El Real Madrid de Baloncesto jugará su tercera final esta temporada. Le ha costado llegar, de igual forma que le costó acceder a las otras dos anteriores. La trayectoria de los pupilos de Plaza es impecable. Han llegado hasta el último envite en todas las competiciones que han disputado, algo bastante impensable al inicio de temporada.
La serie de semifinales contra el Joventut ha sido simplemente taquicárdica. Cinco partidos, cuatro finales apretados, tensión, nervios, golpes, pitidos, polémicas… play off en definitiva.
Desconozco si ustedes han sufrido tanto, aunque imagino que sí. Porque ha sido una serie larga, con las fuerzas al límite, jugadores por los suelos todo el tiempo, empujones, caras de rabia, miradas que matan. Cualquiera de los dos equipos merecía estar en la final. Si el premio se lo ha llevado el Madrid, ha sido simplemente por tener la templanza de levantarse cuando todos le daban por muerto y porque una vez en pie, ha sabido aguantar el último asalto de manera épica, como su rival, el Joventut, cuya lucha hasta el límite de sus fuerzas y un poco más debe enorgullecer a sus seguidores.
Es posible que ahora nada les consuele y que piensen, con razón, que han tenido la mejor oportunidad en años para regresar a la élite. El año pasado se quedaron a las puertas, hace unas horas también. Sin embargo, si se compara al conjunto de Badalona con el de hace unos años, la mejora es tremenda. Están en el camino y la entrega mostrada en estas semifinales debe servirles de estímulo.
El Madrid sale triunfador de la batalla. Lo de este equipo es digno de admiración. Tras varias lesiones, shocks coperos, bajones de juego y resultados y casi catástrofe en aquel horrible partido de Kazan, el equipo se planta en la final de la ACB. Quizá empezó a ser finalista en el momento en que Rudy no se decidía a tirar para resolver el sábado pasado. Superado lo más difícil, lo de hoy era el último escollo. A los de Plaza se les puede reprochar un bajón notable en su juego y sin embargo nada se les puede decir acerca de su carácter competitivo y las ganas y sobriedad con la que afrontan momentos límites como el de hoy.
Ahora tienen ante sí un último reto, frente al eterno rival. Promete ser un espectáculo inolvidable, digno de las mejores finales ACB, aquellas que vieron a Djordjevic festejando títulos en el Palau, aquellas que consolidaron a un joven pívot llamado Pau Gasol. La historia se repite seis años después.