Pocos nombres resuenan con tanta constancia en el baloncesto granadino como el de Miguel Rivera. No por haber copado portadas ni por estadísticas deslumbrantes, sino por representar el arraigo, la constancia y la pasión discreta por un deporte que supo vivir con plenitud desde el anonimato mediático. Es uno de esos jugadores imprescindibles para entender la historia del basket en Granada. Y, quizás, el único que puede presumir de haber vestido las camisetas de los dos grandes clubes de la ciudad: Oximesa y el Club Baloncesto Granada.

MIGUEL RIVERA: Una carrera marcada por la lealtad a su tierra

Miguel Rivera debutó en la Liga ACB con el Oximesa en la temporada 1988-89. Aquel equipo jugaba en una pequeña cancha del polígono industrial de Albolote, una “caja de cerillas” que fue testigo del crecimiento de un joven escolta-alero de 1,99 metros con capacidad para hacer de todo. En total, disputó 30 partidos en ACB con Oximesa entre 1988 y 1992.

Tras pasar por equipos como Digsa Loja, CAB Los Abades, Spar Granada o Las Gabias, Rivera regresaría a la ACB casi una década después, esta vez con el CB Granada. En dos etapas (1996-97 y 1998-99) jugó 25 partidos más en la máxima categoría, siendo un jugador de rotación que entendía perfectamente su rol: “Otros estaban para brillar y a mí no me importaba”, confesó en una ocasión. Sin embargo, en niveles inferiores sí demostró un mayor talento ofensivo, como en su última temporada en EBA con Atarfe, donde promedió 14 puntos con casi 40 años.

Su huella también fue más allá de ACB, también en competiciones FEB. Formó parte del proyecto del CB Granada en LEB, fue pieza clave en Loja, jugó con Los Barrios y marcó una etapa longeva en el Extinman y posteriormente GAM Atarfe. Así, a lo largo de más de dos décadas de trayectoria, Miguel Rivera fue sinónimo de compromiso, regularidad y entrega.

Miguel Rivera debutó con el Digsa Loja en el baloncesto profesional… cuando aún tenía pelo, lo puedes encontrar a la derecha, de la mano de Antonio Gómez-Nieto

miguel rivera según Sergio Valdeolmillos

Sergio Valdeolmillos, uno de los entrenadores más reconocidos de Granada y de la selección nacional mexicana, lo dirigió en varias etapas. Su testimonio no deja lugar a dudas sobre el respeto y aprecio hacia el jugador: “Miguel Rivera era ese jugador bueno que lo hacía todo bien, con buena técnica individual, buen conocimiento del juego a nivel táctico. Podía jugar el pick and roll, llegaba al aro, ayudaba en defensa y rebotaba. Era muy completo.”

Valdeolmillos destaca también la capacidad de adaptación que tenía el jugador: “Era un dos grande, por encima de su estatura, que hacía prácticamente de todo. Subía la pelota si hacía falta, tenía buen tiro, penetraba bien. Me gustaba su actitud defensiva, siempre le tocaba bailar con la más fea y no se quejaba”.

Primera Pretemporada de Miguel Rivera en ACB, foto del partido de preparacion contra Joventut

También reflexiona sobre lo que pudo haber sido Miguel Rivera: “El tema de no haber dado un escalón más hacia arriba puede ser un tema de carácter. Era una persona tímida, que le gustaba pasar desapercibido. Pero cada vez que tomaba decisiones, eran buenas decisiones. La exigencia era que jugara a ese nivel durante más tiempo en los partidos, porque tenía capacidad para hacerlo”, concluye.

El testimonio de otro de sus entrenadores: Antonio Gómez Nieto

Otro de los técnicos que tuvo a Miguel Rivera en sus filas fue Antonio Gómez Nieto. Lo conoció desde joven y fue clave en su decisión de seguir jugando tras la etapa júnior: “Se ilusionó con el proyecto de Loja, y con 20 años ya era un jugador que destacaba en España, aunque nadie lo conocía. Físicamente parecía endeble, pero era muy listo, muy poderoso, con excelente tiro y capacidad para defender.”

Gómez Nieto va más allá al describir su perfil en cancha: “Tenía brazos largos, rebotaba muy bien, robaba balones, leía las ayudas defensivas como pocos, y finalizaba con mucha efectividad en contraataque.”

Además, también subraya su rendimiento competitivo:”No le importaba enfrentarse a cualquiera, aunque fuera superior. En partidos importantes, como aquellos contra Juventud, Tano Cabello, Turner o Manuel Comas, salía y metía cuatro triples desde la esquina sin pestañear. De repente, todos preguntaban: ‘¿De dónde ha salido este tío?'”

Y concluye con un apunte valioso sobre su dimensión humana: “Un gran competidor, nada egoísta, un compañero siempre para el entrenador. Ayudaba mucho en el vestuario con su buen humor. Ese carácter competitivo hoy día se ve poco y es muy difícil de enseñar.”

miguel rivera, Más allá del baloncesto y un legado que perdura

Miguel Rivera colgó las botas en 2009, con un emotivo homenaje en el pabellón Primero de Mayo de Atarfe, que hoy lleva su nombre. Aquel día, su camiseta número 6 fue retirada y colgada en lo más alto como recuerdo imborrable de su legado. Participaron amigos, excompañeros, entrenadores y representantes del baloncesto nacional.

Paralelamente al deporte, Rivera se formó en Derecho y ejerce como abogado en su ciudad, pero el baloncesto nunca lo dejó del todo. “En el poco tiempo que me queda, entreno desde hace años a un equipo infantil”, comentaba. Un gesto coherente con su trayectoria: silenciosa, firme y generosa.

No fue un jugador de flashes. Fue, más bien, un faro constante. El que iluminaba desde el fondo, sin deslumbrar pero siempre guiando. Granada le recuerda por eso. Por haber sido el ejemplo de que se puede hacer carrera desde la discreción, sin renunciar a la excelencia. Su historia es la de un jugador que nunca necesitó irse muy lejos para dejar huella, perdurando incluso cuando los clubes que lo vieron desarrollarse fueron desapareciendo uno a uno. Porque, en realidad, Miguel Rivera nunca se fue del todo.