La Final Four, instituida como resolución de la máxima competición continental en 1988, ha visto pasar grandes bases a lo largo de su historia. Algunos han sobresalido más por ser capaces de anotar a voluntad, como el letal David Rivers campeón con Olympiakos en 1997. Pero otros han hecho del pase su especialidad, son lo que los americanos llaman “pass-first point-guard”. Prigioni es sólo el último eslabón de una cadena de maestros.

El Philips de Milán fue el primer campeón de Europa en el formato de Final Four. Un equipo cuajado de estrellas, la mayoría de ellas veteranísimas: Bob McAdoo, Dino Meneghin… pero gran parte del éxito de ese equipo tan peculiar se debía a un talentoso base ítaloamericano, Mike D’Antoni. Como Prigioni, buscaba el hacer mejores a sus compañeros, pero era capaz de anotar con fluidez cuando la situación lo requería, buena muestra de ello son sus 17 puntos en la final de 1988. Hoy en día triunfa en la NBA como técnico de Phoenix Suns tras haber impartido magisterio en la Benetton de Garbajosa.

Zoran Sretenovic era la manija de esa Jugoplastika que maravilló a Europa por su juventud y talento. Capacitado para lanzar desde larga distancia, sabía sin embargo cuándo debía pasar a sus compañeros para que anotaran más fácilmente. Sus 7 asistencias en la final de 1991 atestiguan su capacidad.

En 1993 saltó la sorpresa en la competición: el Limoges de Bozidar Maljkovic se llevaba el trofeo. En la posición de base, el esloveno Jure Zdovc, un base poco imponente pero poco inteligente que sabía surtir de balones al anotador de un equipo destinado al basket-control, Michael Young.

En 1999 otro equipo que no llegó a la cita con la vitola de favorito se proclamó campeón. En este caso fue el Zalgiris de Kaunas, que batió en la final a la Virtus de Rigaudeau, Danilovic o Nesterovic. Al timón, un jugador que ha llegado al estatus de clásico en el baloncesto europeo. Se trata ni más ni menos que de Tyus Edney, un base muy menudo pero rápido de manos y de mente.

El último en sobresalir en una Final Four en este aspecto es un triple campeón, Sarunas Jasikevicius. Un jugador total, capaz de anotar con facilidad y de asistir con igual precisión. Un auténtico talismán para sus equipos y una pesadilla para sus rivales.

En esta edición podemos apreciar diferentes tipos de directores de juego. Prigioni es el heredero directo de este estilo de dirigir el juego, con el brazo rápido no para catapultar el balón hacia el aro sino para habilitar al jugador mejor colocado. Un animal en peligro de extinción. En Praga hemos podido comprobar que en la actualidad se ha impuesto otra manera de ver el basket y que en la posición de “uno” son otros los que toman el relevo.