Siempre se dice eso de que sobre gustos no hay nada escrito. Aunque más bien es todo lo contrario. Sobre gustos hay mucho escrito, en honor a la verdad. La revista Forbes (una de las más respetadas en el ámbito económico y social en todo el mundo) es conocida entre el gran público por las listas que suele publicar, en las que hace un ránking de las personas más ricas del planeta, las empresas más punteras o los destinos turísticos más visitados. Todas estas clasificaciones se elaboran en base a datos objetivos, a la fría estadística que determina sin ningún tipo de ambigüedad la validez del estudio.
Sin embargo, hacer este tipo de listas en el ámbito del baloncesto es mucho más arriesgado, y los resultados pueden ser muy reprochables. El baloncesto (y el deporte en general) está sujeto a muchos más factores que se escapan a la estadística, pero que son tan importantes como ésta para que sean tomados en cuenta a la hora de esgrimir una hipótesis. En el baloncesto siempre se habla de los "intangibles", de esos factores no cuantificables que tienen una influencia capital en el desarrollo de este deporte y que no suelen ser tenidos en consideración.
Hace unos días, el redactor de Forbes Tom Van Riper publicaba su particular "lista" de los diez jugadores de la NBA más "sobrepagados" (una traducción chusca de la palabra inglesa overpaid, que no se puede decir en castellano sin utilizar una perífrasis). Es decir, que se intentaba elaborar una selección de jugadores cuya relación contrato-rendimiento deportivo estaba más descompensada a favor del primer factor. Para Forbes, el jugador que encabeza esta lista no es otro que Andrew Bynum, el pívot de Los Angeles Lakers.
Hagamos un poco de memoria. Andrew Bynum llega a la NBA como número 10 del Draft de 2005, entrando en la historia como el último jugador en entrar en el Top Ten del Draft sin pasar por la Universidad (a partir del año siguiente se establecería la obligación de cursar al menos un año en el college). Los Lakers, que venían de hacer la peor temporada de los últimos años (34-48 y fuera de los Playoffs) necesitaban una presencia intimidante en la zona después de la marcha de Shaquille O’Neal, traspasado un año antes a Miami Heat. Con sólo 18 años, Bynum tuvo una presencia testimonial en su primera temporada, pero a partir del segundo año empezó a gozar de más minutos. En su tercera temporada (2007-08), ya era el center titular del equipo y promediaba 13 puntos y 10 rebotes por encuentro, pero una grave lesión de rodilla le dejó en 35 partidos de Liga Regular y fuera de los Playoffs. Aún así, Jerry Buss, Mitch Kupchak y Phil Jackson estuvieron de acuerdo en firmarle una ampliación de contrato por cuatro temporadas y 58 millones de dólares (14.5 millones de promedio por temporada) cuando acabara su primer contrato profesional, que era por cuatro años.
La temporada pasada, en la que Bynum todavía cobraba lo estipulado por su contrato rookie (2.8 millones), una nueva lesión de rodilla le hizo perderse muchos encuentros. Sin embargo, esta vez llegó a tiempo para el final de la Regular Season (con promedios de 14 puntos y 8 rebotes por partido) y para los Playoffs, aunque su tendencia a cargarse muy pronto de faltas personales hizo bajar su media de minutos y su importancia en el equipo. Aún así, participó del éxito de los Lakers, que se alzaron con el decimoquinto título de su historia.
