El partido perfecto tenía en sus manos Roy Williams, entrenador de la universidad de North Carolina. Los Tar Heels habían superado una mala primera mitad en la que su mayor rival histórico, los Blue Devils del entrenador Mike Krzyzewski habían dominado de principio a fin… hasta el último minuto, dónde tres acciones consecutivas del conjunto de Chapel Hill habían conseguido dejarles por delante en el tiempo de descanso (40-43).
Tras la reanudación, Roy Williams había controlado el gran acierto exterior del conjunto de Duke y había reducido sus esperanzas de victoria a los tiros que pudieran anotar desde la larga distancia, dominando claramente en la pintura gracias a Tyler Zeller. El interior de los Tar Heels terminó la primera mitad con unos espectaculares 19 puntos y 8 rebotes, siendo una auténtica pesadilla para los dos hermanos Plumlee y cualquier tipo de oposición rival. La segunda parte era plácida, perfecta y la que necesitaba un equipo que jugaba en casa, ante su afición en Chapel Hill, en el mítico Dean Smith Center. North Carolina dominaba, siempre por encima o cerca de los diez de diferencia, y, además, conseguía igualar cualquier esfuerzo extra de su rival, casi siempre basado en la anotación de un inspirado Rivers…
Pero algo cambió. Y fue, curiosamente, tras un tiempo muerto del conjunto de los Tar Heels, que querían frenar el ritmo del encuentro a menos de 3 minutos para el final y con una ventaja de ocho puntos en el electrónico. Pérdida absurda, rápida transición de su rival y triplazo de un chico que las acostumbra a meter, como su apellido muestra. Después de Dell y Stephen, ahora es el turno en la NCAA de Seth Curry. Era el turno del líder de los locales, pero otro chico, con apellido irlandés como es Kelly, llamado Ryan, aparecía para provocarle una clarísima falta en ataque, y, lógicamente, pérdida, a la estrella local, un Harrison Barnes que había explotado en la segunda parte hasta los 25 puntos convertidos. El mismo Kelly sería el siguiente protagonista, consiguiendo una canasta de dos tras rebote ofensivo… ¡después de un triple que él mismo se jugó! 80-82 en el marcador… y 1:13 por jugarse aún.
Los Tar Heels volvían a jugar largo, buscando la mejor opción, así que se la dieron a Tyler Zeller al poste bajo, ante un Mason Plumlee que intentó de quitarle el balón… pero cometió falta. Zeller a la línea… y los nervios aparecían. El primero al hierro, el segundo dentro. Duke a triple… Los Blue Devils buscaron a Rivers, pero Roy Williams tenía bien claro que al hijo de "Doc" no tenía que llegarle el balón. Así que tiempo muerto rápido de Krzyzewski… y a sacar de banda, con 18 segundos. Se la jugó de nuevo Kelly, de forma horrible, esta vez, pero, ¡ay, amiga fortuna! El triple de Kelly no tocaba ni aro, pero en el intento de Zeller de capturar ese rechace… la desvió dentro del aro. Dos puntos para Duke, 82-83. Y, lógicamente, a hacer falta una vez más… y una vez más, sobre Zeller. El primero dentro esta vez… pero el segundo no quiso entrar. No quiso entrar por mérito de los Blue Devils, que intentaron la remontada. No quiso entrar por castigo de unos Tar Heels que bajaron su nivel cuando menos debían hacerlo. Y no quiso entrar… porque sabía lo que se venía. Austin Rivers, historia, castigo y épica. 11 segundos, un balón, dos jugadores… un tiro. Una victoria. Una leyenda que empieza a escribirse…