Es difícil recordar un partido peor en el Buesa Arena en los últimos años. Un partido peor del equipo local, claro, ya que el Estrella Roja de Belgrado disfrutó de lo lindo jugando con un muñeco roto entre sus manos llamado Laboral Kutxa Baskonia. Las consecuencias no tardaron en llegar, ya que apenas veinte minutos después del choque, Felix Fernández anunciaba que el club destituía a Marco Crespi como entrenador de Laboral Kutxa, quedando el equipo momentaneamente en las manos del vitoriano Ibon Navarro. Tres derrotas consecutivas, con un equipo que hoy se salía de forma definitiva de la línea. 

El equipo serbio hizo lo que quiso ante un equipo roto, sin identidad, sin ganas y sin fuerza para poder levantarse del suelo después de los primeros golpes directos en el mentón del equipo visitante.

Dificilmente el Baskonia pudo jugar peor. Un equipo que ha bajado del éxtasis del partidazo ante el Galatasaray a lo más bajo en el barro en los últimos tres partidos, que hoy han ahondado en la herida de un equipo descompuesto. Laboral Kutxa se desmontó en el segundo cuarto, momento en el que el equipo rival quiso elevar el nivel de dureza del partido y quiso empezar a defender, tras un desmadre de primeros 14 minutos en los que el partido era digno de un solteros contra casados. Aún así, Baskonia sobrevivía. 

Ahí Laboral Kutxa dejó definitivamente de defender lo poco que solía y además añadió que dejaba de ir tan siquiera al rebote defensivo -45 rebotes por 26- y de hacer balance. Buenos minutos de Mitrovic y de Blazic sirvieron para romper el partido. El resto fue la imagen de una marioneta en manos de un equipo serio, que con un juego sin estridencias sabía a que jugaba. Dominando con sus interiores con Zirbes y Marjanovic y con Luka Mitrovic como cuatro abierto. Por fuera, Marcus Williams jugaba a lo que le daba la gana ante un Laboral Kutxa que no era capaz de tener una sola idea en ataque. Al final la renta serbia quedó en solo 20 puntos, o que tras el discurrir del partido se antojan demasiados pocos puntos.