En esta temporada 2009-10, Andrew Bynum ya empieza a disfrutar de su megacontrato, e ingresará más de 12.5 millones de dólares (el tercer mejor pagado del equipo tras Kobe Bryant y Pau Gasol). Esta importante cantidad de dinero, tomada en relación a la producción estadística en su carrera (9 puntos y 6 rebotes en 22 minutos de juego) ha sido lo que ha hecho a Forbes proclamar a Bynum como el jugador más sobrevalorado económicamente de toda la NBA. Por desgracia, el "estudio" de la revista sólo tiene en cuenta como producción estadística los minutos, puntos y rebotes. No contempla como producción los tapones, la intimidación defensiva, la influencia en el juego de sus compañeros o algo tan simple como las lesiones que le han mermado en su carrera y el hecho de que, con 22 años recién cumplidos, Andrew Bynum tiene muchísimo margen de mejora y capacidad para ser All-Star a poco que le respeten los problemas físicos. Para corroborar este hecho, el pívot ha hecho una pretemporada estelar, y en el primer partido de Regular Season contra Los Angeles Clippers marcó unos nada desdeñables 26 puntos y 13 rebotes en 38 minutos de juego.
La lista completa de Forbes es polémica de por sí. Bynum la encabeza, como hemos visto, pero no sería extraño que el jugador angelino les deje en mal lugar ya desde este mismo momento. Otros miembros de la relación tienen más justificada su presencia, como DeSagana Diop (34 millones en cinco años para un jugador que a pesar de intimidar no sabe meter una canasta), Jerome James (un pivot casi inédito en los últimos años que debe agradecer eternamente a la lumbrera que le renovó por un pastizal en los Seattle Supersonics), Brian Cardinal o, si me apuráis, Erick Dampier, un especialista en dar lo mejor de sí mismo en el último año de sus contratos para ganarse un buen pellizco en el siguiente. Sin embargo, hay otros casos bastante "dudosos". Luol Deng y Andrew Bogut no han podido jugar casi nada en los últimos años por culpa de las lesiones, y cuando lo han hecho han marcado muy buenos números. Es cierto que el letón Andris Biedrins tiene horchata en lugar de sangre pero, como Bynum, tiene 23 años y mucha capacidad de mejora. Zach Randolph no es un prodigio defensivo ni de compromiso, pero es capaz de promediar 20 puntos y 10 rebotes sin levantarse de la cama, y a pesar de que Andrei Kirilenko se ha dejado llevar un poco desde que firmó su multimillonaria extensión en 2005 sigue siendo un jugador capaz de hacer de todo en la cancha, tanto en defensa como en ataque.
En mi humilde opinión, igual que sobran algunos nombres, faltan otros muchos. Así, a bote pronto, el primero que se me viene a la cabeza es Eddy Curry, el pívot de los New York Knicks al que le quedan casi 22 millones por cobrar y lleva casi dos años sin jugar. También en los Knicks encontramos casos como el de Larry Hughes (13.7 millones para un jugador que apenas aporta) y Expedientes X como Jared Jeffries, un tipo que ha ganado 24 millones de dólares (más 13 que le quedan) promediando 5 puntos y 4 rebotes por partido.
Y aún hay más. Darius Miles se embolsará 9 millones de dólares, pero seguramente lo hará sin jugar en ningún equipo. Los Orlando Magic le firmaron este verano una ampliación de contrato al polaco Marcin Gortat de 5 temporadas y 34 millones para evitar que se marchara a Dallas, todo para jugar los minutos de la basura a la sombra de Dwight Howard. En los Kings, Beno Udrih (base suplente) aún disfruta de la renovación que le hicieron hace dos temporadas, por la que aún tiene que cobrar cerca de 28 millones. Por no hablar de los casos de superestrellas venidas a menos que aún cobran sueldos astronómicos, como el permanentemente lesionado Tracy McGrady o un desaparecido últimamente Jermaine O’Neal.
Pero en todos estos casos, como he dicho al principio, intervienen también los gustos personales y las circunstancias particulares de cada caso, por lo que es seguro que a vosotros se os vendrán muchos otros nombres a la mente. La mayor parte de las veces los contratos se firman en base a unas expectativas que en su momento son clarísimas y luego no se cumplen y son carne de cañón para la prensa. Como en otras ocasiones es la prensa la que se encarga de criticar y luego el jugador acaba quitándole la razón. Esto último será lo que está pensando seguramente Andrew Bynum. Eso sí, lo pensará tranquilamente sentado en la terraza de su mansión de lujo.