EL VERANO DE SARAS

EL MVP MÁS EXTRAÑO

La cosa más difícil en el ajedrez es ganar una partida ganada. El viejo dicho para el deporte disputado en el tablero también se aplica sin dificultad al baloncesto. Aquellos Playoffs ACB de 2003, el Barcelona de Svetislav Pesic, simplemente, debía rematar. Habían logrado romper con la legendaria maldición del club blaugrana en la Euroliga, además de aderezar la campaña con una Copa del Rey obtenida tras batir a Real Madrid, Unicaja y Tau Cerámica.

Por ello, aquella final liguera ante el Pamesa Valencia de Fabricio Oberto y Dejan Tomasevic resultaba tan peligrosa para los intereses culés. La formidable pareja interior taronja, capital para la ULEB obtenida por el club valenciano ese mismo año, se presentó en el Palau dispuesta a poner una pequeña mácula al gran curso de los blaugranas. Sin embargo, alguien evitó que aquel Barcelona compartiera el destino que tuvieron sus sucesores de 2010 (autores de un doblete Copa-Euroliga) frente al Baskonia de San Emeterio, Tiago Splitter y Marcelinho Huertas

71-72 abajo, Jasikevicius fue buscando bloqueos (el primero de Gregor Fucka; después, de Roberto Dueñas) para lanzar un triple que heló al Palau hasta que la pelota descendió para introducirse en la canasta. A nadie le gustaban más aquellos momentos tensos del encuentro que al lituano, quien convivía con una plantilla de campeones donde había nombres como Dejan Bodiroga, por aquel entonces el jugador más decisivo de Europa.

No obstante, ese Pamesa dirigido por Paco Olmos no se rendía fácilmente; un palmeo ofensivo de Paraíso restableció las tablas con apenas veinte segundos por jugarse. Sin que nadie lo dudase, incluyendo a un Pau Gasol que lo observaba desde la grada, el balón fue a Jasikevicius, quien resolvió con una suspensión (76-74). Tomasevic todavía tuvo tiempo para un pase de béisbol que Nacho Rodilla se las ingenió para controlar desde la esquina.

Pese a estar muy alejado de las tareas defensivas en sus características, el playmaker lituano corrió para conseguir el tapón más limpio de su carrera, abrazándose a Rodilla tras un gran espectáculo. Era el preludio del 3-0 con el que su escuadra se impondría y alcanzaría el triplete, con él designado como MVP, si bien esos no serían los titulares.

Comentaristas de lujo para aquella ocasión, Sixto Miguel Serrano y Juan Antonio San Epifanio, “Epi”, no cabían en su asombro de los rumores en la Ciudad Condal acerca de que Pesic quería prescindir de los servicios de quien había sido el mejor jugador del partido.

Sea como fuere, terminó sucediendo. Normalmente, una campaña tan victoriosa y un galardón individual deberían servir para afrontar las vacaciones veraniegas con cierta tranquilidad. Sin embargo, el deportista de 27 años debería encarar y meditar un futuro incierto donde las ofertas no tardarían en presentarse.

LA DECISIÓN

Dentro del panorama ACB, Jasikevicius recibió pronto ofertas del Tau Cerámica o del propio Pamesa Valencia. De cualquier modo, la reciente ruptura con el Barcelona parecía enfocarle a buscar acomodo en otro campeonato. Poco antes de empezar el Eurobasket con su selección, la posibilidad de marchar al Maccabi Tel Aviv iba cobrando más fuerza. Rimas Kaukenas, compañero de selección, le habló de su buena experiencia con el Hapoel Galin Elyon, algo que iría despejando sus dudas sobre aceptar la oferta del gran gigante del baloncesto israelí.

Una vez tomado el rumbo, le resultó más fácil concentrarse en los planes de Antanas Sireika, seleccionador de Lituania, aunque el malestar por haber dejado el club azulgrana seguía resultando evidente a su entorno más cercano.

Consciente de tener a una gran generación post-Sabonis, medalla de Bronce en los Juegos Olímpicos de Sydney, Sireika había tomado una decisión táctica clave: Lietuva tendría siempre un 4 pequeño y que tuviese buen lanzamiento de tres puntos: Saulius Stombergas y Mindaugas Zukauskas se amoldaban perfectamente a ese ideario. El staff técnico del ambicioso míster incluía a nombres como Gintaras Krapikas o Donnie Nelson.

Más allá de un base que llegaba en un momento de plenitud, el combinado era una plantilla repleta de gran talento. Sobresalía Ramuas Siskauskas, un verdadero comodín que rendía siempre, quien, con el paso del tiempo y sus meritorias actuaciones en Euroliga, se ganaría el tremendo piropo de “El Pippen báltico”.

