¿Recuerdan cuándo nuestro protagonista firmó en el verano de 2012 a Jeremy Lin y Omer Asik por 15 y 14 millones respectivamente? Por aquél entonces, el ex jugador de Harvard era el ídolo del momento en la liga, y el pívot turco venía de destacar desde el banquillo de los Chicago Bulls. En esos Rockets, la estrella era Kevin Martin y un joven llamado Terrence Jones, lugarteniente de Anthony Davis en Kentucky, irrumpía como supuesto ‘4’ de futuro de la franquicia.
Ese verano fue el inicio de la magia de Daryl Morey. Reclutó a James Harden, señalado por propios y extraños tras su mal final de la NBA, convenciéndole de que tenía la calidad suficiente para liderar un equipo –vaya ojo, eh- y le dio un contrato de 5 años y 80 millones por el máximo. Además de añadir a la franquicia texana al ya comentado Jones, otra gran elección en el Draft tras la grata sorpresa en la selección del año anterior, Chandler Parsons –ahora en el archienemigo, Dallas Mavericks-.
Pero además, Morey demostró tener ojos privilegiados en Europa. Recuperó de la liga rusa a Patrick Beverley, que años después demuestra que su periplo por Europa le hizo madurar a pasos agigantados, hasta convertirlo, con la inestimable ayuda de Kevin McHale, en uno de los mejores bases defensivos de la liga.
Además, firmó a un joven prometedor lituano, Donatas Motiejunas. Un jugador que, pese no hacer excesivo ruido durante sus primeros años en la liga, se ha destapado esta temporada como complemento perfecto del otro gran triunfo en los despachos de Morey: Dwight Howard, su pilar defensivo.
El General Manager de Houston consiguió, en el verano de 2013, que Howard renegara del glamur de Los Ángeles y en la ya histórica reunión con DH12 en la que Olajuwon acabó de convencer al pívot de Atlanta, consiguió el segundo gran pilar de un proyecto con vistas al Olimpo. Pese a que la temporada acabó antes de lo previsto por culpa de Damian Lillard, los Rockets mostraron un principio de mejora, liderados por un Harden que daba la razón a su jefe, y por un Kevin McHale que demostraba ser un entrenador más que capaz.
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Y llegó 2014, que empezó con turbulencias. Cruce de declaraciones con Chandler Parsons, que no aceptaba ni un rol ni un contrato de lugarteniente en la negociación de su nuevo contrato, factor que motivó su marcha del equipo. Aun así, Morey lejos de lamentarse, siguió trabajando para mejorar su plantilla. Añadió a un veterano como Jason Terry a una plantilla llena de tiradores, recordando al esquema que llevó a Howard y Orlando a la final del primer anillo de Pau Gasol. ¿El libro de jugadas? Sencillo: rodear a Howard de tiradores, complementándolo con una pizca de magia de James Harden, el mejor jugador forzando faltas de la liga. Además, rescató a Trevor Ariza de unos Wizards que le habían sustituido con Paul Pierce, para una nueva etapa en Houston, que ya había jugado previamente en Texas fruto del traspaso que llevó a Ron Artest/Metta World Peace/Panda Friend a los Lakers.
Morey siguió con su estrategia de mirar qué hay más allá del Atlántico, y se fijó en Barcelona, donde Joey Dorsey y Kostas Papanikolau habían ganado la Liga Endesa con el Barça, gracias a un agónico triple de Maciej Lampe. De forma inesperada, convenció al alero griego del FC Barcelona para hacer las maletas tras sólo una temporada en la Ciudad Condal, y le firmó para sus nuevos Rockets. Y un par de semanas después, Joey Dorsey anunciaba que seguía los pasos de su compañero para ser el suplente de Dwight Howard.
Y llegó el final de 2014 y el inicio de este año, momento en el que el mago ha destapado el tarro de las esencias. Ha conseguido, en dos meses, añadir a un roster ya potente de por sí a Josh Smith, al que firmó como jugador cortado tras ser defenestrado de los Detroit Pistons, además de ser amigo íntimo de Dwight Howard desde la época de instituto de ambos.
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Reclutó también a Corey Brewer, al que sacó de esa espiral de derrotas que eran los Timberwolves sin Ricky Rubio ni Kevin Martin a cambio de prácticamente nada –una segunda ronda de este draft, una de 2016 y dinero, además de quitarse a Troy Daniels del equipo- y ahora, en el último trade deadline, ha terminado de apuntalar su plantilla con las adquisiciones de KJ McDaniels, sensación en Philadelphia y del cual ya hablamos hace unos meses, de nuevo, a cambio de nada –otra segunda ronda- y a un veterano curtido en mil batallas como Pablo Prigioni, que abandona el Madison para irse a vivir a la vasta Texas, donde, a priori, cambiará derrotas por victorias, y caras largas por sonrisas.
Para incorporar al base argentino, Morey tuvo que sacrificar a una pieza prometedora-que aún no ha demostrado su talento en la NBA- como Alexey Shved, pero nunca está de más tener en plantilla a un jugador del temple y la experiencia de Prigioni, que es perfectamente capaz de mantener el nivel de la dirección de pista cuando Beverley y Harden estén descansando.
Actualmente, tras toda esta retahíla de movimientos, los Houston Rockets son terceros en ‘el salvaje Oeste’ con 41 victorias y 18 derrotas, a 1.5 partidos de los Memphis Grizzlies de Marc Gasol, y a día de hoy se enfrentarían en Playoffs a Dallas Mavericks.
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