"Cuando tenía un problema el balón era para Babkov, y cuando la cosa no iba bien, el balón era para Serguei. Era seguridad”. Curro Avalos, ex jugador y compañero de Serguei Babkov.

En plena Guerra Fría, se iniciaba el 5 junio de 1967 la Guerra de los Seis Días, donde Israel iniciaba un conflicto armado con varios países árabes de la zona. La respuesta no se hizo esperar por parte de las dos grandes potencias, URSS y EEUU, dando pie, una vez más, a un clima de tensión que podía desembocar en un conflicto armado entre ambos países.

En la URSS, a orillas del río Ob, en la fría zona siberiana, y como punto neurálgico del Ferrocarril Transiberiano, se erige Novosibirsk, la nueva Siberia. Ciudad clave en el desarrollo industrial durante la época soviética, y tercera ciudad más grande del gigante ruso, la más grande si contamos sólo con la parte que nace más allá de los Urales. Sería muy cerca de allí donde, aquel 5 de junio, llegaría al mundo una persona que, sin saberlo, cambiaría el frío por la cálida Costa del Sol. Sólo 356 km separaban Bijsk de Novosibirsk. Muchos menos de los que recorrería Serguei Babkov.

Bijsk

Al otro lado del telón de acero creció Serguei Babkov. El otro telón. El que separaba de forma geográfica los dos mundos.

Allí se forjó una personalidad tímida. Alejado de focos, obediente y trabajador. Nacía cuando la URSS se apoderaba del trono mundial en baloncesto. Cuando Gomelski dirigió a aquella plantilla, donde se encontraban Gennadi Checuro, Modestas Paulauskas, Zurab Sakandelidze, Aleksandr Travin, Jurij Selichov, Anatoli Polivoda, Serguei Belov, Priit Tomson, Rudolf Nesterov, Gennadi Volnov, Jaak Lipso y Vladimir Andreev. La que venció a Yugoslavia; la de Radivoj Korać, Krešimir Ćosić y Ranko Žeravica en el banquillo.

Con tanto éxito en el baloncesto, bautizado con el oro de Uruguay, era raro que Serguei no se decidiera por la canasta. Sobre todo, teniendo en cuenta su estatura (alcanzó los 1.92 metros) y su capacidad física. Lo demás, cuestión de trabajo. Y así pasó su juventud Serguei Babkoventre canastas, soñando con engrosar las filas del combinado dirigido por Gomelski. El primer paso, lo dio con tan sólo 6 años. Babkov aprendió a lanzar a canasta a la vez que aprendía a sumar. A sumar sus propios puntos, por supuesto. Los mismos que le harían brillar unos años después.

De Bijks a Novosibirsk, para ingresar en el club de la ciudad, el DinamoAllí comenzó a destacar y a llamar la atención de otros clubes, llegando en el mismo añodos grandes cambios para su carrera, con tan sólo 17 años: la oferta del SKA Ural y la llegada de la línea de tres al baloncesto FIBA.

Con 18 años debuta con el SKA, y demuestra su potencial. Empezó a destacar por su tiro exterior y su capacidad para soltar el balón con una facilidad pasmosa en el aro. Su primer paso y su potencia física le permitían hundir el balón una vez tras otra. Además, era capaz de sacrificarse en defensa como el que más. Babkov tenía todo lo que un jugador de baloncesto podía tener.

Tres años en Ekaterimburgo (de 1985 a 1988), le abrieron las puertas del Lokomotiv Novosibirsk. Cerca de casa, donde comenzó todo. Y donde Serguei gritaría, por primera vez, lo que estaba dispuesto a hacer en el baloncesto

La caída del muro, Alemania, y el mundial de 1994

La Guerra Fría llegaba a su fin. La caída del gigante soviético era una realidad, y se materializó en 1989, con la caída del muro. El muro que puso límites a todos aquellos que quisieron conocer lo que había tras él. El de las familias separadas. Si hay un muro en el que lamentarse, bien debiera ser este.

Asentado en la primera división rusa, Babkov desplegó su mejor juego. En su primera temporada, en 1989, Babkov se convertía en uno de los jugadores más destacados del equipo. En 1990, lleva al Lokomotiv a lograr, por primera vez en su historia, el campeonato de la Federación Rusa. En el ’91, consiguen el ascenso a la Superliga, y sólo un año después, una vez más con Serguei Babkov como primera espada, consiguen el 5º puesto, el mejor en la historia del club.

