‘La Teoría de Zoric’: aquella basada en yo, Luka, ordeno, domino y dispongo, se impuso. Unicaja llegó al Santiago Martín con la firme premisa de surtir de galones y balones a su estrella y Zoric no rehusaba su valía. Desde dentro, desde las entrañas de una zona resquebrajada, los malagueños tomaron la primera ventaja en el encuentro (3-8).
El Canarias no tenía estrella, pero sí un equipo de constelación, de ayuda comunitaria. Con su típico trabajo en equipo y un acierto brutal desde la larga distancia, los tinerfeños igualaron un partido de alta tensión, de corre, corre y anoto (16-16). Fue tanta la intensidad que el primer cuarto se esfumó en lo que tardó en llegar los tiros libres del Canarias, los puntos de Urtasun y el 24-24.
El sistema impuesto por el equilibrio (32-31) lo rompió la revolución, el cambio de la táctica y la pizarra, la tiza de Alejandro Martínez. Con un triple poste sobre el parqué (Guillén, Lampropoulos y Chagoyen), los aurinegros se fueron zafando del acoso visitante. Método ortodoxo, pero eficiente para sorprender a un cuadro andaluz que se perdía cuando Zoric se perdía en la soledad del banquillo (46-37).
No obstante, Unicaja respondió. Su defensa dio un paso adelante y el Canarias se ahogó en sus ideas, en su precipitación. El parcial era de 3-9 y el empate volvía a yacer en un encuentro de vaivenes, de idas y venidas, de amores en marcadores que van y regresan (49-49).
Salto, mate y casi fin del tercer cuarto. Aquello fue obra de Lima y aquello fue la mayor subida de adrenalina del tercer cuarto (61-62). La paridad seguía, el ritmo caía y el electrónico reflejaba un partido más calmado y con menos acierto. Richotti anotaba la última canasta de un periodo que gritaba que posponía el final para el final (63-62).
La contienda Canarias-Zoric y CIA se extendió hasta el 67-66. Allí el Unicaja entró en coma inducido por falta de ideas, por ausencia de hambre, por azares del juego y por un rival que se mostró más activo. Blanco tomó el mando de las operaciones locales y sumó para su causa a Guillén y a Richotti. Entre los tres idearon un parcial que llegó para dar un golpe en la mesa rotundo (85-70). Ese trance de 18-4 fue tres minutos de desdicha visitante.
Sin embargo, Panko quiso ganar en otros tres minutos de despertar y hombría, el terrero perdido. Andy tiraba, Andy metía. Los tinerfeños veían reducir su distancia a la par que ellos sumaban tiros libres y su oponente, triples (94-90). El milagro de Unicaja se asomó cuando Simon culminó una canasta tras una presión a toda la pista (94-92). Blanco fue objeto de falta, metió un libre, falló otro, pero por allá pasó Uriz y recuperó una posesión definitiva (97-92). Y es que ganar en tres minutos lo que se ha perdido en 37 suena a milagro, y este Unicaja no vive de ellos.