El dogma de Phil Jackson

  • Un paseo por la extensa red de influencias que ha dibujado el mítico entrenador

La influencia es un concepto que abarca numerosas interpretaciones, difícil de cuantificar por la propia idiosincrasia de su definición, pero fácil de detectar. Cuando la vemos, sabemos que está ahí.

Así pues, ¿qué sería de la historia contemporánea de la política sin la particular visión de Karl Marx sobre el mundo? Su forma de interpretar, desde el punto de vista económico, filosófico y social la historia de nuestra civilización, ha influido a incontables políticos y sociólogos a lo largo del siglo XX. Por otro lado, sería imposible concebir la música actual sin reconocer el peso que tuvieron artistas como los Beatles, Elvis Presley, Michael Jackson o Bob Dylan. Que decir del deporte…en cuantas tertulias y corrientes de opinión futboleras (por citar ejemplos concretos) hemos oído hablar de conceptos tales como "la escuela de Rinus Michels", "la escuela de Arrigo Sachi", "la escuela de Helenio Herrera", etc. Ejemplos hay tantos como se quieran citar. La influencia que puede ejercer una personalidad revolucionaria y sagaz en su ámbito, no se circunscribe solamente a su tiempo, sino que dibuja un legado, un poso que marca para siempre el devenir de la disciplina.

En el baloncesto, si hay un nombre en la actualidad que encaja con la descripción expuesta en el párrafo anterior, ese no es otro que el de Phil Jackson. En dura pugna con el otro punto gravitante del mundillo, Gregg Popovich (que de por si merecería un capítulo aparte).

Cuando en 1989 Phil Jackson aterrizó en la ciudad de Chicago para gozar de su primera oportunidad como entrenador jefe en funciones, pocos podían imaginar que se estaban colocando las primeras piedras de un futuro esplendoroso, el que marcaría para siempre la forma de entender nuestro juego. Con la ayuda del mítico Tex Winters (que a su vez había perfeccionado el modelo implantado por Sam Barry en la Universidad de Southern California), teórico y ejecutor instauraron el sistema conocido como "triángulo ofensivo". La idea se transformó en dogma, uno que tenía la ventaja de poder someterse a juicios, revisiones y adaptaciones, y que le dieron a los Bulls seis campeonatos durante la década de los noventa. No mucho tiempo después, en el lustro siguiente, llegarían cinco más cuyo epicentro se situaba en Los Ángeles, esta vez contando con actores distintos, pero bajo los mismos principios.

Phil Jackson había forjado una leyenda inmune al cruel olvido que supone el paso del tiempo, y que se materializó en 11 anillos, 13 finales disputadas (sin contar los dos que ganó como jugador), e incontables personalidades que quedaron atrapadas bajo su influjo.

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Phil Jackson, campeón con los Knicks
Phil Jackson, campeón con los Knicks

El 18 de marzo de 2014, y más de dos décadas después, el teléfono sonaba en la enorme y lujosa finca situada en Lakeside, estado de Montana. Eran los Knicks, la que mucho atrás fuera su casa y el punto de entrada para hacerse un hueco en la NBA. Aún molesto por la contratación de Mike D`Antoni por parte de los Lakers (esa inesperada traición que sufriría en silencio), Phil Jackson decidió aceptar el enésimo reto de su carrera, pero esta vez se trataba de algo completamente distinto, desconocido para él. Nunca a sus casi 70 años de edad había tenido que gestionar el devenir deportivo de una franquicia, con el añadido de que se trataba del equipo más mediático de la liga, el corazón de la Gran Manzana. Se convertía en el presidente de los New York Knicks.

En la ciudad que nunca duerme están acostumbrados a devorar jugadores, entrenadores y algún que otro directivo. El margen de error es mínimo, y el hambre por recuperar una gloria que se vislumbra demasiado lejana es cada vez más insoportable. A todo ello se le suma el agravante de que el equipo cuenta con uno de los propietarios mas díscolos de toda la competición, Jimmy Dolan, un hombre malacostumbrado a entrometerse en los asuntos que atañen a lo meramente deportivo, y para lo cual no está ni remotamente cualificado.

