conglomerado europeo de clubes puede influir en la proyección global del deporte. La posibilidad de que varias organizaciones compartan estructuras, metodologías y estrategias de desarrollo puede generar un trampolín competitivo que no dependa directamente de los circuitos habituales controlados por la liga norteamericana. La inquietud surge ante la idea de un polo europeo más cohesionado, capaz de captar talento joven, desarrollarlo dentro de una red propia y aumentar el valor de proyectos que antes se consideraban secundarios. La NBA intenta mutar hacia un modelo más competitivo copiando ciertos aspectos del baloncesto Europeo, con esta nueva iniciativa podría verse obligada a un cambio radical.