Llegaba 1992. El año que cambió todo en el mundo del baloncesto, con la aparición del Dream Team que arrasó en los JJOO de Barcelona. Sin embargo, años antes había cambiado todo en el baloncesto soviético. La extinción de la URSS daba lugar a la creación de una selección nueva, antes de recibir el nombre de Rusia. Para participar en los JJOO de Barcelona, se unieron bajo el nombre de Comunidad de Estados Independientes. Sería en el Preolímpico donde Serguei haría su debut con la selección. Consiguieron la clasificación, mas Babkov no logró entrar en el equipo que competiría en los JJOO.

Serguei daba un paso más. El telón de acero se abrió para él. El TVG Trier firmaba al alero ruso, y ponía rumbo a Alemania.

En Trier, todo cambia. Mantiene su juego y su ritmo de anotación, siendo el máximo anotador del equipo en las dos temporadas que juega. En la segunda temporada, la 93/94, consigue ser además el máximo encestador de la liga (24,1 por partido). Y, esta vez sí, logra un hueco con la selección rusa.

Babkov formaría parte de la plantilla que representaría a Rusia en el Eurobasket de 1993. Rodeado de otros grandes jugadores (Panov, Bazarevich, Fetissov, Karasev y su gran amigo, Mikhaylov), Babkov consigue promediar casi 17 puntos por partidoContra Grecia, por ejemplo, alcanza los 29 tantos. En cuartos de final, ante Estonia, anota 13, y en semifinales, ante una Croacia que lloraba la muerte de Drazen, 22.

La final, sin embargo, sería un momento amargo. No en lo particular, pues Babkov anota 24 puntos (máximo anotador del encuentro), si no en lo colectivo, pues Rusia pierde ante Alemania, entrenada por Pesic, por 70 a 71.

Con empate a 68, Serguei consigue anotar los dos tiros libres del 1+1, y colocaba a su selección con dos puntos de ventaja frente a Alemania. Sólo quedaban 15 segundos para finalizar el encuentro, y Nürnberger consigue romper a Bazarevich. Cuando saltan las ayudas, dobla el balón a Welp, recientemente fallecido, que se colgaría del aro y sacaría la falta personal, dejando el reloj en tres segundos. Welp anotó el tiro libre, y Vladimir Gorin no consiguió anotar un triple a la desesperada.

En 1994, sólo un año después de aquella plata, tocaba cita mundial. Era el momento de alcanzar el oro, o de intentarlo, puesto que los EEUU volvían a presentar una plantilla repleta de estrellas: Shaquille O’Neal, Shawn Kemp, Mark Price, Dominique Wilkins

casi lograron el oro. Casi, porque al menos llegaron a disputar la final. En frente, unos EEUU que no dieron ninguna opción. Eso sí, a diferencia de la amarga plata del Eurobasket de 1993, esta sabía a medalla de oro. El marcador, 137 a 91. Sin opciones para Rusia. Al menos, Babkov logró anotar 22 puntos, y fue el segundo máximo anotador de la selección con 15,3 tantos por partido.

Serguei Babkov se había hecho mayor. Poco quedaba de aquel niño de 6 años que comenzaba a jugar en su ciudad. O de aquel que salía de casa para jugar en el SKA Ural. Con su actuación en la liga alemana y en aquel Mundobasket, el mundo ya sabía quién era Serguei Babkov.

El zar de la Costa del Sol. Repaso de sus años en Málaga junto a Curro Avalos

Cuentan que en los años 90 el baloncesto en España cambió. Que pisaron el país “astronautas” como Armstrong, que la Penya se alzó con la corona europea. Que el gigante lituano y la ametralladora brasileña jugaron en ValladolidPinone ganaba una Copa del Rey para el Estu, y llegaban a las semifinales de la Liga Europea. El CAI Zaragoza volvía a las finales de Copa.

Sin embargo, las finales de liga eran territorio reservado para unos pocos afortunados. De hecho, sólo tres equipos la habían disputado: Real Madrid, FC Barcelona y Joventut.

Cuentan que al sur del país, se creó, en 1992, un pequeño grupo de guerreros. Massenburg, King y Ansley eran los que aportaban los puntos. Nacho Rodríguez, Antonio Medianero o Joaquín Ruiz Lorente, el carácter. Y todo ello, comandados por Javier Imbroda desde el banquillo.