No obstante, Phil Jackson, consciente de la ardua labor que se le avecina, está ante una oportunidad de oro para seguir cimentando una leyenda grandiosa. Desde el primer día, se ha sumergido por completo en el proceso que cambiará la filosofía de trabajo y gestión que han venido adoptando los Knicks. Estamos ante un giro de 180 grados. El de Montana trata de construir su particular Partenón en base al modelo de ejemplaridad que representan los mejores Lakers de época reciente, su propio canon griego.

La primera medida que ha tomado es contratar a Derek Fisher, uno de los pupilos más aventajados, que se puso a sus órdenes tras la inicial negativa de Steve Kerr (que decidió emprender otro camino del que hablaré más adelante). Esta vez, Phil adoptará el rol de teórico y gestor, mientras que Fisher pasa a ser el primer ejecutor. Es una lógica que, en este particular apartado, recuerda mucho a lo visto en Miami de un tiempo a esta parte, con el infranqueable binomio Riley-Spoelstra. En Nueva York se fragua un nuevo estado mental, que rezaría aquel mítico tema de Nas.

Fisher llega a los Knicks dispuesto a triunfar y tranquilo por la seguridad que le ofrece el triángulo ofensivo. Cree ciegamente en el sistema, y piensa que es el billete de ida más fiable para alcanzar el éxito. Para echarle un cable y dotar de solidez al edificio, "tito" Phil le ha rodeado de un equipo donde aparecen caras familiares como la de Rasheed Hazzard, asistente en los Lakers en el periodo que fue desde 2006 hasta 2011 y que se encargaba del desarrollo y scouting de jugadores; o la de Jim Cleamons, otro que fue miembro del coaching staff de Bulls y Lakers en la etapa Jackson. Por si fuera poco, también se ha contratado a Kurt Rambis, que tras fracasar como entrenador en Minnesota vuelve al ecosistema "zen", ese en el que siempre encontró comodidad y bienestar.

En lo que respecta al equipo, los Knicks cuentan con una plantilla visiblemente descompensada, plagada de contratos monstruosos, pero cuyo considerable potencial yace latente en los entresijos del parquet. Sacar el máximo aprovechamiento de un roster complicado, aunque talentoso, es el objetivo primordial de Fisher. En esta encrucijada, el nombre más repetido durante todo el verano ha sido el de Carmelo Anthony, cuya renovación pendió de un hilo. Tal vez, convencido de la seriedad que entrañaba el nuevo proyecto, decidió darle otra oportunidad a la franquicia de sus amores (y desamores).

El debate sobre Melo se ha centrado, especialmente, sobre su adaptabilidad al nuevo sistema de ataque que usará el conjunto neoyorkino. El pasado curso se presenció un ejercicio de baloncesto mediocre, desaguisado y soporífero en el Madison. Los únicos trazos de genialidad provinieron de un Carmelo Anthony que, más que en ningún otro momento, tuvo que tirar del carro y derrochar un auténtico caudal anotador para que su equipo pudiera sacar adelante los encuentros. El "melosistema" puede llegar a ser, puntualmente, un espectáculo (como la noche que le anotó 62 puntos a Charlotte), pero a la larga se hace muy previsible y fácil de contener. Los Knicks de la temporada pasada parecieron querer retrotraer la tenebrosa etapa pos-Jordan que vivió la NBA, esa en la que se abusó hasta el suicidio de los aclarados para la superestrella de turno. Fueron el equipo que peor movió el balón de toda la liga, según las estadísticas avanzadas. Ya no se va a ningún sitio jugando así. Las cosas han cambiado.