Durante la fase de clasificación, la conexión Jasikevicius-Siskauskas había brindado estampas tan memorables como el ally oop que ambos firmaron en una victoria de prestigio en tierras turcas. Asimismo, se hablaban maravillas del rubio Arvydas Macijauskas, cuya capacidad lanzando con el Lietuvos Rytas le llevó a firmar contrato con un club de prestigio ACB como el Tau Cerámica de Dusko Ivanovic.

NORRKÖPING

A pesar de no haber terminado en las mejores relaciones, Jasikevicius era el primero en admitir que el entrenamiento con el staff técnico de Pesic le permitió presentarse al Eurobasket en un estado físico excelente. En la base de operaciones de Norrköping, los lituanos pronto se dieron cuenta de que la cercanía a la patria les iba a permitir tener un apoyo de su afición en los pabellones superior al de anteriores experiencias.

Pronto, comprendieron lo mucho que iban a necesitar dicho aliento. El debut ante Letonia tenía ribetes históricos, puesto que ambos países habían logrado importantes títulos antes del auge de la Unión Soviética. Aquel día, los dos vecinos vieron el aro como una piscina en una jornada donde se mascó la tragedia para los lituanos en varias ocasiones. Sin embargo, lograron sobrevivir para llegar a una prórroga donde Macijauskas logró un triple imposible y sin ángulo.

El colosal Kaspars Kambala frenó y mandó a Jasikevicius a la línea de personal, donde el playmaker selló el 92-91 definitivo. Tras ese triunfo moral, Lituania logró vencer el siguiente choque ante Israel y preparar adecuadamente el duelo frente a Alemania. Como para cualquier oponente de los germanos en aquellos días, la clave para Lietuva era limitar, en la medida de lo posible, a Dirk Nowitzki. A diferencia de otros combinados, los de Sireika tenían la ventaja de contar con Donnie Nelson, cuyo padre entrenaba al astro en los Dallas Mavericks.

Estaba en juego algo más que el liderato del grupo B. Quien venciese, accedería directamente a los cuartos de final, un aval de descanso que podía ser oro en tierras suecas. Fue también la oportunidad de que Saras se reencontrase con dos antiguos camaradas del Barça: Patrick Femerling y Ademola Okulaja. A nivel morboso, existía expectación también por el hecho de que Marko Pesic, hijo de Svetislav Pesic, militase en el conjunto teutón.

Homenajeando inconscientemente a su compañero Navarro, Jasikevicius cerró el segundo cuarto con una pequeña bomba ante las manos alzadas bávaras (46-33). Nada más volver de los vestuarios, el base mantendría su inercia y arrancó otro 2+1 espectacular (49-35), además de exhibir su capacidad de hallar a Stombergas en la esquina. Pese a estar lejos de ser un especialista defensivo, contribuyó a la causa de contener a Nowitzki arrancando una falta en ataque a la estrella NBA.

El puño alzado de Stombergas reflejaba su sensacional noche desde la larga distancia (5 de 8); quien se había caracterizado por ser un trotamundos de las canastas, desde Bolonia a Estambul, pasando por cancha baskonista, daba su mejor versión con su país. Su estilo era justo lo que precisaba el sistema de juego de Sireika y resultaba una verdadera delicia para la persona aficionada cuando estaba inspirado en el tiro. En el otro lado, el extraterrestre Nowitzki logró sus puntos, pero no alcanzó esas rachas que llevaban a los teutones a poder batir a rivales teóricamente superiores.

Conversando con sus padres, Jasikevicius parecía eufórico tras el éxito. Admitió a su círculo familiar que, ponderados todos los adversarios, pensaba que los suyos tenían todas las piezas precisas para terminar alcanzando la copa. Se trataba de una afirmación audaz, habida cuenta de que habían pasado más de seis décadas sin una alegría de esa índole para una afición que respiraba por el baloncesto.

Entre aquellos rivales que observó con el rabillo del ojo se encontraba España. Su sustituto en el Barça, Roger Grimau, había debutado con gran acierto. Frente a la anfitriona Suecia, el escolta catalán acertó sus cuatro triples y exhibió esa concentración defensiva que tanto agradaría a Pesic en el Palau. Sin embargo, quedaba todavía mucho torneo y Jasikevicius estaba convencido de poder dejar su sello en el mismo.

MISIÓN ESTOCOLMO

El cambio de escenario a la capital pareció inquietar un poco a la selección lituana. Algún integrante del combinado incluso sugirió que el pabellón donde iban a jugar parecía más bien un campo de golf. Con todo, el mayor motivo de inquietud era el oponente en cuartos de final: Serbia, campeona en el Viejo Continente y del mundo.

