Tras dos años consiguiendo reinar en Europa, el próximo fin de semana el Maccabi se enfrenta a su reto más difícil. Su camino hacia la Final Four ha estado plagado de complicaciones y obstáculos, un viaje largo en el que han tenido que aprender a vivir sin su alma y cambiar el estilo de juego que les hizo grandes una vez.

El verano fue muy movido y estuvo claramente marcado por la marcha de Sarunas Jasikevicius. La negativa de Shammond Williams para tomar el relevo del lituano dio paso a un debate abierto en la afición macabea, que no veía claro el fichaje del que se perfilaba como principal candidato al cargo: Will Solomon, y preferían a un compatriota como Meir Tapiro. Finalmente, el americano fue el elegido y desde el principio de la temporada nada ha sido lo mismo en Tel-Aviv.

En la presente temporada el Maccabi ha dejado de ser el equipo de juego excelso de los dos últimos años, y han tenido que aferrarse al carácter y a la garra para ganar en situaciones impensables hace unos meses. Por ejemplo, el inicio de la liga regular fue un suplicio para ellos, poniéndose después de cuatro semana con un inusual balance de 2-2, Solomon liderando la anotación y Parker dando muestras de debilidad (actualmente solventadas): “No recuerdo un inicio tan malo desde que llegué al Maccabi“, decía el alero americano.

La afición abucheaba a Solomon y el presidente Mizrahi solo lo mantuvo en el equipo porque piensa que cortar a un jugador en medio de la temporada es síntoma de mal agüero. Mientras tanto el Lietuvos Rytas dejaba en ridículo a los de amarillo y Gershon intentaba calmar los ánimos diciendo que eran el mejor equipo de la competición. La realidad era bien distinta y los problemas internos, con fuego cruzado entre diferentes cargos directivos en primera plana de la prensa.

Con este ambiente de crispación, el equipo obtuvo su pase a cuartos tras una de las peores fases regulares de los últimos años. En el Top-16 sufrieron una derrota vergonzosa contra el Real Madrid, que venció por 15 puntos. Quizás este fuera el verdadero punto de inflexión y cuando los jugadores se dieron cuenta de que con su nivel actual no llegarían muy lejos.

El conjunto entrenado por Pini Gershon se puso las pilas y empezó a apretar las clavijas en defensa. Gracias a ello subieron mucho su nivel y consiguieron igualar el basket-average del Madrid en Tel-Aviv, mientras que la derrota blanca en Bolonia y la paliza al Ulker de los macabeos les otorgó la primera plaza de grupo en el Top 16, y con ello la ventaja de campo.

En el playoff tuvieron que vérselas con un equipo que fue de menos a más en la Euroliga, al igual que ellos: el Olympiacos de Jonas Kazlauskas, un entrenador muy respetado por Gershon. Fueron tres partidos terroríficos en los que los presagios del técnico se cumplieron: “Ganaremos pero no será fácil, habrá que jugar los tres partidos”. Fueron tres batallas en las que el equipo de Israel sufrió para sobreponerse a los rojos, que crearon grandes problemas porque tienen más dirección (Edney) y una mole interior difícil de defender por los interiores hebreos (Schortsanitis).

Con su entrega y con un poco de suerte (el Olympiacos dispuso de algunos tiros abiertos para empatar el partido en las últimas jugadas del tercer encuentro), el Maccabi se ha colado en la final de Praga. Técnico y jugadores coinciden al decir que se trata del año en el que más les ha costado llegar, y que sólo conseguir estar hasta aquí puede considerarse un éxito. Cuentan que un jugador que ha reinado en Europa como Anthony Parker era el que más contento estaba tras certificar el pasaporte a la República Checa.

Ahora los jugadores dicen no tener presión, a pesar de estar ante la oportunidad de entrar en la historia consiguiendo el three-peat. Parece que este Maccabi es el más vulnerable de los últimos años, pero la experiencia acumulada y las demostraciones del pasado hacen pensar en ellos como principales favoritos.