El 21 de mayo de 2012 se confirmó la retirada de uno de los mejores jugadores del siglo XXI en el baloncesto europeo. El lituano Ramunas Siskauskas ha decidido colgar las botas después de más de quince años a primer nivel. Una decisión que tenía meditada desde febrero, pero que decidió anunciar al concluir la temporada con el CSKA de Moscú, tras ganar el liga ante el Khimki y perder de manera sorpresiva la Euroliga contra el Olympiacos en el último segundo, y después de fallar dos tiros libres a falta de 9.7 segundos para concluir la final de Estambul.

Un jugador que con su 1,98 de altura y desde la posición de alero ha dominado el juego. Por ello, algunos le comparaban con Scottie Pippen, sobretodo por su forma de entender el baloncesto y la elegancia de sus movimientos sobre el parquet. El lituano, que todavía no ha alcanzado los 34 años, ha ganado ligas en los cuatro países que ha jugado (Lituania, Italia, Grecia y Rusia), es decir que Lietuvos Rytas, Benetton de Treviso, Panathinaikos y CSKA han saboreado las mieles del éxitos junto a este genio de carácter humilde.

Dentro de su carrera destacan la medalla de oro en el Eurobasket de 2003 ante España o el bronce de los Juegos Olímpicos de Sidney. Pero en lo que ha clubs se refiere, Ramunas Siskauskas ha ganado dos Euroligas con dos equipos distintos, el Panathinaikos de Zeljko Obradovic en la 2006/2007 y el CSKA de Ettore Messina la temporada siguiente.

Tal vez sea esa última temporada la mejor del alero báltico. Un curso donde llegó a Moscú para ser la guinda del pastel de un CSKA, que venía de perder precisamente la Final Four en Atenas ante Siskauskas y su Panathinaikos. Un jugador que complementaba a las mil maravillas con la plebe de estrellas que conformaban aquella plantilla. Nombres como Langdon, Holden, Papaloukas o Smodis integraban un conjunto nacido para triunfar y que dirigía el italiano Ettore Messina.

Aquella plantilla destacaba por la gran calidad táctica que atesoraba, destacando el juego colectivo y la búsqueda del pase extra como claves del éxito. Su buena lectura del juego, unido a la magnífica conexión entre postes, gracias a la capacidad de pase de Andersen y sobretodo Smodis, hizo de los moscovitas un rival temible.

Una Euroliga que dominó de principio a fin, puesto que en la fase de previa acabó como primero pese a compartir grupo con dos equipos que a la postre acabarían disputándole el cetro europeo en Madrid, Montepaschi Siena y Tau Cerámica Baskonia, ahora Caja Laboral. La primera fase la concluyeron como primeros, con un balance de 12 victorias por tan solo 2 derrotas.

Con esa primera plaza, evitaron en el Top 16 al Panathinaikos de Zeljko Obradovic, su bestia negra en la pasada final, y quedaron encuadrados en un grupo con Unicaja, Lottomatica Roma y AXA FC Barcelona. También lograron su clasificación para cuartos como primeros con un balance de 4-2 y con el factor pista a su favor en los cuartos de final. De esta manera, tan solo tenían un último escoyo en el camino para regresar a la Final Four de Madrid, el Olympiacos del Pireo.

Un cruce de cuartos que se complicó tras caer por 74-76 con una canasta sobre la bocina de Lynn Greer en el primer encuentro de la serie, algo que obligaba a los de Messina a ganar los dos siguiente para no verse apeados a las puertas de la F4. Y eso fue lo que ocurrió, CSKA ofreciendo una exhibición de madurez y buen baloncesto, cambió el sino de la eliminatoria ganando por 83-73 en el Pireo y certificando su pase por 81-56 en casa en el último y definitivo tercer encuentro. De este modo volvía a la final, en busca de su sexta Copa de Europa.

Madrid, a por la sexta

Días antes de disputarse la Final Four, Tony Kukoc, uno de los mejores aleros de la historia del baloncesto europeo, fue el encargado de entregarle el galardón que le acreditaba como MVP de la temporada regular de la Euroliga. Un lugar en el quinteto ideal de la competición en el que estuvo acompañado por su compañero Trajan Langdon, el base norteamericano de Montepaschi Siena Terrel McIntyre, Terence Morris del Maccabi Tel Aviv y el baskonista Tiago Splitter.

Precisamente el pívot brasileño fue su rival en las semifinales. El cuadro de Neven Spahija estaba repleto de jugadores de calidad con nombres como Pete Mickael, Zoran Planinic e Igor Rakocevic. Además los vitorianos encadenaban su cuarta Final Four de manera consecutiva, contando en esta con el factor pista, por aquello de la cercanía entre Vitoria y Madrid.

Un choque marcado por la igualdad de principio a fin, incluso favorable en momentos para Baskonia gracias al buen hacer de Splitter y Rakocevic, que acabaron con 17 y 19 puntos respectivamente. Un inspiradísimo Siskauskas, autor de 16 puntos, catapultó junto a Smodis y Andersen a coger una ventaja de 8 puntos en el último cuarto, diferencia que resultó inalcanzable para los vitorianos.

Galería fotográfica de aquel choque (Por Fran Martínez):

Tras sufrir lo indecible en la semifinal, habían vuelto a una final de la Euroliga por tercera vez de manera consecutiva. Su rival, el clásico y mítico Maccabi Tel Aviv. Los israelís venían de eliminar a Siena pero habían perdido el potencial anotador de años anteriores.

La sombra de Sarunas Jasikevicius era demasiado alargada todavía, tras su marcha a los Indiana Pacers durante el verano, y tan solo contaban con Nikola Vujcic y Yotam Halperim de la vieja guardia. En su lugar, jóvenes valores como Casspi o Eliyahu surgían junto al norteamericano ex de la universidad de Georgia Tech, Will Bynum y al poderío físico de Terence Morris.

La final, pese arrancar 5-0 favorable al Maccabi, rápidamente CSKA dejó claro que esa noche no iban a dejar escapar el título. Un inspiradísimo Langdon, con 14 puntos al descanso, martilleaba el aro rival desde la línea de tres puntos. Solo el acierto anotador de Bynum mantuvo al Maccabi en el partido hasta el descanso.

Tras el paso por los vestuarios, Holden acabó por romper el encuentro con dos triples consecutivos que abrían una brecha cercana a los 10 puntos en el luminoso. A partir de ahí, el ritmo de juego perteneció más y más a CSKA, y gracias a la magnífica dirección del base Theodoros Papaloukas consiguieron cerrar el choque por 77-91. Ramunas Siskauskas acabó el partido con 13 puntos, 8 de ellos desde el tiro libre y sin fallo.

El sexto titulo continental ya estaba en las vitrinas del todopoderoso CSKA y con Langdon como MVP de la Final Four se cerró un círculo que se mantenía abierto desde aquella derrota ante Panathinaikos en el OAKA. De aquella final a esta, tan solo una cosa había cambiado, la llegada del lituano Ramunas Siskauskas al cuadro de Ettore Messina.

El alero lituano jamás volvió a saborear el triunfo en la Euroliga, pese a ser año tras año favorito con CSKA de Moscú. Muchos recuerdos y exhibiciones individuales deja este tímido jugador fuera de la pista, pero que con el 8 a la espalda, hizo las delicias de todos los aficionados al baloncesto.

Galería fotográfica de la Final (Por Fran Martínez):