Final Campeonato de Liga en Portugal (Por Manolo Povea)

Era la final esperada desde el inicio de la temporada y se repetía la edición del año pasado, donde Ovarense ganó en el 7º partido con un lanzamiento en el último segundo.

Ovarense era de alguna forma favorito, por ser el campeón las dos últimas temporadas y por haber ganado la fase regular, pero también por haber conseguido una rotación más larga, con un mínimo de 10 jugadores con participación activa cada partido. Esta mayor rotación, así como un mucho mayor juego colectivo tanto en defensa como en ataque han sido, probablemente, las dos aportaciones más claras que puedo considerar como diferencias producidas por el cambio de entrenador. El juego del equipo antes de llegar estaba más basado en el talento de los americanos, especialmente en las posiciones 1 y 2, dependiendo mucho de su inspiración individual. Se daba poca atención al juego interior, en el que contábamos con el pívot Graham Brown, a la postre MVP del 7º partido y de los play offs finales.

La final a 7 partidos puede definirse como la evolución positiva de Ovarense, que comenzó de menos a más, contra un F.C Porto que mantuvo siempre una línea muy fuerte, que sufría con nuestros mejores momentos, pero que no nos permitía romper los partidos, y así fue hasta el último encuentro.
Se adelantaron 1-o en nuestra casa, donde perdimos por 59-61, un mal partido donde acusamos algo la presión de comenzar en casa. Tuvimos el tiro para ganar el partido, pero no lo conseguimos. A partir de este momento alternamos las victorias y las derrotas, empatando el 2º en casa (74-72), y perdiendo (72-69) y ganando (59-69) fuera.

La eliminatoria comenzaba de nuevo, ahora en un formato 1-1-1 con la ventaja de campo recuperada. En este 5º partido conseguimos la victoria por 69-57, mostrándonos más consistentes que ellos por primera vez en la serie. El 6º encuentro, en el campo de F.C. Porto, fue muy igualado, pero realmente nunca entramos de una forma continuada en el partido, la presión de saber que podíamos sentenciar allí no ayudó, y Porto hizo un buen trabajo. Tuvimos dos lanzamientos de 3p para ganar, él último de ellos con gran ventaja, pero la bola no entró.

Todo quedó para el final. También lo mejor, aunque en ese momento no lo sabíamos. En el 7º partido el pueblo de Ovar, una ciudad pequeña volcada con el baloncesto, llenó nuestro pabellón, la Arena Dolce Vita (alrededor de 5.000 personas) para darnos su apoyo. Jugar así es un sentimiento espectacular, un verdadero plus en energía, en capacidad de sacrificio, hasta en acierto, diría yo.

La primera diferencia fue nuestra entrada en el partido, sin duda la mejor de toda la serie. Nuestra concentración para seguir el plano de partido fue muy alta, y nuestra rotación fue probablemente la mejor de siempre, porque los jugadores que entraban no permitían que el nivel de juego bajase. Fue un triunfo del tiempo y la confianza invertida en aquellos que participaban menos, y también en hacer entender a los jugadores más importantes que bajar sus minutos los haría mejores, y que el equipo también se hacía mejor.

El partido tuvo un claro dominio por parte de nuestro equipo, que estuvo siempre al frente. Al descanso ganábamos ya 42-26 y sentíamos que una buena reentrada el 3er cuarto sería definitiva.

La consistencia en nuestro juego ha sido una búsqueda constante en mi trabajo, porque éste era un equipo que jugaba a ratos, casi imparable en los momentos buenos, pero tremendamente frágil y falto de ideas en lo malos. Nuestra entrada en el 3er cuarto fue una muestra de que en aquel partido no iríamos a bajar el nivel, y como es lógico, a cada minuto que pasaba, se percibía que los jugadores de Porto veían casi imposible dar la vuelta al resultado. Incluso cuando en el último cuarto Porto planteó una zona 2-1-2, cosa nada habitual hasta entonces, y que trabó un poco nuestro ataque, nunca perdimos la concentración en nuestra defensa, y ya sólo faltaba esperar al pitido final. Ahí fue cuando comenzó la fiesta.

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