El baloncesto nunca fue un deporte justo, ni pretende serlo. Muchas son las adversidades que tienen que atravesar. Lesiones, malas rachas, problemas de equipo, dinámicas negativas. Adam Hanga siempre fue un luchador, un jugador al que las cosas no le salen por talento natural. Como aquel que al estar bajo la ducha y con el pelo mojado se da cuenta que se ha quedado sin Champú.
Su gran primer paso fue por el Baskonia, donde se consagró en la élite de la liga ACB y, por qué no, de Europa. La temporada 16/17 fue el pico más alto de su carrera. Elegido mejor defensor de Euroliga y en el quinteto ideal de la Liga Endesa. Los Spurs -propietarios de sus derechos NBA- se relamían con su llegada ante la supuesta retirada de Manu Ginobili. Al final, como siempre, las cosas no fueron fáciles para Hanga y acabó desembarcando en un desorientado Barça. Un equipo que no tenía muy un claro en qué dirección iba, pero que con Sito al mando buscaba volver al primer plano europeo.
La temporada del Barça, como ya conocemos, no fue la esperada a nivel colectivo, y para Hanga tampoco lo fue a nivel individual. El final del curso pasado fue un lastre en cuanto a lo físico para él, casi como una película de miedo en que nadie quiere ser el que muera primero. Las molestias en la rodilla fueron cada vez más evidentes, alejándolo de su mejor nivel, y lo obligaron a pasar por el quirófano.
Hoy el Barça vive una realidad muy diferente. Tras quedarse con una simbólica Copa del Rey el año anterior, este aspira a todo. Muchas son las razones que han llevado a esto. La convicción de Svetislav, el talento de Heurtel, la garra de Oriola, la defensa de Blazic, la elegancia de Tomic, la puntería de Kuric o el dominio de Serpahin. Sin embargo, todo esto se queda corto si en la lista no aparece el húngaro.
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Hanga está siendo un elemento sustancial para este combinado de químicos que está haciendo el doctor Pesic y que tan buenos resultados le está dando. Ya recuperado físicamente y con esa ambición tan característica suya, cada vez que sale a pista parece que se comerá al mundo. Sus brazos, cual Slender Man, parecen ser infinitos. O al menos lo suficiente para robar todas las bolas que le pasen cerca.
Pero también ha sabido modernizarse y está desarrollando un tiro de tres fiable, lanzando para un 40% esta temporada, igualando su máximo de carrera. Un jugador que selecciona bien sus tiros y que nunca da por perdido un balón. De esos que representan al verdadero aficionado. Así lo ha demostrado en la copa, donde fue clave en los dos primeros duelos, a pesar de no estar muy acertado en la final. Veremos cómo acaba la temporada para el Barça, pero el solo hecho de recuperar este nivel ya es una gran noticia para el máximo ladrón de la liga Endesa.