Dos de las universidades más prestigiosas a nivel académico en el mundo se enfrentaban ayer en el Haas Pavilion, en Berkeley, lugar que alberga a los California Golden Bears con un campus a distancia de metro del centro de San Francisco, al otro lado de la bahía y justo después de Oakland. Precisamente recibían a Stanford Cardinals ante los cuales existe una rivalidad regional ya que esta institución esta ubicada al sur de la ciudad del Golden Gate, a pocos kilometros en la población de Palo Alto, en medio del archiconocido Silicon Valley, cuna y sede de las empresas más poderosas del mundo en el ámbito tecnológico. En definitiva 64 kilómetros de distancia entre ambos colleges.
El partido cobraba más importancia para California, un equipo que acumulaba siete partidos seguidos sin perder y se situaba tercero en la competida Conferencia Pacific 12. Quería finalizar la liga regular con su octava victoria seguida para afrontar el Torneo de Conferencia con la confianza al máximo. Pero enfrente tenían a unos luchadores y combativos Cardinals que deportivamente sólo se jugaban el honor de ganar a uno de sus máximos rivales.
A cinco minutos del final y con el partido decidido para Stanford que ganaba por 19 puntos, un cruce de cables de su jugador interior Dwight Powell apartando violentamente a Allen Crabbe de un codazo y tirándolo al suelo provocó algo no muy usual en la liga colegial:
El desenlace fue curioso porque lo que parecía iba a terminar con todos los implicados en la ducha, los colegiados tras más de diez minutos deliberando, dejaron solamente con castigo en forma de faltas personales a los seis inmersos en la reyerta que estaban en ese momento en cancha jugando, y sólo expulsaron a todos aquellos que se incorporaron a la melé desde los banquillos -un jugador de cada equipo, gran parte del staff técnico de Stanford y uno de California-. El partido acabó con victoria de los Cardinals por 83-70.
Se nota que es Marzo, que los Torneos de Conferencia se están cociendo, unos han empezado ya, el Gran Baile está a un par de semanas de comenzar y por ello, los nervios están a flor de piel. La grandeza de la March Madness ya se huele y los equipos lo saben y están tensos. Todo esto hace que cualquier mínimo contacto, origine situaciones como las vividas anoche en Berkeley. Por suerte, todo se quedó en nada.