Con el dominio que da la confianza de ganar en casa a quién venga y cómo venga, el Canarias encendió el rodillo de la anotación. Lo hizo desde dentro y lo hizo desde Sekulic. El interior local empezó a ser la pesadilla del sueño gallego que se amparaba en Pumprla para flotar en pleno mar (9-6).
Sekulic no hacía caso de defensas, de ayudas ni de fallos. Él iba a lo suyo. Si Moncho Fernández y sus pupilos querían seguirlo, tenían que inventarse algo (15-10). Y el creativo fue Rob Hummel , que dejó a los aurinegros tan blancos como su piel con nueve puntos meteóricos y un marcador con complejo de igualdad (17-15). No obstante, Donaldson estiró con dos buenas acciones la ventaja local al término del primer cuarto (20-15).
Con el segundo cuarto llegaron las dudas visitantes. Dudas de dirección, dudas de criterio. Y es que la vida no es igual sin Andrés Rodríguez y sus asistencias. El Obradoiro lo notaba y lo notó aun más cuando Guillén cogió su fusil y se lo prestó a Biviá. Tres triples casi seguidos y una defensa con canasta de ambos que elaboraban una distancia de diez puntos (31-21).
Con un par de tiempos muertos y más ajustes defensivos, los gallegos paralizaron al Canarias. Pararon su ataque, sus ideas, los triples y el ritmo frenético. Así y con su segunda unidad, los visitantes acortaron distancias en un partido casi partido que volvía a ser igualado antes del descanso. Triple de Buford y vuelta a empezar: 44-41.
Tras el parón, el Canarias lanzaba el desafío: se iba a bailar rápido. Obradoiro lo aceptó tácitamente y el encuentro fue una guerra de ataque. Corbacho, que estaba sin estar, llegó con tres triples que mantenían la igualdad (55-52) y minimizaban los aciertos de Rost, Uriz y Lampropoulos.
Pero si algo sabe hacer el Canarias es ser un mal compañero, un mal amigo. Uno que si espera, desespera, uno que no aguarda por nadie. El paso que impuso el cuadro tinerfeño fue tan raudo que los visitantes se perdieron y casi se ahogaron. El parcial canarista era claro y contundente: 9-2 (64-54).
Sin embargo, el Obradoiro es de esos que muerden si los quieren matar: defensa a toda la pista, carácter en el juego y convicción. Con esos ingredientes, en tan solo un minuto los gallegos crearon el caos: cuatro faltas de equipo para el Canarias y parcial de 0-5 (64-59).
Martínez fue más rápido que un corredor de 100 metros para rogar el tiempo muerto. Su calma se la transmitió a su equipo y sus titulares volvieron al campo. Allí, apoyado en Sekulic y Richotti y aireado por la ausencia de Corbacho, el Canarias mantuvo su dominio. Los tiros libres se llevaron los últimos minutos del choque y el marcador no tuvo su revolución. El Canarias venció, el Obradoiro perdió. Séptima victoria aurinegra en casa, séptima vida para la permanencia.