Los noveles aficionados actuales de este Barça Lassa recordarán dentro de unos años estas espinosas temporadas. Desde las canas de sus recuerdos, retomarán aquellas penosas travesías en las que su equipo perdía en cualquier cancha de la vieja Europa, con la fragilidad de quien nadie lo es y la esperanza de no repetir aquellas etapas. Se acordarán de aquel viejo entrenador que bajó de las montañas y comenzó a revertir aquella endémica blandura para devolver la esencia de un equipo acostumbrado a las grandes hazañas. Y recordarán partidos como el de hoy, en los que solían acabar palmando cuando el rival apenas apretaba para, por fin, aguantar tardías embestidas y asomarse, de nuevo, como de costumbre, a los puestos de honra del más honroso de los torneos de la grande y larga Europa. Hoy, este nuevo Barça Lassa iluminó el recuerdo de aquellos hoy jóvenes aficionados, llevándose una de esas partidas que tanto se perdían en épocas pasadas.

Y lo hizo sorprendiendo de entrada. Una canasta de cerquita, de esas, trabajadas y sudadas de Singleton; un mate de Tomic y una transición fugaz de Hanga. De asombro en asombro se movía el Barça en las primeras posesiones de amarillo chillón para que Bartzokas mandara a parar desde bien temprano. Igual el tiempo muerto no fue tan viral como el del Che García de esta semana, pero despertaba a su equipo para revertir el 0-6 inicial y dejar un 9-8 tras triple de Dee Bost. Gravitaba la defensa visitante sobre la atracción de Shved, para dejar tiros liberados a todo el que no se llamara Shved. Se marcaban los dueños de la cancha un 6/8 desde detrás de la línea para un 21-14 sólo rebatido por el abusón de Tomic. Factor X Claver hacía cinco puntos seguidos y el number one ruso justificaba parte de su mareante salario con su noveno punto que vencía a la bocina y dejaba el primer parón en 23-19 local.

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Mandaba Pesic a adelantar sus hordas defensivas y a tirar el fuera de juego en la línea de tiros libres visitante para provocar pérdidas rivales y ponerse por delante con un autogol local (23-25 min. 14). Así de cruda estaba la cosa, justo cuando el omnipresente mejor pagado se secaba el sudor de su lujoso contrato en la banca local. Aprovechaban el resuello los muchachos de Pesic para estirar a +5 la cuenta con un triple de Heurtel, hoy en su versión más benévola, mientras se le desinflaba el porcentaje de fábula a los de azul y amarillo. Un ganchito de izquierdas en blanco y negro de Tomic parecía dejar al Barça Lassa por delante al descanso, pero el octavo triple moscovita estacionaba, sobre el pitido final, la primera parte con los dos equipos equilibrados en 38 puntos.

Kuric desempataba el empate de primeras, para sumar más gente a la causa de ganar partidos fuera de casa y subir posiciones en la tabla. Pronto, se convertía la cosa en un todos contra Shved, al mismo tiempo que se diluían los aciertos desde el triple de todo el que no se llamara Shved. Eso y Singleton. Cuatro tímidos puntos llevaba el ex PAO al descanso. Nueve y un par de robos contabilizó en este periodo para lanzar a su equipo en un parcial definitivo que le diera hasta nueve puntos de ventaja que la defensa y los balones al hierro locales permitirían conservar antes de la última parada (59-67).

Lo seguía intentando el equipo ruso de la única manera que se le antojaba en la noche de hoy, tirándose hasta 39 triples en todo el partido, pero le funcionaba por fin la fórmula al zorro Pesic. Un 2+1 de Pangos subía la diferencia hasta los diez puntos (62-72 min. 33) a pesar del quinto tripe del gran Alexey, que con seis consecutivos y un triple del viejo Monia, ponía de repente, partido de una posesión y atraía los viejos recuerdos de temporadas pasadas: 71-74. Thomas lo dejaba incluso en la mínima expresión, con cuatro minutos por delante…y 27 puntos de Shved, que serían casualmente los mismos con los que acabaría el partido. Los fallos de la omnipresente estrella rusa y los serios, comprometidos e intensos buenos tres minutos finales del quinteto blaugrana espantaron hasta al frío moscovita para sumar la cuarta victoria seguida, en una de esas partidas que tanto se perdían en épocas pasadas.

1 Parece que no moja y empapa: Thomas Heurtel es de esos jugadores que está siempre en el alambre de los análisis afilados. Que si no es un base, que si no defiende, que si toma malas decisiones. Muchas versiones se pueden esperar del jugador francés, casi que en cada jugada. Eso sí, lástima del equipo al que le toque la versión adecuada. Cuando el bueno de Thomas está alegre y ve el partido de cara, su 1×1 y su visión de juego superan al yo-yo que pierde balones para sumar puntos y asistencias como si no se le notara. Y es que en las versiones buenas del bueno de Thomas, parece que no moja y empapa.

2 Lo que el triple te da, la línea de 6,75 te lo quita: rondaba la mitad del segundo cuarto y el Khimki había anotado ocho canastas de tres y sólo cuatro de dos. Ganaba, claro. Sus porcentajes al calor de los espacios generados por su estrella y la defensa visitante permitían a los secundarios colocarse bien para la foto antes de anotar desde detrás de la línea. Hasta que llegó el abuso. Y los ajustes blaugranas. Al final, murieron los moscovitas por donde único vivían, llegando a tirar 20 veces más de tres que de dos y haciendo más del doble de triples. Y es que, por mucho talento que tengas, lo que el triple te da y por mucho que Shved te lo bendiga, la línea de 6,75 te lo quita.

3 Y en el tercero, la clase de Singleton: hasta 29 puntos hizo este Barça Lassa de cuatro victorias ya en el tercer cuarto. Un parcial definitivo en el que labró la ventaja clave para hacer el segundo triunfo fuera de casa. Y a él contribuyeron sin duda, los cinco minutos mágicos de Chris Singleton. Tímido hasta ese momento, como si el partido no fuera con él y el frío le adormeciera, el cuatro traído como estrella se marcó nueve puntos y un par de defensas para apuntalar aquella ventaja y hacer el trabajo para que se le ha traído desde Grecia. Poco importó después el arreón ruso, porque ya había aparecido en el tercero, la clase de Singleton.