"Hace falta que pase un periodo de tiempo para que un jugador con mentalidad eminentemente anotadora, juegue con la idea de que no puede encestar cada vez que le llega la bola. Es como un instinto natural: me llega el balón y automáticamente tengo que buscar la canasta. Buscar conseguir puntos es una cosa, y frenar el movimiento de balón es otra. Esta es una de las cosas que aprenden los jugadores, a manejar el tiempo y el ritmo, y no creo que estemos ante una situación demasiado difícil de manejar".

Estas eran las palabras que pronunciaba Phil Jackson hace cuestión de semanas. Claro y conciso, el mensaje tenía un solo destinatario: el hombre con el dorsal 7 a la espalda. El objetivo es conseguir que su estrella no solo anote con vehemencia, sino que haga mejores a sus compañeros inscrito en un flujo de intercambios y solidaridad grupal. Movimiento, continuo movimiento. La bola no debe estancarse en manos de nadie. Es el mismo examen por el que pasaron Jordan y Bryant, con el inconveniente de que en sus doce años de carrera profesional, Melo no ha conocido otra cosa que no sea brillar en un contexto donde, en mayor o menor medida, mande el aclarado. A estas alturas, las rutinas mentales y los automatismos pueden resultar una losa demasiado difícil de esquivar.

"Quiero involucrarme de lleno en lo que Phil y Derek están haciendo. Quiero que sepan que cuentan conmigo. Como estudioso del juego, y por conocer la historia y haber visto muchos partidos, se que esto funcionará. Nada ocurre de la noche a la mañana, pero funcionará. Mientras que yo tenga paciencia, el resto es irrelevante".

Afirmaba Carmelo Anthony, demostrando síntomas de buena actitud y predisposición a someterse al proceso. Ahora solo falta pasar de las palabras a los hechos, y para ello se antoja fundamental el tutelaje que pueda ejercer Derek Fisher.

 

 

Como antiguo presidente de la asociación de jugadores, el de Little Rock es una persona enormemente respetada a lo largo y ancho de toda la NBA, desde sus más altos estamentos hasta llegar a los propios jugadores, sin olvidar a la prensa y asociados. Su inexperiencia se ve compensada por el considerable crédito que se ha labrado durante años, fruto de un carisma y de una capacidad de liderazgo natural. Todos saben que cuando su voz se alce en el vestuario, los demás callarán y escucharán. Por si no fuera suficiente, su juventud y el hecho de que se haya retirado hace poco, le acerca mucho más al propio jugador. Será capaz de comprender y entender a los suyos, consciente de las particularidades que entraña el baloncesto actual. En cierto modo, Fisher es otro ejemplo de la tendencia que parece ir instalándose en la NBA: la contratación cada vez más acusada de entrenadores jóvenes, cercanos a conceptos modernos de juego y gestión de grupos.

 

De Nueva York a la bahía de San Francisco

El otro gran discípulo aventajado que debutará este año en la NBA lo veremos en el norte de California.

Steve Kerr conoció por primera vez a Phil Jackson en 1993, cuando se incorporó a la disciplina de unos Bulls afectados por la primera retirada de Michael Jordan. Esa breve etapa sin el astro rey sirvió para que Pippen adquiriera galones como emergente superestrella de la liga, y con la ayuda del resto, el equipo lograría salvar, y con nota, los muebles. En los tres años siguientes, la vuelta de MJ, unido a la llegada de Rodman y al mantenimiento del núcleo principal, conseguría que en Chicago volvieran a disfrutar de tres anillos más. Y en esa odisea hasta la cima, nuestro protagonista tendría su propio momento de gloria con aquel tiro famoso en las finales de 1997, que serviría para cerrar el sexto partido y ganar la serie.

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Steve Kerr.
Steve Kerr.

