Dice el tópico que, en los derbis, da igual como se haya desarrollado la temporada o como lleguen los equipos. Hoy se ha demostrado que es una cosa cierta. Con objetivos distintos, los locales jugándose el Playoff y los visitantes la permanencia, daba inicio un partido alimentado por el sano pique entre las aficiones de ambos conjuntos.
El Fuenlabrada fue una apisonadora en el primer cuarto, aprovechando la flaqueza ofensiva de su rival que, sin Carl English, parecía incapaz de generar fluidez ofensiva y se quedaba en tan solo 6 puntos. Martilleando desde la línea de 3, con un Mainoldi inspirado y un Colom que ponía el ritmo justo,los de Poch tomaban pronto una ventaja superior a los 10 puntos que mantedrían casi todo el partido. Ni siquiera la reacción de la mano de un gran Clark en el segundo tiempo conseguía reducir las diferencias. Un canastón de Jayson Granger desde el centro del campo sobre la bocina dejaba el marcador 30 – 45 al descanso.
Sin embargo, quizá por los nervios de la importancia de una victoria, quizá por el campo hostil, los fuenlabreños comenzaron a bajar enteros en la segunda mitad. Aunque las ventajas llegaron a sobrepasar los 20 puntos, el signo del partido parecía cambiar. Sobre todo cuando Txus Vidorreta dejó de empeñarse en poner a los teóricos hombres importantes para colocar en el campo a quien mejor lo estaba haciendo.
De este modo, con Jaime Fernández como timón y Lamont Barnes como estilete, los colegiales empezaron a reducir las diferencias. Y a creerse que podían ganar. Pero el tiempo jugaba en su contra, mediado el último cuarto. Pero a la heroica, jugando con el corazón, defendiendo cada balón, llegarón a bajar la barrera psicológica de los 10 puntos. Luego, de los 8. Luego, de los 6. Pero el tiempo siempre vence, y el cronómetro favorecía a un Fuenlabrada que esperaba, como agua de mayo, el pitido final. Al final, victoria para el equipo que más lo mereció durante la mayor parte del partido.