El CSKA de Moscú regresa a la Final Tour por cuarto año consecutivo, con el objetivo de poder llegar por fin a la gran final del baloncesto europeo, algo que no ha conseguido en sus tres anteriores comparecencias.

Este nuevo proyecto deportivo, en el que por fin se quiere regresar a la cumbre del baloncesto europeo, algo que la entidad de la armada rusa no conoce desde su último título en 1971, se basa por una revolución desde el banquillo con la incorporación del ahora, seis veces Final Four, Ettore Messina, en sustitución de Dusan Ivkovic, que en fechas recientes conquistó la Uleb Cup, con el enemigo de la misma ciudad el Dynamo.

El año pasado el equipo de Ivkovic llegó hasta la Final Four en la que eran anfitriones, con un impresionante record de 21-1. Al final de temporada acabarían con un espectacular 21-3, pero las dos derrotas de la Final Four fueron demasiado amargas y pesaron más que las anteriores victorias y acabarían por firmar la sentencia de muerte de Ivkovic en el banquillo.

Al final de temporada también llegaron algunos cambios en el roster del equipo, se fue un hombre carismático en Moscú, como era Marcus Brown, pero el resto de pilares del equipo anterior se mantuvieron en la fría capital rusa, como el caso de Theos Papaloukas, JR Holden o David Andersen. En sustitución del “fracasado” Granger, y de Marcus Brown llegaron dos hombres con buen cartel en Europa como el tirador de Alaska Trajan Shaka Langdon o el completo David Vanterpool. Además en el juego exterior también contaron con la baja de un hombre con talento, que no obtuvo de la continuidad suficiente en el combinado ruso como es Sergei Monia. En el juego interior, Dimos Dikoudis decidió volver a Valencia, porque no se garantizaban minutos en el nuevo proyecto, y Martin Müürsepp que buscó un hueco a su excelente muñeca en la plantilla del Unics Kazan. En su recambio, llegó el talentoso Matjaz Smodis.

El CSKA llega a la Final Four con excelente record de 17-5, el mejor de los cuatro equipos presentes en Praga, al CSKA le sigue el Tau Baskonia con un record de 17-6, y el Maccabi con un 16-7. El que peor balance entre partidos ganados y perdidos es su rival, el Winterthur Barcelona con un 14-9.

El equipo moscovita tuvo un mal inicio de competición, precisamente por eso, porque el equipo andaba falto de competición y estaba poco acoplado. Cosechó dos derrotas, una en casa, en la primera jornada ante el decepcionante Montepaschi de Siena, precisamente el equipo italiano es junto con el Panathinaikos el único equipo que ha sido capaz de ganar en el USH de Moscú.

A partir de aquí el equipo empezó a ser más regular, y enlazó una racha de seis victorias consecutivas, jugando un buen baloncesto defensivo y arrasando a cada uno de sus rivales por una diferencia media de más de veinte puntos. Luego un pequeño bache de resultados, ante los dos mejores equipos de su grupo, Unicaja y Panathinaikos, pero siempre saliendo derrotado en los instantes finales, en el caso del Unicaja tuvo que ser en una prorroga, forzada por Trajan Langdon, un jugador que empezó mal la temporada pero que poco a poco va alcanzando su nivel. En liga regular ya no tendrían ningún bache más.

Llegado el Top 16, el equipo moscovita se vio enmarcado en el grupo F, junto con el Tau Cerámica, el sorprendente Lietuvos Rytas y otro de los equipos revelación del año el GHP Bamberg. Todo indicaba que iba a ser una lucha entre Tau y CSKA por la primera plaza que concedía el factor cancha en los cuartos de final, con un invitado de excepción como fue el Lietuvos. Los rusos comenzaron con fuerza, con un 3-0, derrotando con contundencia a Lietuvos y Bamberg a domicilio, y ganando a un agotado Tau en casa por seis puntos. Tras una trabajada victoria en casa ante Lietuvos Rytas los moscovitas fueron los primeros en certificar su pase a la siguiente fase. La derrota del Tau en Vilnius salvando el average, permitió al equipo ruso ir a Vitoria con la primera plaza asegurada.

En cuartos de final su rival en suerte fue el Efes Pilsen de Estambul, en una serie que solventó por la vía rápida, gracias al buen hacer de sus exteriores, de Smodis, y de un renacido Sergey Panov.