Cuentan las historias del baloncesto europeo que, a finales de los noventa, apareció un gigante. Un gigante pelirrojo y desgarbado, que por su rostro, parecía no enterarse de nada. Un gigante de físico frágil, pero mentalidad dura. El gigante que soñaba con jugar entre gigantes.Esta es la historia de Nathaniel Huffman, aquel que asoló los tableros, aquel que por cada cancha que pisaba, no volvía a crecer el parquet.
Crecer tras un sueño
Battle Creek, Michigan. “The Cereal City”, conocida así por ser la ciudad donde nacieron los hermanos Kellogg, y donde crearon los famosos cereales. Además de donde el Dr. John Harvey Kellogg desarrolló sus investigaciones.
Battle Creek, tercera ciudad más grande del estado de Michigan, con olor a lucha desde su creación. Y, además, la ciudad que vio nacer al gigante con el pelo color remolacha.
Podría decirse que cuando Nathaniel Thomas Huffman vio el mundo por primera vez aquel 2 de abril de 1975, ya sabía cuál iba a ser su futuro. Desde un primer momento dejó muy claras sus intenciones: llegar a la NBA.
Fanático de los Rolling, Nate pasó la infancia entre los acordes de Keith Richards, la voz de Mick Jagger y las luces del baloncesto norteamericano, asombrado por las grandes estrellas NBA. Sabía que podía estar ahí. Tenía que hacerlo.
Poseía un físico envidiable, merced a sus 2.16 metros de altura y sus larguísimos brazos, lo que le hacían sencillo dominar en su época de instituto. Prefería el gimnasio a correr, tenía talento y sabía cómo utilizarlo, y los entrenamientos le resultaban una carga.
Huffman sabía que, para llegar a la NBA, tenía que pasar antes por la NCAA, y sería más fácil en una universidad de prestigio.
Sin embargo, no contó con esa suerte, y fue reclutado por Lansing Community College. Sería aquí donde Huffman comenzaría a demostrar hasta dónde estaba dispuesto a llegar por cumplir su sueño.
De Battle Creek a Lansing
Comenzaba su aventura, el primer escalón hasta su sueño. El gigante de Battle Creek , con sus 2.16 de estatura, estaba preparado para mostrar todo su potencial. Y quizás no lo demostró todo en su primer año, pero sí que dio muestras de ello en su año de sophomore en Lansing Community College: 29,8 puntos, 14,5 rebotes y ¡6 tapones por partido! Para rematar, más de un 65% en tiros de campo. Todo estaba preparado para dar el salto, pero sabía que le quedaba mostrarse ante las cámaras.
Para ello, Nate decidió cambiar de universidad. Se marchó de Lansing Community College a Central Michigan, y entre un año y otro, Nate decidió marcarse con su sueño: tatuó en su hombro derecho el logo de la NBA, la famosa silueta de Jerry West. “Mi tatuaje se fundirá con el logo del uniforme”, decía.
Dos buenas temporadas en Central Michigan parecían abrirle las puertas de la NBA, previo draft. Sin embargo, en la noche del draft de 1997, la noche que se abrió con un cambio de era (la llegada de Tim Duncan a los Spurs), fue una noche aciaga para el joven Huffman. David Stern no llegó a pronunciar su nombre, y su trabajo y esfuerzo no se vieron recompensados. Su sueño parecía escaparse, pero aún tenía el escaparate del trabajo en verano para que alguna franquicia pusiera sus ojos en él.
La gente empezaba a decirle que en lugar de decir que su objetivo era la NBA, debía empezar a considerar cambiarlo por CBA. Pero no hizo más que animarlo. Trabajó duro en verano, y esto permitió que los Clippers se fijaran en él. Su sueño estaba cerca, era el momento que siempre había soñado: las primeras entrevistas, los rumores en prensa, las reuniones con la directiva… Todo parecía listo para que Nate debutara en la NBA. Pero se torció.
Bill Fitch, el por entonces entrenador de los Clippers, veía que contaba en plantilla con Keith Closs y Stojko Vrankovic, además del recién drafteado Lorenzen Wright. Huffman no tenía hueco en la plantilla. Y se tomó la decisión de cortarlo.
Su sueño había estado tan cerca… y se fue, de repente, tan lejos. Se vio obligado a buscar hueco en la CBA, donde jugaría con los Idaho Stampede, pero no era lo mismo. Huffman firmó buenos números, aunque alejado del estrellato (13,8 puntos y 7,6 rebotes, además de 1,8 tapones por noche). Pero él sabía que las sensaciones, sus sensaciones, no eran buenas. Aun estando en el quinteto Rookie del año, sabía que no era suficiente. Y, en ese momento, Fuenlabrada se cruzó en su camino.
El sueño empezó en Fuenlabrada
Fuenlabrada, al sur de Madrid. De los grandes focos, al pequeño Fernando Martín para jugar en un recién ascendido. Un recién ascendido que juntaba en plantilla a Perasovic, Carlos Cazorla, Ferrán López, Rico Hill, Salva Guardia…Y a Óscar Quintana en el banquillo, que recuerda a Nate Huffman con cariño.
