Entre la energía y las depresiones. Entre el ánimo exacerbado y la ansiedad. Entre el alborozo y la irritabilidad. Entre los fantasmas y los cien puntos antes del Clásico. Así se encuentra este Barça ciclotímico en el mes tres del N proyecto de reconstrucción, el que le toca a Sito Alonso. Un equipo en el que no caben medias tintas, capaz de desarbolar conjuntos griegos de Euroliga y juguetear con ellos como nadie ha hecho desde hace tiempo, o de encadenar derrotas ante rivales de medianías con una facilidad entre pasmosa y preocupante. De pasar de los cien puntos en tres partidos de liga doméstica y superar los noventa de media, a rozar esperpentos como en las tres derrotas ya acumuladas en su fortín. En el teatro del Palau se reproducen por ahora y casi por igual, la tragedia y la comedia en forma de máscaras.
Así se mueve este nuevo Barça de ocho caras nuevas y entrenador de asiento caliente, que combina cuatro banquillos diferentes en los últimos cuatro años, para sentarse donde siempre quiso, dejando para ello un reguero de elogios y silbidos casi que a partes iguales.
El juego que propone Alonso parece claro, pues difiere poco del que plantea desde que llegara a la élite: mucha intensidad, más ritmo, infinitas posesiones y profusión de tiro exterior. Sígueme si puedes, parece la máxima blaugrana de este año, que para eso he fichado músculo y piernas a mansalva: Sanders para reforzar el tres alto. Seraphin el deseado, para expiar pecados del pasado y Oriola para apuntalar ese camino. Heurtel y Pressey para olvidar proyectos millonarios y Moerman y Hanga para cubrir las exigencias del entrenador. Inversiones de postín que se unen al conjunto de españoles de cupos y lesiones y que dan hasta para mantener contratos de siete cifras entrenando con el filial.
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En el edén del Barça, la tentación vive en la defensa. O en la intensidad de la misma. Todo partido que no sepa o no pueda dominar el Barça de Sito desde atrás se le vuelve inhóspito e intransitable. Incapaz de revertirlo desde el 5×5 o en las lecturas de las variantes tácticas preparadas entre semana, todo lo que no sea la posesión rápida y la ventaja de la transición se convierte en opaco para este Barça de escaso timón.
Excusa el de Badalona las derrotas en ese maldito pecado de la falta de intensidad. Declara que el vigor y la energía de sus entrenos son muy superiores a las que se demuestran en los partidos, como si el resto de componentes tácticos y técnicos estuvieran dominados. Pierde el hilo de la memoria el joven entrenador blaugrana con la primera de las victorias en ACB, remontada mediante, el barro de la conseguida en su primera casa o los intentos en vano de sus jugadores durante muchas fases de las derrotas sufridas. Pide más Alonso, demandando cuarenta minutos de alto voltaje que faciliten acciones delante, al ritmo de las piernas y los músculos contratados, para bajar los casi ochenta puntos de media que recibe por partido.
Eso sí, cuando el equipo consigue ese ímpetu y va por delante de los ataques, atosiga sobremanera a sus rivales, para una borrachera de puntos garantizada. Así lo sufrieron los dos trasatlánticos griegos de Euroliga, en sus dos únicas victorias europeas y Burgos, Obradoiro o Bilbao.
Por ahora, está claro que la bipolaridad se ha instalado en la casa de Sito, que afronta su primer clásico con las dudas de los resultados dispares y un balance entre las dos competiciones de siete victorias y seis derrotas, en poco diferente al de su predecesor, colíder actual de la principal competición europea. Así se mueve este Barça. En el hilo de un nuevo prestidigitador que impone estilos y busca engranaje, argamasa y cemento, mientras la ilusión de las tempranas victorias se diluye con las dudas de las derrotas inesperadas. Todavía entre el sí de los fuegos artificiales y el no de la vulnerabilidad. ¿Poco bagaje para un equipo que súplica títulos? Lo veremos a partir de febrero. Por ahora y ante la ventana mediática del clásico se mueven Sito y su equipo entre máscaras. Veremos cuál prevalece al final de la obra.