Una máxima en cualquier deporte (y el basket no es una excepción) es que los éxitos y fracasos son cuestión de ciclos. Más dificil que llegar a lo más alto es mantenerse en la cumbre, y tarde o temprano llega el momento en el que el declive es evidente y toca hacer borrón y cuenta nueva. Renovarse o morir.

El primer ciclo exitoso de los Detroit Pistons fue a finales de los 80, con aquellos Bad Boys que ganaron dos Anillos consecutivos (1989 y 1990) y que imprimieron su sello personal en la NBA. Los años 90 fueron un periodo de transición, hasta que la llegada del nuevo siglo trajo consigo un nuevo periodo de esplendor a la franquicia del estado de Michigan. Desde la 2001-02 hasta la 2007-08 el equipo no bajó de las 50 victorias por temporada, y durante seis años seguidos consiguieron lo que parece casi un imposible en estos tiempos en los que la competencia es terrible: llegar al menos hasta la penúltima ronda de los Playoffs. Es decir, hasta las Finales de Conferencia.

En 2004, los Pistons de Larry Brown consiguieron el tercer Anillo de la historia de la franquicia, superando (contra todo pronóstico) en la final a aquellos Lakers concebidos para hacer historia, en los que a Kobe Bryant y Shaquille O’Neal se les unieron dos futuros Hall of Famers como Gary Payton y Karl Malone para completar un quinteto de ensueño que apenas tiene parangón en la historia. Sin embargo, los Pistons hicieron suyo el lema de los Bad Boys y, a base de garra, táctica y mucha mucha defensa desmantelaron a los Lakers de Phil Jackson, que perdía una final de la NBA por primera vez en su carrera. Al año siguiente, Detroit repetiría presencia en las Finales, pero esta vez encontró la horma de su zapato en los San Antonio Spurs de Tim Duncan, que se impusieron en una emocionante serie por 4-3.

Larry Brown dejó el equipo en el verano de 2005. Su sustituto, Flip Saunders, siguió manteniendo al equipo en la élite, batiendo el record de victorias de la franquicia (64-18 en la 2005-06) y llegando tres veces seguidas a la Final de Conferencia, aunque siempre quedándose a un pasito de la gran final. En esos años, los Pistons continuaban siendo la referencia en el Este, y un equipo casi inexpugnable en el fortín del Palace de Auburn Hills.

El fin de una época

Lo malo de los ciclos en el deporte es que nunca se sabe cuanto van a durar. Sin embargo, un hecho concreto hizo intuir a muchos que el fin de ciclo en los Pistons estaba a punto de llegar. Apenas empezada la temporada 2008-09, Detroit traspasaba a Chauncey Billups a Denver Nuggets a cambio de Allen Iverson. Billups había sido el auténtico catalizador de los éxitos de los Pistons un lustro atrás, pasando de ser un jugador que empezó su carrera NBA dando tumbos a convertirse en todo un MVP de las Finales y en el hombre que se jugaba los tiros decisivos en los partidos más importantes. El cambio Billups-Iverson no pudo salirle peor a los de Michigan, pues mientras aquél volvió a llegar a la final de conferencia con los Nuggets, Iverson sólo trajo problemas a la franquicia, descontento con el rol de sexto hombre que le habia asignado su nuevo entrenador Michael Curry. The Answer "se borró" de los últimos partidos y la temporada acabó de forma decepcionante. Aunque el equipo volvió a meterse en Playoffs (aunque por los pelos y con 39 victorias y 43 derrotas), rozó el ridículo en la eliminatoria de primera ronda contra los Cleveland Cavaliers, en la que perdió los cuatro partidos por una media de más de 15 puntos.

Este pasado verano, la franquicia de la ciudad del motor se encontraba en una situación extraña. Del equipo que llegó a dos Finales seguidas ya no estaban ni Billups ni Rasheed Wallace, que se marchó como agente libre a Boston Celtics después de haber mostrado una desidia absoluta en los últimos Playoffs. Los únicos supervivientes de los mejores Pistons de la década eran Richard Hamilton y Tayshaun Prince, junto con un Ben Wallace (cuatro veces Mejor Defensor de la NBA con los Pistons) al que Detroit dio la última oportunidad de jugar a baloncesto después de pensar en retirarse tras su estancia en Cleveland. Por tanto, había llegado el momento de decidir si tirar de la vieja guardia o empezar a reconstruir el equipo.