Nate sabía que allí, todo iba a ser distinto. Le tocaba adaptarse a un nuevo ritmo de trabajo, donde podía ir mejorando día a día. Otros muchos jugadores habían hecho el mismo camino que él, y no tenía por qué avergonzarse: Alphonso Ford, Darrell Armstrong, incluso superestrellas como Ralph Sampson (aunque no en buen estado de forma) y Gervin habían jugado en España. Era un buen escaparate. Sabía que tenía que dar lo mejor de sí mismo.
Huffman, sobrado de talento, odiaba entrenar, como recuerda Óscar Quintana. Era el último en correr en los entrenamientos, y siempre que podía, se escondía, aunque sin mucho éxito, pues era difícil perder de vista a un joven de 2.16 y pelo anaranjado. Esto era algo que sacaba de sus casillas a Velimir Perasovic, persofinicación del trabajo duro y diario, que no entendía cómo el americano podía permitirse esos lujos.
Pero si había algo que enfadaba aún más a Peras, eran las zapatillas de Huffman. Huffman mantenía unas viejas zapatillas John Smith, prácticamente destrozadas, con las que iniciaba todos y cada uno de los calentamientos. Perasovic no podía ni verlas, pues le parecía incluso una falta de respeto.
Sin embargo, ahí estaba él. Con apenas 23 años, y esa aparente dejadez, Huffman se convirtió en toda una revolución para la ACB. Su Fuenlabrada (o el del mencionado Perasovic) realizaría un año histórico, y él colaboró en gran medida. Destrozó aros y tableros a base de mates y tapones, se mostró imparable en la zona, aunque se notaba la falta de kilos, una de sus asignaturas pendientes, aunque lo suplía con una agilidad y velocidad inusitadas. Y para muestra de su temporada, un botón: Huffman lograba en Vitoria ante el TAU el tope de valoración en dos temporadas con 48, al firmar 29 puntos, 11 rebotes, 5 tapones y recibir 9 faltas, junto a 6/8 en tiros de dos, 1/1 en triples y 14/16 en tiros libres, además de lograr la victoria por 96 a 93 en cancha rival.
De Fuenlabrada, al cielo en el Buesa Arena y, de ahí, a besar los Play Offs, donde se cruzarían con el Real Madrid. Ahí el equipo entrenado por Luyk consiguió eliminar al Fuenlabrada en tres partidos, donde Huffman no pudo parar a Tanoka Beard.
Aunque sus números a final de temporada no eran demasiado llamativos (12,6 puntos, 8,6 rebotes y 2,23 tapones), le permitieron abrir las puertas al mercado europeo. Y sería al final un equipo israelí quien se hiciera con sus servicios: Nate Huffman aterrizaba en el Maccabi Tel Aviv.
Europa a sus pies. El duelo Rebraca vs Huffman
Algo cambió en Nate Huffman. Algo le hizo sentirse bien, cómodo, como en casa. Huffman volvía a sentir el baloncesto como en sus años de college, y quería demostrarlo. Comenzaba la tiranía del gigante, el miedo a enfrentarse al Maccabi por no saber qué podría llegar a hacer el gigante de Battle Creek.
Huffman aplastó rivales durante toda la temporada, conquistó la liga y copa de Israel, y alcanzó la Final Four de Tesalónica. Allí, se cruzaría en semifinales con el FC Barcelona, al que Huffman fulminó con 24 puntos, clasificando al Maccabi para la final continental al vencer por 65 a 51.
Sin embargo, la final guardaba un momento amargo para su carrera. Ante ellos, el Panathinaikos de Zeljko Obradovic. Frente a Huffman, Zeljko Rebraca. Este iba a ser el primero de muchos duelos con el yugoslavo, en lo que pasaría a convertirse en un enfrentamiento clásico, al tratarse de dos de los mejores pívots que podían encontrarse en Europa.
Huffman cumplió con su trabajo (26 puntos y 10 rebotes). Rebraca, por su parte, hizo también el suyo (20 tantos y 8 capturas para el yugoslavo). Y, sin embargo, el protagonista fue otro. Oded Katash, ex jugador de Maccabi, le dijo a Obradovic “sé cómo juegan. Y sé cómo podemos ganarles”. Y así se dispuso a destrozar al equipo israelí, anotando 17 puntos, y dándole el partido a su equipo por 82 a 74.
Durante el verano, Europa sufriría un terremoto baloncestístico. FIBA y ULEB no eran capaces de acercar posturas, y terminaban formando dos competiciones: nacía así la Suproleague, que contaría con Efes Pilsen, Maccabi, CSKA y Panathinaikos como equipos más importantes. Y fueron estos cuatro equipos quienes alcanzaron la Final Four de dicho torneo.
El año de Huffman fue más dominante aún que el anterior. Maccabi había formado una plantilla de ensueño, al unir a Arriel McDonald y Nate Huffman a un joven americano, llamado Anthony Parker, con un único propósito: lograr la Suproleague.