Una temporada después de la fusión entre los dos clubes de la ciudad, en la1993/1994, se alcanzaban los cuartos de final de Copa. Se soñó con la posibilidad de vencer al todopoderoso FC Barcelona en aquel pequeño reducto, la aldea gala en la misma ACB, que era Ciudad Jardín. Sin embargo, se quedó sólo en una fantasía. El equipo malagueño caía. En liga, acabó décimo. No había salido bien el fichaje de Samir Avdic. Y Claude Riley y Piculín Ortiz no hacían olvidar a Massenburg, King y Ansley.

Imbroda decidió recuperar a Ansley, que volvía a Málaga para liderar un nuevo proyecto, aunque bien consagrado en su base: Avalos, Rodríguez, Romero, Reyes, Bosch, Gaby Ruiz iban a ser quienes pusieran todo el carácter y la garra sobre la pista. Junto a ellos, un nuevo americano, capaz de coger un rebote con los dientes si se lo hubiera propuesto: Kenny Miller. Y, entre tanto americano, algo nuevo. Un jugador que había llamado la atención de Javier Imbroda tras su gran año en Alemania. Y que se certificó tras su Mundobasket con Rusia.

Serguei Babkov aterrizaba en Málaga

Era un jugador atípico para lo que estábamos acostumbrados a recibir. Normalmente recibíamos jugadores americanos, muy fuertes y explosivos, y cuando lo vimos, al principio, nos dijimos: esto es diferente”.

Curro Ávalos coincidió con Serguei Babkov durante toda su estancia en Málaga. Y para él, fue algo distinto. Tanto, que admite que recordarlo le hace tener el vello de punta.

Babkov cambió la ambición del grupo. Era un jugador acostumbrado a jugar grandes partidos, a luchar por títulos. Era capaz de asumir responsabilidades, era capaz de anotar y defender. Podría decirse que era la personificación de lo que quería Imbroda en su equipoel talento, que pusieron en su día los americanos, y la entrega, reflejada en el grupo de jóvenes nacionales.

Cuando pisó por primera vez el parqué de los Guindos, Curro Ávalos vio en Babkov algo distinto. “Entendimos que lo que teníamos era una estrella, era un maestro del baloncesto. Un jugador que mucha gente decía en la grada: <<parece que baila cuando juega>>. Y esas penetraciones que hacía, como dejaba el balón en el aro… Además, era una persona que era todo humildad”.

En una sola temporada, Serguei Babkov se ganó el cariño de toda la grada. Se convirtió en el segundo máximo anotador del equipo (16.5 puntos por partido), sólo por detrás de Mike Ansley. Su debut, desde luego, no dejaba dudas: 17 puntos al Murcia. ¿No convence? Otros 17 al Barça en la segunda jornada. O 29 al Festina Andorra, 26 al Joventut, 22 al Estu, 22 al Madrid, 26 al Caja San Fernando…

Para Ávalos, “era seguridad. Cuando tenía un problema, el balón era para Babkov, cuando la cosa no iba bien, el balón era para Serguei. Por aquel entonces yo tenía veinte, veintiún años y en la cancha jugar con un tío que te aportaba esa seguridad, esa solvencia, y esa tranquilidad, ese desparpajo… nosotros teníamos 20, 21 años en aquella final con el Barça, por ejemplo y contar con personas de este calibre, nos daba una tranquilidad extra, en momentos de pleno estrés, como unos cuartos, una semifinal, una final…”

El equipo demostró un desparpajo en el juego pocas veces visto. Cada jugador sabía el rol a ocupar, y se tradujo en grandes resultados. Se alcanzó el segundo puesto, sólo por detrás del FC Barcelona, y se afrontaba el Play Off con factor cancha. Málaga vibraba con su equipoLos Celtics de Málaga, los llamaban. Sabían que no era el mismo sueño que tuvieron en Copa sólo un año antes. No, aquel les hizo despertar en cuartos de final.

En cuartos de final, tocaba el Estudiantes. Dos victorias, por 83-80 en el primer partido (24 puntos de Manel Bosch), y 67-79 la segunda, con 16 puntos de Serguei Babkov.

El siguiente paso, semifinales. Y, aquí, Babkov terminó de ganarse a la afición malagueña. Tres victorias, tres exhibiciones: 26, 16 y 21 puntos, por orden, en los tres partidos que cerraron la eliminatoria a favor del conjunto cajista. Lo habían conseguido. Iban a ser el cuarto equipo que disputaría una final ACB, tras Madrid, Barça y Joventut. Ciudad Jardín era una olla a presión. Colgaba el cartel de “no hay billetes” partido tras partido. Y, en aquella final, no iba a ser menos.

