Hubo un tiempo en que todo el mundo era del Estudiantes. Aquella fantástica época, aquel Junio de 2004 ya pasó. Los aficionados al baloncesto jamás olvidaremos aquella gesta que supuso forzar el quinto partido frente al Barcelona, en esas tardes veraniegas donde Vistalegre tuvo algo más que magia, algo más que ambiente. El Estu tocó el cielo de Madrid, aunque después perdiese el título.
Al año siguiente, las semifinales fueron el tope de los colegiales, la despedida de Pepu, el fin de los días de vino y rosas. La campaña siguiente el Estu se fue de vacaciones un poco antes, en los cuartos, pero ya no había aparecido en la Copa, que se celebraba en Madrid, y los síntomas de la decadencia empezaban a aflorar. Hoy, a 19 de enero de 2008, el Estudiantes se muere. Poco importa que Mariano de Pablos dimitiese para salvar la nave, que se haya fichado a Potapenko o que Jasen se deje más de lo que tiene sobre el parquet, porque los de Perasovic son un equipo mediocre, o se comportan como tal. La afición no se merece esto y a estas alturas parece complicado que la situación se solucione. Puede que el Estudiantes salve la categoría, pero el problema está más allá de eso. Hay ciertas decisiones que no se acaban de entender, como es la de la rescisión de contrato de Urtasun para traer a Morandais, que no añade nada que no ofreciese el ahora jugador del León.
No nos olvidamos del Murcia, que planteó el partido de manera rácana y timorata, lo que explica las razones por las que no había ganado ningún encuentro fuera de casa en esta temporada, hasta hoy, claro. Llevaba mucho tiempo sin ver un partido tan malo de baloncesto comentaba un compañero de Gigantes. Lo peor de todo no es eso, sino que el Estudiantes haya vuelto a las andadas. Las épicas remontadas frente al León y Menorca parecen haber sido como el amor de una noche de verano, algo fugaz y fantástico pero que, una vez finalizado, provoca un aterrizaje horrible en la realidad de todos los días, que no es otra que luchar por sobrevivir. O se hace algo, o dentro de poco sólo quedará lamentarse.