Ver al Kerr jugador, con esa mezcla de inteligencia táctica, sobriedad y excelso tiro, hacía presagiar que en el futuro pudiera llegar a ser un entrenador de primer orden. Llega a unos Warriors plagados de talento y que parecen alcanzar el estado óptimo de madurez. Acostumbrados a ser uno de los equipos más salvajemente ofensivos de la liga, pero con una indiferencia histórica por la defensa, la llegada del anterior entrenador, Mark Jackson, sirvió para dotar de disciplina y competitividad a un conjunto que adolecía de ella. Hasta el punto de que los Warriors se transformaron en uno de los conjuntos más eficientes defensivamente hablando, y lograron colarse dos años seguidos en postemporada, tanto en 2013 como en 2014. Sin embargo, desavenencias de Jackson con la propia directiva hizo que el de Brooklyn se marchara por la puerta de atrás.

Esta etapa de transición ha servido para que los de Golden State ganen en carácter y empaque. Ahora cuentan con el forraje psicológico necesario sobre el que empezar a trabajar y construir un "contender". No obstante, aunque es de apreciar el trabajo hecho por Mark Jackson, lo cierto es que en ataque han pecado de ser un equipo excesivamente plano y previsible, abusando en demasía de la creatividad de Stephen Curry, su base e indiscutible superestrella. No hay duda de que se ha desaprovechado la enorme visión de un quinteto inicial plagado de artistas y virtuosos del pase. Klay Thompson, Iguodala y sobre todo, el dúo interior Lee-Bogut, hacen gala de un instinto especial para encontrar al hombre abierto y favorecer la circulación del balón. Ahí es, precisamente, donde entra a colación la labor de Steve Kerr.

Desde el primer día al frente del equipo, ha insistido en la necesidad de implantar un sistema que permita buscar canastas fáciles en transición, y mover la pelota con inteligencia en estático. Hay que liberar a Curry de las ataduras que supone manejar continuamente el esférico, para aprovechar otra de sus virtudes más soslayables: el recibir y tirar. Para ello, Kerr está diseñando un ecosistema de ataque que bebe directamente del triángulo ofensivo, pero que se entremezcla con las enseñanzas de otras escuelas baloncestísticas. La idea es que en el lado contrario de la cancha, los Warriors hagan gala de una versatilidad y de un libreto infinito de opciones que se adapten a cada circunstancia.

"De acuerdo con un grupo de expertos, los Warriors ejecutarán elementos del triángulo, que deriva directamente de los Bulls y Lakers. Además, usarán el constante movimiento de balón y jugadores que caracteriza a los Spurs, e incorporarán la urgencia del conseguir un tiro en siete segundos o menos que perfeccionaron los Suns. Ah si, y también veremos pequeños pedacitos del sistema que Jerry Sloan implantó en los Jazz."

Así definía el SFgate, un periódico local de San Francisco, el ideal que Kerr anhela para su equipo.

Durante la pretemporada, hemos visto a los de azul y amarillo destilar un perfeccionismo preciosista en su juego de ataque, traduciéndose en marcadores muy altos y un verdadero clínic de cómo intercambiar pases con velocidad y precisión. Muchas de las jugadas se han iniciado desde el poste alto, con Bogut y David Lee rastreando a su alrededor en busca de la mejor opción de pase. En cierto sentido, recuerda, aunque a pequeña escala, al mecanismo de actuación que definió a los Sacramento Kings de Webber y Divac. Invertir la lógica posicional para despistar al rival, convirtiendo a los pívots en bases, y a los bases en zorros que corren por la cancha en busca de la posición libre.

"Creo que vais a ver mucho movimiento de balón. Creo que veréis a los hombres altos ser utilizados como pasadores desde una posición lateral y central. Creo que veréis algunos conceptos del triángulo. No vamos a ser como los Chicago Bulls de los noventa…creo que en la NBA actual tienes que correr, tienes que jugar rápido y anotar pronto. Las reglas favorecen eso. Así que no voy impedir que nuestro equipo corra, de hecho, voy a alentar a que lo hagan."