Joe Dumars, quien fuera estrella de los Bad Boys y desde el año 2000 presidente de los Detroit Pistons, nunca se ha caracterizado por ser un dechado de paciencia. No ha tenido reparos en "cargarse" entrenadores que han brillado en lo deportivo (Brown, Saunders, Rick Carlisle), por lo que la destitución de Michael Curry en el verano de 2009 no sorprendió a casi nadie. Para comandar al equipo de la reconstrucción, Dumars confió en un coach novato como John Kuester, cuya única experiencia en los banquillos de la NBA era como entrenador asistente. A las pocas horas de abrirse el plazo de fichajes, los Pistons se hicieron de una tacada con Ben Gordon y Charlie Villanueva, dos talentosos jugadores ya consolidados en la Liga como grandes anotadores (aunque también como "blanditos" en defensa). En primera ronda del Draft seleccionaron a Austin Daye, un prometedor alero salido de la universidad de Gonzaga, y en segunda ronda escogieron a DaJuan Summers y Jonas Jerebko, junto con un Chase Budinger al que traspasaron a los Houston Rockets. También llegaron como agentes libres Chucky Atkins (en su segunda etapa en el equipo) y Chris Wilcox, para completar una plantilla que conjuga veteranía y juventud.

Con estos mimbres, en Detroit se esperaba una temporada al menos similar a la pasada, en la que el objetivo mínimo era volver a meterse entre los ocho primeros. Sin embargo, en la primera semana de competición cayeron lesionados Hamilton y Prince (que llevaba seis años seguidos sin perderse un solo partido) y, aunque el arranque no fue del todo malo teniendo en cuenta estas bajas (5-4), a partir de mediados de noviembre el equipo ha ido de mal en peor. Siete derrotas seguidas sacaron al equipo de puestos de Playoffs (5-11), pero luego seis triunfos en siete partidos lo volvieron a meter en la pelea (11-12).

Desde entonces, las derrotas se han empezado a suceder. Los Pistons han llegado a encadenar 13 partidos seguidos perdiendo (incluyendo tres derrotas por más de 30 puntos), el peor registro desde finales de la temporada 1993-94. Una victoria ayer 12 de enero en el Verizon Center de Washington les evitó igualar la peor racha de la historia de la franquicia, pero dada la última trayectoria del equipo esto no parece más que un oasis en el desierto. A día de hoy los Pistons registran un balance de 12 victorias y 25 derrotas, empatados con Indiana y Philadelphia en la penúltima posición del Este. Que aún así estén a sólo cuatro partidos y medios del octavo puesto ejemplifica lo barata que está la Eastern Conference respecto a la Western.

La fórmula de mezclar juventud y experiencia, caras nuevas y viejas glorias, de momento no está funcionando. Con Kuester, el equipo trata de hacer un baloncesto más ofensivo que con sus predecedores, pero a pesar de ello es el segundo equipo de la NBA que menos puntos anota (91.7). Tampoco brilla en el apartado defensivo, encajando más de 97 puntos por partido. Este 5.3 de diferencial en contra justifica que a estas alturas lleve ya 25 derrotas, como también el hecho de que estén entre los peores en porcentaje de tiros de dos, tiros de tres y asistencias. Los fichajes estelares (Gordon y Villanueva) aún no han encontrado su rol en el equipo, y han alternado titularidad y suplencia con resultados dispares. Hamilton y Prince (especialmente este último) no han vuelto a ser los mismos desde sus lesiones, y sobretodo tienen un problema en el puesto de pívot, ya que carecen de un jugador que pueda anotar con fluidez desde la pintura.

Con tantos problemas, no es de extrañar que ya hayan salido rumores de traspaso para reforzar la plantilla, en los que Prince y Hamilton, los últimos reductos de los Pistons campeones, son siempre los primeros de la lista. Detroit tiene overbooking de jugadores exteriores, y le falta un center de calidad. Por eso un traspaso, o varios, parecen la mejor solución a corto plazo.

A pesar de todo, aún hay argumentos para la esperanza en la temporada del equipo de la Motown. Rodney Stuckey se ha convertido en la referencia ofensiva del equipo, y sigue rindiendo a buen nivel tanto de escolta como de base (18 puntos, 4 rebotes y 4 asistencias de media). Los novatos han ofrecido algún destello de calidad, especialmente un sorprendente Jerebko. El alero sueco ha sido titular en 32 de los 35 partidos que ha disputado, y promedia 8.5 puntos y 5.3 rebotes por encuentro. No son los mejores clavos a los que agarrarse, pero en los tiempos que corren en Detroit cualquier indicio de mejora es bien recibido. Pasar de estar peleando por todo a intentar evitar las últimas posiciones no es plato de buen gusto para nadie, pero es algo que hay que asumir como parte de este deporte. La clave será que esta necesaria reconstrucción dure el menor tiempo posible. Pero eso, claro está, es imposible de predecir.