Michael Ruffin ha quedado desvinculado del Suzuki Manresa, equipo por el que fichó el pasado mes de Octubre para cubrir la baja por lesión de Brian Cusworth. El pívot de Denver ha promediado en sus ocho partidos con la camiseta del conjunto del Bagues, 2.1 puntos y 5.1 rebotes, destacando su actuación en el último partido, frente a Gran Canaria, en el que logró 5 puntos, 9 rebotes y 7 tapones.

Hasta aquí todo normal, si no fuera por las sensaciones que ha dejado el bueno de Ruffin en el Congost. Es posible que no se trate de un jugador determinante, es más, su aportación ofensiva deja mucho que desear, pero tampoco se le ha exigido tal cosa. Por el contrario, lo que sí ha ofrecido Ruffin en su estancia en Manresa es todo aquello que se esperaba de él. Por una parte la entrega, algo digno de mención en un jugador de su edad, que se ha dejado la piel en la pista en cada partido. Por otro lado, una ayuda tremenda, tanto en rebote como en defensa, destacando sus dos últimas actuaciones, en la primera logrando desquiciar nada menos que a Splitter, siendo esta una de las claves de la victoria de Manresa. Una semana más tarde, sus siete tapones frente a Gran Canaria le dejaron un dulce sabor en su despedida.

Y es que el de Colorado ha sabido ganarse el cariño del público del Congost gracias a su entrega y eso se reflejó más que nunca en el último partido, en el que la grada al unísono coreó su nombre con la esperanza de que siguiera en tierras catalanas. Pero no será así, el club ya tenía decidido su futuro, y ese no es otro que el de tener que marchar tras la recuperación de Cusworth. Pero Ruffin no se va de vacío, con su humildad y su trabajo ha logrado ganarse un hueco en el corazón de la afición manresana. Ahora se va, pero con la grata sensación de haber cumplido su deber.