Pese a esa aura, que bebía del mito de la casi imbatible Yugoslavia, se trataba de una formación menos bien avenida que en el pasado. Faltaban nombres vitales como Pedrag Stojakovic, Vlade Divac o Dejan Bodiroga, entre otros. La mañana del encuentro, Jasikevicius departió con otro veterano de la ACB, Milan Gurovic, quien no se mostraba especialmente optimista con respecto a las opciones de los suyos, comandados en la banca por Dusko Vujosevic.

Nada más producirse el salto inicial, Saras inició una veloz penetración a canasta que abrió el marcador. Indudablemente, se trató de un augurio sobre el tipo de ritmo que quería imponer al duelo antes de que Serbia despertase. Tras el primer cuarto, Jasikevicius llevaba 10 puntos y 5 asistencias, siendo el director de una orquesta afinada que se imponía 30-19.

Al descanso, con un 57-43, parecía claro que el traslado a Estocolmo no había perjudicado a un seleccionado que iba erigiéndose en uno de los grandes favoritos. Por momentos, la escuadra parecía levitar, poniendo en tela de juicio que incluso iconos patrios de la talla de Arturas Karnisovas señalasen a otros combinados como el español como superiores a Lietuva.

De cualquier modo, aquella Serbia tan criticada seguía poseyendo figuras del calibre de Marko Jaric. Además, algunos de sus compañeros quizás no tenían el talento de Stojakovic o Bodiroga, pero sí su misma escuela y ambición. Los de Sireika bajaron el pie del acelerador a falta de diez minutos y la atmósfera cambió. Jasikevicius erró tiros cómodos para él y los rivales balcánicos sacaron toda su fuerza.

Con 80-76, a poco más de cinco minutos, el base dejó de obcecarse y halló a Macijauskas, justo el hombre que podía ser más frío en aquel atolladero, quien firmó un triple que cayó como un trueno en las filas serbias. Fue una cura de humildad y la última pieza que faltaba al rompecabezas, recordar que nada estaba hecho hasta el pitido final.

El gen competitivo de sus oponentes les sería preciso ante el siguiente gran reto.

CABALLOS DE CARRERAS

Francia era el gran reto para acceder a la lucha por el oro. Realmente, no existía ningún rival europeo que pudiera igualar el nivel físico del combinado de Alain Weisz: Mousthapa Sonko, Florent Piétrus, Abdul-Wahad, Alain Digbeu, etc. En resumen, verdaderos caballos de carreras que, además, tenían a un floor general excepcional: el joven y veloz Tony Parker, recientemente campeón con los San Antonio Spurs de Tim Duncan y David Robinson.

El duelo de Parker frente a Jasikevicius era considerado la clave para muchos analistas antes del salto inicial. Consciente de su inferioridad en cuanto a explosividad, Lietuva planteó una zona casi permanente. Aunque pareciera simple, se trataba de un plan meditado, puesto que uno de los pocos defectos de les bleus en aquel campeonato radicaba en no penalizar lo suficiente los tiros abiertos.

Fue uno de los mejores partidos de aquel verano que expiraba. Los problemas de faltas de Laurent Foirest, uno de los lanzadores puros de los galos, fueron una ventaja para sus adversarios, quienes impusieron un ritmo de pases que permitiría equilibrar su menor poderío bajo tableros. 48-37 abajo, Tony Parker decidió que ya había visto suficiente y tomó el timón de las operaciones para elevar la intensidad de la semifinal.

Por motivos distintos a los de Jasikevicius tras su ACB, también a Parker le habían silbado los oídos pese al anillo obtenido en El Álamo. El motivo se encontraba en la magnífica campaña de Jason Kidd, base de los subcampeones de la NBA, los New Jersey Nets. Aquel Parker que disfrutamos en Suecia ya tenía su capacidad para ver espacios y penetrar a canasta como pocos deportistas en el mundo, pero quizás le faltaba desarrollar más esa lectura de juego que luego elevó al máximo con Gregg Popovich.

Nada defraudó en el pulso entre los dos genios, incluyendo un final apretado. El 72-70 favorable a los bálticos se mantuvo tras varias posesiones erradas de uno y otro bando. Aquel día, incluso el presidente Valdas Adamkus estuvo en el

pabellón como un aficionado más, puesto que no solamente era el billete a la final, también la garantía de que tendrían representación en los Juegos Olímpicos de Atenas.

Uno de los más elogiados fue Eurelijus Zukauskas, apodado “el portero” en la plantilla por su capacidad para desviar los balones lanzados por sus pívots rivales. Moustapha Sonko fue su víctima en aquella ocasión con un tapón a falta de apenas 39 segundos. Ahora, se esperaba que hiciera lo propio frente a Pau Gasol.