En Suproleague, dominio total y absoluto, hasta el punto de ser nombrado MVP de la competición, promediando 17,5 puntos y 9 rebotes, con actuaciones como la que realizó ante Efes Pilsen (29+12), Scavolini (20+14), y ser, además, el segundo jugador que más dobles dobles logró en la competición. Huffman estaba en su mejor momento, pero quería refrendarlo con el título. El gigante quería aplastar a su rival, y no le importaba quién se colocase frente a él.
En semifinales, el CSKA de Kirilenko, al que vencieron por 86 a 80 en un gran partido de AK47, bien respondido por parte de Maccabi, siendo Huffman y Arriel McDonald los máximos anotadores del equipo israelí, con 17 puntos ambos. En la final, esperaba la venganza. El Panathinaikos de Obradovic, que se había reforzado con un duro interior como Darryl Middleton.
La final encumbró a Huffman. Maccabi no caía esta vez en las trampas de Obradovic, y Bodiroga no se vio respaldado por sus compañeros, teniendo en cuenta, sobre todo, que Rebraca se cargaría de faltas rápido, gracias a la labor de Nate bajo los tableros. Al final, 21 puntos, 9 rebotes, y el título de la Suproleague. Nate Huffman había logrado llevar a su equipo a lo más alto en Europa. Era su mejor momento.
El sueño americano
Comenzaba el verano con la NBA llamando a su puerta. Los Spurs se mostraban muy interesados en el jugador americano, pero la oferta económica era ridícula en comparación con lo que ofrecían los macabeos. Entre su sueño y el dinero, Huffman decidió optar el 9 de septiembre de 2001 por el dinero. Dos días después, su país sufría el mayor atentado visto hasta la fecha en el World Trade Center.
El mundo cambiaba drásticamente, y en una zona conflictiva como es Israel, pronto se notaron los efectos.
Sumido en una crisis personal, Huffman continuó rindiendo, pero ya no se sentía seguro.
Su cafetería favorita, voló por los aires a causa de un atentado. Y su relación con los aficionados de Maccabi empezó a torcerse, a raíz de
este curioso incidente.
Aunque sus números en Europa eran buenos (13,9 puntos, 7,4 rebotes y 17,1 de valoración), e incluso alcanzaron la Final Four por cuarto año consecutivo, Huffman supo que su etapa en Israel había terminado. Era el momento de volver a casa. Iba a cumplir su sueño.
Los Toronto Raptors confiaron en Nathaniel Huffman en el verano de 2002, ofreciéndole un contrato por tres años y más de cinco millones de dólares. El sueño de su vida podía cumplirse. Su tatuaje, como dijo antes de llegar a Fuenlabrada, iba a fundirse con su camiseta.
Mas su sueño terminaría por convertirse en su peor pesadilla. Huffman no era el mismo, sus rodillas ya no eran las mismas. Apenas podía caminar, y terminó traduciéndose en sólo 7 partidos con la camiseta de los Raptors, y siendo cortado a final de temporada. El sueño de su vida, el sueño de aquel niño pelirrojo, había llegado a su fin. Nathaniel Huffman no podía seguir jugando.
Dicen que todos los grandes imperios terminan cayendo. Ocurrió con el imperio romano, con el español, y con el de Nate Huffman en Europa. Huffman intentó volver a jugar con Scavolini en 2004, pero que desestimaron el fichaje por el estado de forma del jugador. El cuento del gigante de Battle Creek llegaba a su fin con la retirada definitiva de las canchas.
Epílogo. La vida de Nate después del baloncesto
Nathaniel Huffman cambió su objetivo, y pasó de jugar en la NBA a dirigir varios negocios. Llegó a tener hasta un campus de baloncesto con Constantin Popa, antiguo compañero en Tel-Aviv. Rehizo su vida, en su ciudad natal, casándose con Michelle, con quien ha tenido un hijo, ahora con cinco años y de nombre Christian.
Mas la historia de Nate Huffman se ha torcido. Recogido en su pequeña ciudad, rodeado de su familia, Nate se encuentra enfermo. Muy enfermo. El cáncer ha hecho aparición, por desgracia, en su vida, y de forma muy agresiva. Ahora, con 40 años, Nate Huffman se enfrenta a su gran reto.
Durante el día, las muestras de cariño recibidas por Nate Huffman han sido constantes, desde aficionados hasta amigos, pasando por el Maccabi, que enviaba el siguiente tweet:
Ídolo de muchos, leyenda en Tel-Aviv, y uno de los mejores jugadores que han pasado por Europa y la ACB, bien recordado en Fuenlabrada. Ahora, recibe las muestras de cariño, aprecio y admiración, por parte de amigos, conocidos, o aficionados. Desde Óscar Quintana, al que estoy profundamente agradecido, pues me permitió conocer aún más a Nate y me ayudó a añadir alguna anécdota a este escrito, hasta el que escribe estas líneas, que tuvo la suerte de poder conocer la historia de Nate Huffman, el mundo del baloncesto reza por Nate Huffman, deseando que este no sea su último reto. Que este no sea el punto y final del gigante de Battle Creek.
Be strong, Mr. Nathaniel Huffman.