Tres victorias. Cuatro en los últimos cinco partidos. Cuando la cuesta era más empinada, cuando un cambio de rumbo parecía imposible… El Lagun Aro GBC apela a la heroica y da un giro a la historia, una vuelta de tuerca a su campaña y se agarra a su seña de identidad para reconstruirse. Bajo la máxima del “todo es posible”, los donostiarras borran de un plumazo estadísticas y probabilidades, malos precedentes y peores augurios; dan la patada al pesimismo y redefinen nuevos objetivos, metas que no entienden de ayer, ni mañana, sino de nuevas realidades sin límites ni fronteras. El Lagun Aro GBC puede hacerte soñar, y lo hace desde el último o desde el primer puesto de la tabla. Lo hace sin importar el lugar o el cuándo ni el para qué, porque aquí hoy y ahora, el equipo de Sito Alonso consigue hacer olvidar todo lo demás para que lo único que de verdad interese sea el cómo. Y ese cómo, señores, empieza a ser para el disfrute.
El partido de hoy arrancaba sin prisa pero con urgencia. Los donostiarras necesitaban despegar y tardaron cuatro minutos en hacerlo. Tras un 2-9 inicial llegaría la debacle para los visitantes. Papamakarios, Woods, Doblas e Ibekwe alineaban los planetas para un demoledor 26-4 que ponía el punto de ebullición en la sangre de Oscar Quintana.
Con el cambio de parcial llegaban las alternativas defensivas. Había que frenar el escarnio y el técnico murciano decidía apostar por un cambio defensivo. Una zona 2-3 de inicio secaba el ataque del Lagun Aro GBC, que sin acierto, abusaba del tiro exterior en busca de soluciones, llegando a perder, en palabras de Sito Alonso, “la identidad defensiva”. Un parcial de 5-21 llevaría primero la ventaja (33-34, Kim Tillie, min 17), y luego el empate, al luminoso de Illumbe, 38-38, con la bocina del descanso.
Con el tercer cuarto, la cuesta arriba donostiarra sólo se acentuaría. La friolera de 12 puntos en el cuarto de Ragland habría servido como sentencia de no ser por un Manos Papamakarios que decidió agarrarse al partido desde los 6’75.
Un 53-57 al inicio de los últimos compases podría haber hundido la moral de los donostiarras, pero la puntería en el tiro exterior y el acierto a la hora de encontrar a David Doblas debajo del aro, obligó a Quintana a sustituir sus hasta entonces eficaces defensas zonales por un hombre contra hombre con el que firmaría su sentencia. Con la mejor versión de un Javi Salgado magistral a los mandos de la nave, los de Sito Alonso se fueron en el marcador para poner el punto y final a un partido decidido en el todo por el todo, 86-78.