LA GRAN FINAL

Lituania y España habían protagonizado vidas paralelas en aquel campeonato. Ambas invictas, con más del 80% en acierto en tiros libres y con dos líderes muy destacados. Pau Gasol era el arma anotadora del conjunto dirigido por Moncho López, mientras que Jasikevicius se presentaba como el máximo asistente del campeonato.

Durante la preparación, los dos oponentes habían celebrado amistosos. Antes de volar a Suecia, España batió con claridad (16 puntos) en Salamanca a los pupilos de Sireika, los cuales se tomaron cumplida revancha en el duelo de Torrevieja. Por ello, resultaba incierto realizar pronósticos.

Si Francia había supuesto un escollo formidable en una de las semifinales, España lo tuvo igualmente complicado ante la competitiva Italia de Bulleri y Basile. En un agónico final, fue “La Bomba” Navarro quien se echó el peso del duelo a sus espaldas, garantizando un billete para luchar por el oro, con la satisfacción de tener los deberes hechos con respecto a la clasificación olímpica.

El primer cuarto resultó extraño. Jasikevicius se cargó rápido de dos faltas personales que le llevaron al banquillo. Pau Gasol siguió imparable (9 puntos en esos diez minutos), pero los lituanos supieron controlar relativamente bien al resto, imponiéndose por un ajustado 20-19 en ese inicio de la batalla.

Coincidiendo con el regreso de Saras para el segundo cuarto, Moncho López tomó la inteligente decisión de colocar sobre él a Rodrigo de la Fuente, quien conocía perfectamente los trucos del mago lituano por haber compartido vestuario en la Ciudad Condal. De la Fuente no tenía la explosividad anotadora de Juan Carlos Navarro, Bodiroga o el propio Jasikevicius, pero fue el capitán de Pesic en aquel 2003 y se entregó a la misión con su usual profesionalidad.

Sea como fuere, en el primer mal entendimiento entre Felipe Reyes y de la Fuente, Jasikevicius conectó su primer triple (29-23), aprovechando los magníficos minutos de Songaila. Quizás por debajo de lo esperado en aquel torneo, el talentoso ala-pívot fascinaba su base por la capacidad de no ponerse nunca nervioso, durmiendo a placer en la habitación que compartían, tan poco inquieto por el torneo como por su inminente viaje a los Sacramento Kings de Rick Adelman, vistosa franquicia que le había seleccionado.

A besa de las ráfagas brillantes de Navarro, el combinado español se fue al descanso perdiendo (40-31), pero con la sensación de poder equilibrar a nada que recuperasen la fluidez del sistema que le había llevado hasta allí.

El tercer cuarto se caracterizó por una Lituania sin miedo a que sus estrellas se cargasen de faltas y generosa en el esfuerzo ofensivo. Macigauskas culminó su obra maestra sin fallar un solo tiro libreo en el campeonato, algo que contrastaba con los regalos que los pupilos de Moncho López estaban realizando. Incluso Gasol erró una gran cantidad de ellos, un hándicap ante un conjunto tan fino en esas lides como el báltico.

Cuando algunos de sus mejores compañeros iban saliendo expulsados por acumulación de faltas y ante la asfixiante presión de una España que tiraba de orgullo, llegó el momento ansiado de Saras. Sin complicaciones cuando existía la máxima presión, logró dos asistencias de campo a campo para tornar a sus camaradas en palomeros, además de certificar algunos tiros libres esenciales.

Si bien no fue su final soñada, la valoración global del Eurobasket llevó a que Jasikevicius recibiese el galardón de MVP del campeonato, fruto de su magistral batuta alrededor de una Lituania de gran nivel coral, con el baloncesto más vistoso de los que se habían visto en tierras escandinavas.

El que comenzó siendo su verano más incierto en lo profesional, culminó como en un cuento de hadas.

BIBLIOGRAFÍA:

CERRATO, R., Gregg Popovich: El sargento de hierro, Ediciones JC, Madrid, 2018.

ESCUDERO, J. F. (coord.), Extranjeros en la ACB, Ediciones JC, Madrid, 2009.

HINOJOSO TORRES, J., Sueños robados. El baloncesto yugoslavo, Ediciones JC, Madrid, 2011.

JASIKEVICIUS, S. y SCIBETTA, P., Ganar no es suficiente: Mi vida, mi baloncesto, Libros Cúpula, Barcelona, 2021.

PARICIO CARREÑO, Á., Cuando fuimos los mejores: La década dorada de la selección española de baloncesto, Ediciones JC, Madrid, 2011.