Los dos primeros partidos en el Palau se imaginaban como derrotas. La final ya era un éxito. Pero en el vestuario no estaban de acuerdo. Y así lo hicieron saber. Comandados por Serguei Babkov, con 23 puntos, el Unicaja Málaga se hacía con el primer encuentro de la final. El sueño se hizo realidad. Un título de liga que parecía etéreo pasó a convertirse en algo palpable. El segundo partido fue más dramático que el primero. El Barça consiguió defender el factor cancha y venció por 93 a 92, a pesar de los 23 puntos de Babkov y los 21 de Ansley.

La final se trasladaba a Ciudad Jardín. Hasta la bandera. 5000 espectadores… oficiales. No cabía un alma más en el pequeño recinto, y el ambiente era ensordecedor. No había nadie que no hablara por las calles de la capital costasoleña del Unicaja. Málaga se teñía de verde y morado.

Al igual que el segundo partido, la igualdad se apoderó del encuentro. Aunque, en esta ocasión, el partido se decantó para el cuadro local. 88-87, 1-2 en la eliminatoria. Y a soñar.

Ansley ejerció de verdugo, con 26 puntos, y Miller lo apoyó con 20 y 14 rebotes. Ávalos, 10, Gaby Ruiz, 11. Babkov, otros 10. Y así se llegaba al primer match ball.

El cuarto partido de la final de la temporada 1994-1995 es historia del baloncesto malagueño. Allí, Málaga suspiró, se vio campeona. Aquel 18 de mayo de 1995, la historia del baloncesto le hizo un hueco al Unicaja. Aunque escribiese su nombre 11 años después. Ansley llevaba 37 puntos. Ante el Barça. 78-80, y el americano subió el balón. Era suyo. Era su momento. Se dispuso a lanzar. Y el baloncesto en Málaga se congeló.

No entró. Babkov anotó aquella noche 17 puntos. Hay quien cree que ese triple debió lanzarlo él. Pero si llega a entrar, nadie lo mencionaría.

En verano, volvió a vestir la camiseta de la selección rusa, aunque no con tanto éxito como en el verano de 1994. Rusia finalizaría séptima en este Eurobasket, con Babkov como segundo máximo anotador del combinado, con 16,9 puntos de media.

La siguiente temporada en Málaga fue la de la consagración en Europa. Sin embargo, Babkov no pudo participar en la máxima competición europea por la restricción de dos extracomunitarios existente. Aún así, el rendimiento de Babkov no bajó, y en Liga ACB se mantuvo en los 15 tantos por partido. El equipo caía en Play Off ante el TDK Manresa.

La 1996/1997 estuvo marcada por la marcha de Michael Ansley, y la llegada de un Deon Thomas que no logró suplir al ala-pívot americano. Babkov tomó el testigo de Ansley y se convirtió en el máximo anotador del equipo, con 17,7 puntos por partido, y con un 50% en tiros de dos. Babkov era el ídolo de la afición, el jugador que había cambiado, más allá de Ansley, la historia del club.

En verano, otro metal, el tercero de su carrera con la selección rusa. Esta vez, el bronce, venciendo a Grecia en el partido por la medalla. Sin embargo, Babkov no rinde igual en este torneo, y se queda por debajo de los 10 puntos por partido.

En la 1997/1998, más Babkov. Otra vez máximo anotador del equipo, con auténticas exhibiciones: 37 puntos al Caja San Fernando, o los tres partidos consecutivos con 30 o más puntos, ante León (31), Joventut (30) y Fórum (33). La temporada acabaría en cuartos de Play Off ante el Baskonia, donde anotaría 26 puntos en el primer encuentro, y sólo 9 en el segundo.

En verano, otro éxito con la selección rusa. El verano del lock out dejaba a la selección de EEUU sin sus principales estrellas. Era lao portunidad para alzarse con la medalla de oro, de ser campeones del mundo.

Esta vez sí, Babkov volvió a mostrar un gran nivel con su selección. Otra vez segundo máximo anotador. Otra vez contra EEUU. Esta vez en semifinales.