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Los Warriors salen a jugar

Precisamente, y en esta dificultosa encrucijada, es necesario recuperar para la causa a Andrew Bogut, el cinco titular. En las últimas temporadas, las lesiones y el poco aprovechamiento de sus enormes cualidades, han hecho que su radio de acción se redujera, casi exclusivamente, a rebotear, poner bloqueos y patrullar la zona. Lo cierto es que Bogut da para mucho más, hasta el punto de que el propio Kerr viajó este verano a Australia para charlar con el jugador e involucrarlo en la nueva dinámica de grupo. El que fuera número uno del draft en 2005 va a tener muchas más oportunidades con la bola de las que ha venido teniendo hasta ahora.

"Lo veo sencillo y me siento liberado. El ritmo está ahí. Los chicos gozan de tiros fáciles…yo he tenido algún contacto con lo referido a Princeton y el triángulo, así que me siento muy cómodo jugando desde un costado y alrededor del perímetro. Se que no soy un gran tirador desde fuera, pero creo que puedo leer el juego lo suficientemente bien como para involucrarme en un pick-and-roll o encontrar a compañeros que corten por la puerta de atrás. Me encanta."

Eran las palabras del propio Bogut, visiblemente emocionado con lo que se puede ver este año en el Oracle Arena.

 

Otra escuela en Denver

El tercer alumno en discordia es un Brian Shaw que fue mano derecha de Phil Jackson en esos excelentes Lakers de época reciente, campeones en 2009 y 2010. Por estilo y por tiempo de aprendizaje, tal vez sea el alumno que más fielmente ha seguido las lecciones de su maestro (sin demasiado éxito, por el momento). Su candidatura como sucesor fiable y continuista del dogma que había devuelto la gloria a los angelinos, fue respaldada por el propio Kobe Bryant cuando en 2011 quedó vacante el hueco de entrenador. Sin embargo, sería Mike Brown el encargado de dirigir al equipo, permaneciendo en el banquillo poco más de un año como consecuencia de su nulo entendimiento con una plantilla acostumbrada a jugar de una determinada manera.

Entre tanto, Brian Shaw seguría doctorándose como asistente de Frank Vogel en unos Pacers en alza. Posteriormente, su primera gran oportunidad llegaría la temporada pasada, cuando los Denver Nuggets confiaron en él para tratar de olvidar el enorme vacío que dejaba una institución llamada George Karl.

La experiencia no resultó demasiado agradable. Los Nuggets pasaron de ser un equipo frenético, adictos al correr sin remisión y agotar por cansancio a los rivales (ayudados, como no, de la altitud a la que se sitúa el Pepsi Center), a uno que trató de frenar el juego, seguir la pauta del triángulo en estático y sacar rédito del juego combinado. Tal vez, por la propia idiosincrasia de la plantilla, no fuera el mayor de los aciertos cambiar la forma de hacer baloncesto. Lo que Brian Shaw aprendió es que, al igual que no se puede domesticar a un león, no se puede reprimir el ansia por correr de unos jugadores que nacieron para ello. La naturaleza y la genética tienen sus leyes. Su figura encarna a la perfección el viejo debate sobre si un entrenador debe adaptar el sistema a las características de sus jugadores, o si los jugadores deben someterse al guion que dicte el entrenador. Controversia tan antigua como interesante.

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Brian Shaw sobre el escudo de los Denver Nuggets (Foto: Denverpost.com)

El desentendimiento fue tan profundo, que en febrero del año pasado, Shaw explotaba con unas declaraciones a la prensa en las que vilipendiaba a sus hombres como resultado de recibir una sonrojante paliza en casa ante los Bulls.

"Tengo la sensación de que algunos tipos simplemente decidieron que no querían jugar esta noche. Es una pena que desde el staff técnico tengamos que rogarles a los jugadores que se esfuercen cuando salen a la pista. Le dije a mi equipo que ojala los cheques se repartieran al final de cada partido. A partir de ahora, voy a alinear a los tipos que quieran esforzarse y actuar como profesionales. Aquellos que de verdad quieran ganarse el sueldo."

Declaraciones durísimas de un entrenador que pagó la novatada.

