“Así no vamos a seguir”. La media de asistencia a Illumbe ronda los 5000 fieles. 5000. Lejos queda de esas cifras que doblaban las actuales en los años de bonanza con el primer ascenso a la ACB recién materializado, hace ahora casi una década. 5000 fieles, 5000 seguidores, que temían, precisamente, las palabras que pronunciaba el presidente del Gipuzkoa Basket Club, Álvaro Bibao, en el desayuno con los medios de valoración del curso: “Así no vamos a seguir”.

Paremos las rotativas. ¿Así? Un adverbio de modo tan ambiguo como evidente para cualquiera que conozca la situación del club. ¿Así? ¿Cómo? Y sigue la frase: “permanentemente condicionados por la situación económica”. Sin patrocinador principal desde hace dos campañas, sin ayudas institucionales significativas desde hace tres, con un barco que hace aguas en lo deportivo lastrado por las losas de lo económico, sumando deudas con sus empleados, jugadores y directivos. El proyecto se tambalea de la mano del poderoso caballero Don Dinero, y el camino, señores, no parece sencillo.

Para la cúpula del club, la solución forzosa para garantizar la viabilidad del proyecto, pasa, sin ápice de dudas, por encontrar apoyos institucionales.  En los últimos años, la postura del antiguo gobierno foral y municipal era clara: Bildu no aportaría ayudas económicas a clubes deportivos privados en la élite profesional. Con el cambio de gobierno “Estamos en contacto con los nuevos rectores políticos, para ver cuál es su opinión y saber si están dispuestos a ayudar y en qué medida, para ser honestos y tomar las decisiones más responsables posibles con respecto a la realidad del proyecto", apunta el presidente.

La respuesta ha sido favorable, “podéis contar con nosotros”, pero según Bilbao, “habrá que ver cómo se materializa eso” y pide, "las respuestas tienen que llegar en pocos días. En breve sabremos si hay ascensos o no y no tenemos mucho tiempo para cumplir los requisitos que nos exige ACB y que, sobre todo, nos exigimos nosotros para poder seguir adelante".

La ayuda institucional podría, según las expectativas, estar cerca de llegar (está por ver en qué cuantía), pero ¿Qué pasa con el apoyo de las empresas privadas? El proyecto no convence, no es suficientemente atractivo para el capital privado, y ninguna gran empresa guipuzcoana parece estar por la labor de situar su nombre en el pecho de la camiseta blanquiazul. ¿Qué falla en el proyecto? Gipuzkoa quiere baloncesto, lo demuestra con campañas como la de la pasada etapa estival “Basket nahi dugu: queremos baloncesto”, pero ¿dónde queda la implicación? ¿Quién se moja por el basket?

¿Dónde estamos? en LEB Oro

¡Esperen! No hemos hablado del descenso. Y es que con los problemas en las arcas del club, el descenso deportivo parece pasar casi a un segundo plano. “Hemos estado fuera del descenso la gran parte de la campaña, y vivido numerosos finales igualados. Una victoria arriba o abajo, no puede hacer cambiar radicalmente una valoración global de una competición de todo el año", decía el presidente. Pero lo cierto, es que las valoraciones globales, más allá del latir del corazón, se suman en victorias o derrotas en el casillero, y tras la última jornada, el equipo con el segundo peor balance de la liga, era, con mayor o menor justicia, el Gipuzkoa Basket.

Y es que a veces, los caprichos del destino son crueles, y tras toda una temporada coqueteando con los puestos rojos pero siempre desde una situación de fuera de peligro, el GBC perdía de manera contundente en la cancha de un CAI Zaragoza que en aquella tarde de domingo no se jugaba nada más allá de una dulce despedida para su afición. Gipuzkoa perdía, pero eso no era suficiente para descender; Manresa, el hasta entonces segundo peor equipo de la clase, tenía que ganar en la casa imbatible del todopoderoso líder de la competición, un Real Madrid, eso sí, en plena caraja post título europeo.

Se dio la carambola, y era hora de hacer balance. Hay quien ha mirado por sus propios números y por las individualidades. Así lo reconocía Jaume Ponsarnau en rueda de prensa, sin terminar de señalar con el dedo. Quienes vieron salir a los jugadores del vestuario en Zaragoza, saben bien quién comenzaba sus vacaciones en aquel momento, y quién se dejaba un trozo de alma pegada al suelo del Príncipe Felipe, aún sin creer del todo que el club estaba donde estaba, -en LEB Oro-, por carambolas, sí, pero sobre todo, -y teniendo en cuenta que el equipo dependía de sí mismo-, por méritos propios.

A la espera queda ahora el club de conocer cuál será su destino, si es que se salva la papeleta de lo económico. ¿En qué categoría competirá? Depende de la opción del ascendido Burgos que apunta al 15 de junio como su primera fecha en rojo en el calendario de plazos por ascender de categoría, tras tres años consecutivos logrando un merecido ascenso deportivo.

Y el próximo curso, ¿Quién se queda?

“Si conseguimos que sea viable, la primera llamada será para Jaume”, decía Bilbao entre elogios para un técnico al que han liberado de su segundo año de contrato tras la pérdida de la categoría. Un curso más, los nombres de la mayoría emanan el olor de la espantada general, y es que si es difícil convencer a empresas, instituciones o afición para que mantengan su confianza en este proyecto, vender una idea ambiciosa a los jugadores también es una tarea harto complicada. Siempre nos quedará el atractivo de La Concha, los pintxos de lo viejo y el encanto que se respira desde el mirador de Igeldo, aunque lo ideal, sería acompañarlo de un buen baloncesto.

Todo equipo requiere de un jugón que cargue con el peso del clutch time a sus espaldas y de ciertos jugadores de rol que cumplan con su función específica, pero ¿Qué pasa con el alma, con el compromiso, el sentimiento de permanencia a una disciplina por la que uno está dispuesto a morir matando, o la sangre azul que acompaña el sudor por la camiseta en cada acción? Los proyectos modestos, se gestan bajo estandartes tácticos, golpes de suerte y pinceladas de calidad, pero eso, en un proyecto pequeño, no vale de nada sin un corazón que llore cada derrota y que ponga por delante los intereses colectivos frente a los méritos individuales. Son días intensos para pararse a reflexionar, a meditar y, en el mejor de los casos, a resetear un proyecto agotado, con jugadores que siendo o no marca de la casa, se sientan tan donostiarras como La Isla o el Peine del Viento. Es hora de cambiar las cosas.