Si bien es cierto que no era la misma selección que cuatro años antes, Babkov pudo vengarse de aquella final. Endosó 30 puntos a EEUU, y consiguió el pase para la final. Allí esperaba Yugoslavia, con Bodiroga, Djordjevic y Rebraca. Otro partido igualado, como en aquel Eurobasket de Alemania. Y otra derrota. 62-64. Serguei sólo pudo anotar 4 puntos, y vio cómo se le escapaba otra medalla de oro.

La temporada siguiente, sería la última y la más dura de las que vivió Babkov en Málaga. Se marcharon Nacho Rodríguez y Javier Imbroda, y el equipo no supo encontrarse en toda la temporada. Sin embargo, Serguei no se dejó llevar, e hizo todo lo posible por mantener al equipo al mejor nivel posible. De hecho, volvió a ser el máximo anotador del equipo(tercera temporada consecutiva), pero no se consiguió el objetivo de la temporada, el de alcanzar los Play Off.

El 16 de abril de 1999, Serguei Babkov anotó 14 puntos en Ciudad Jardín. Los últimos puntos del ruso en su casa. Los últimos puntos que anotaría vistiendo la camiseta de Unicaja.

El caballero sobre la cancha, el hombre humilde, introvertido y tranquilo. La tranquilidad personalizada, como recuerda Curro Ávalos. De hecho, el propio ex compañero de Serguei, ejemplifica su carácter: “Como anécdota, no recuerdo si fue en Lleida, en Manresa, llevaba treinta puntosse jugó la última canasta y la falló, y empezó a llorar en el vestuario. Se levantó, y empezó a pedirnos perdón a todos, y nosotros nos preguntábamos <<¿pero por qué?>>. Estaba totalmente desmoralizado y roto, porque había fallado la última canasta y llevaba treinta y tantos puntos Esto demuestra esa humildad de la que hablaba, y la generosidad de la que siempre hizo gala. Un buen amigo, un caballero, generoso en la cancha, comprometido, y profesional al máximo, nunca lo ibas a ver de fiesta.”

Babkov ponía punto y final a su exitosa carrera en Málaga. El zar buscaba un nuevo reto. Y pondría rumbo a Badalona.

Badalona y la vuelta a casa

Babkov cambiaba el verde de Málaga por el del Joventut. Iba a ser el encargado de guiar a un grupo de jóvenes, de enseñarles. Sin embargo, su temporada fue irregular, y no alcanzó el nivel que demostró en la Costa del Sol, si bien es cierto que ya no estaba en el prime de su carrera. Su debut fue prometedor (27 puntos ante el Madrid), pero la temporada quedó marcada por las lesiones.

Con 33 años, vio que era el momento de volver a casa. Y eso mismo hizo. De Badalona a Novosibirsk, donde vivió en la 2000/2001 su última temporada como jugador. Pero no se separaba del mundo del baloncesto. De hecho, en la siguiente temporada ya pisó el banquillo del mismo equipo donde había finalizado su carrera como jugador. Y menudo debut como entrenador, logrando el ascenso a la primera división. Sólo necesitaría dos temporadas más para dar un salto en su carrera. Y es que en 2004 es nombrado seleccionador ruso, aunque el fracaso en el Eurobasket de 2005 hizo que abandonase el cargo.

De ahí, vuelta a Novosibirsk, al Lokomotiv donde todo comenzó. Esta vez, como presidente del equipo.

Serguei sigue visitando Málaga, aunque sigue siendo igual de introvertido como cuando vestía la camiseta verde. Ávalos añade al final “Es tan introvertido en sus visitas como lo fue en la cancha, yo creo que no llama por no molestar. Eso dice mucho de él. Es un jugador que pasará a la historia del baloncesto malagueño, y todo el mundo sabrá quien es siempre. Pese a que venga o no venga, esté o no esté, se le recordará. Siempre le tendré mucho cariño, hablo de él y se me pone el vello de punta, ha sido una de las personas que más me marcó, tanto dentro como fuera de la cancha, todo honradez y generosidad. En el deporte de élite no es fácil encontrar personas como Babkov. Creo que dejó un sello y una marca que siempre quedara en Málaga”.

Su última visita conocida, en abril de 2013. Se le hizo una entrevista por parte de Diario Sur, y recuerda Málaga como la etapa más feliz de su vida.

Serguei Babkov fue el ejemplo perfecto de toda una generación. Era el talento, el saber estar. La tranquilidad, la humildad, la profesionalidad. Era Serguei Babkov: el zar de la Costa del Sol.