A pesar de todo, en Denver han decidido darle otra oportunidad a Shaw, influidos sobre todo por la mejora en el rendimiento que el equipo experimentó a partir del parón por el All-Star, y que prácticamente coincide en el tiempo con esa bronca monumental que acabo de relatar. Tal vez lo único que necesitaron ambas partes, fue un tiempo de adaptación para familiarizarse mutuamente.

Y es que adaptarse al dogma zen es un proceso largo, algunas veces incluso tumultuoso, que se consigue cuando se alcanza una química intangible entre entrenador y jugadores. Por eso Phil Jackson sabía que, por encima de todo, está la cuestión mental. Gestionar un compendio de egos y lograr que todos circulen en la misma órbita es algo que solo puede conseguirse si se cuenta con una profunda seguridad y paz espiritual. No sabemos si Fisher, Kerr y Shaw adoptarán la curiosa tradición de regalarle a cada jugador un libro que pueda servir de inspiración, pero está claro que los tres tratarán de aplicar, con mayor o menor suerte, las enseñanzas intelectuales que han heredado de su mentor.

"The Jackson way of life” es una escuela cuya popularidad, a juzgar por todo lo comentado anteriormente, se encuentra en un punto álgido. Su influencia inunda a numerosos entrenadores, asistentes, directivos y jugadores de toda la NBA, como si fuera un sello de calidad. Incluso la podemos apreciar en ámbitos completamente distintos, como la contratación de Bill Cartwright al frente de la selección nacional de México. No es más que otro ejemplo de los muchos que existen.

La red de influencias que dibuja el organigrama NBA de la actualidad, no se puede entender sin conocer las fuentes de las que bebe. Si la antigüedad clásica tuvo a Sócrates, Platón y Aristóteles, el baloncesto moderno tiene a Phil Jackson.

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Phil Jackson y su filosofía

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Imagen de JavierBogalo Javier Bógalo Fernández@BogaloNBABaloncesto como pasión, vicio, y consuelo. Donde algunos solo ven un juego, yo veo arte manifestándose ante nuestras retinas.
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Comentarios

Una cosa que siempre apreciaré de Jackson fue su capacidad de "controlar" en la medida de lo posible a Rodman, creo que ha sido el único hombre sobre la faz de la tierra en lograr eso, jaja. Lo comento a raíz de tu acertado comentario sobre la gestión de egos. En cuanto a los Knicks y el triángulo, desde luego, sin caer en análisis precipitados, las sensaciones vistas anoche no pudieron ser peores. Yo tampoco creo que Dalembert y JR Smith sean jugadores para adaptarse a ese sistema (basicamente porque el triángulo bebe mucho de un pasador talentoso desde el poste y jugadores exteriores que hagan gala de una gran percepción táctica). Me parece que la plantilla tiene un potencial aún por aprovechar, como menciono en el texto, ¿pero para jugar así? Tengo mis serias dudas. Un trade para conseguir a Marc Gasol le vendría de auténtico lujo a este equipo. Un saludo.

Artículo interesante. Yo de Jackson ponderaría siempre su trabajo de gestión de egos, como paradigma en la profesión de coach. Y precisamente en eso era muy bueno el otro Jackson, también ex new yorkino, que salió de aquella manera de la Bahía. Kerr es un estudioso, que puede aportar mucha frescura a la liga (el uso que pretende para Bogut me gusta especialmente) pero el Reverendo sacaba lo mejor de sus jugadores en el momento álgido, lo cual es mucho decir. En cuanto a Shaw, las sensaciones no pueden ser peores, aunque hay que darle el beneficio de la duda.

Primeras impresiones anoche de los Knicks, Carmelo y JR como obligados a pasar la bola, en ocasiones en extrañas circunstancias. En cuanto vuelva Calderón, a sumar a Samuel como eventual pasador disfrazado de Gasol, me da que estos dos se olvidan de lo que es pasar el balón.