Fue un amor a primera vista. Aquel joven adolescente, recién salido del instituto, con la mente puesta en ser la próxima gran estrella de los Lakers. Y Jerry West, la leyenda angelina, el Logo de la NBA, dispuesto a hacer todo lo posible para que aquel chico aterrizara en Los Ángeles.
No fue una historia sencilla. Los Nets, entrenados por John Calipari, estaban dispuestos a hacerse con Kobe Bryant, que sería elegido, de ser así, en el puesto número 8 del draft de 1996. Pero Kobe sólo quería ser un Laker, no contemplaba otra opción. Y los Lakers querían a Kobe.
Cinco minutos. West sólo necesitó cinco minutos de workout para saber que Kobe Bryant era el mejor jugador disponible en aquel draft de 1996. Aquel mismo draft de Allen Iverson, Ray Allen, Stephon Marbury o Steve Nash.
Ahí comenzó el baile. Con los Nets dispuestos a seleccionar a Kobe en el puesto número 8, y con el propio jugador y los Lakers dispuestos a unir sus caminos, los de Calipari eran el escollo a evitar. Después, quedaría negociar para lograr el pick necesario para que el joven acabara en la franquicia de púrpura y oro.
Italia sería la vía de manipulación. Sonny Vaccaro, el hombre que firmó a Jordan con Nike, supo del interés de Kobe, al que había fichado para Adidas, por jugar en los Lakers, y extendió el rumor de que Bryant aún no daría el salto a la NBA, y pondría rumbo a la liga italiana para seguir progresando.
Calipari picó. No quiso arriesgarse, y los Nets eligieron con el número 8 del draft a Kerry Kittles. El otro equipo interesado en firmar a Bryant eran los Kings, que poseían el pick 14. La negociación se centraba, entonces, en el pick 13, perteneciente a los Hornets.
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Dicen que el acuerdo se cerró incluso tres semanas antes del draft. El caso es que los Lakers lograron al tan deseado Kobe, y Kobe logró jugar donde quería. Vlade Divac era el perjudicado (amenazó con retirase si le traspasaban a Hornets), abandonando el equipo californiano y poniendo rumbo a Nueva Orleans.
Kobe llegó a unos Lakers con Byron Scott y Eddie Jones en el puesto de escolta. Un crío, de apenas 18 años, peleando por un puesto con una leyenda del Showtime y con un anotador como Jones, que disputaría su tercera temporada en la NBA. No era el mejor escenario para Kobe, que tuvo que trabajar desde el primer día para disputar minutos.
Poco más de quince minutos por partido, y 7.6 puntos de media. Y aquel horrible final en Playoffs, con cuatro tiros sin tocar aro seguidos, llevando a los Lakers a la eliminación ante Utah. Mas era el inicio de lo que sería la leyenda.
Kobe comenzaría a demostrar su potencial en su segunda temporada. En tres ocasiones, pudo superar la treintena de puntos. Pasó de 7.6 puntos, a 15.4, jugando 26 minutos de media. En la siguiente temporada, la del lockout, en 50 partidos sólo anotó menos de diez puntos en tres encuentros. Tocó la veintena de puntos por encuentro en casi 38 minutos. Kobe ya era importante.
Entonces, llegó el año del primer anillo. La temporada 1999-2000, con un Shaquille O'Neal dominante. Él, de perfecto escudero. Anotaba, por primera vez, 40 puntos en un partido. Y en los Playoffs, ayudó a los Lakers a hacerse con el anillo, superando a Indiana Pacers en la final. Era el primer anillo de Kobe Bryant.
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Otros dos anillos más, tres en total y consecutivos, logró Kobe en el período de absoluta dominación de Shaquille O'Neal. Él era el señalado, el que vivía bajo la sombra del gigante, y para algunos, era imposible compararlo con Michael Jordan. Él no era el elegido, como sí pudieron serlo Grant Hill y Anfernee Hardaway. Pero Kobe, tras el segundo anillo, pasó a anotar casi 30 puntos por encuentro, a ser el mejor escolta de la liga, y a demostrar que quería ser uno de los más grandes.
Era el año después de su tercer anillo, temporada 2002-2003. Kobe había sobrevivido a todas las críticas posibles, desde su llegada a la liga: al principio, que no estaba preparado, que no iba a ser como Kevin Garnett, quien sorprendió a todos con un buen rendimiento tras dar el salto desde el instituto. Después, que si se creía Jordan. Poco tiempo después, comenzaban los comentarios de que era un egoísta en la cancha. Y en aquella temporada, la 2002-2003, pocos días antes de una de sus grandes noches, se comentaba que no era buen lanzador exterior.
Kobe respondió. Como solo Kobe sabe hacer. Anotó 12 triples, de 18 intentos, y estableció un nuevo récord en la NBA. Su nombre ya estaba escrito en los libros. Kobe ya era historia. Ahora, tocaba ser el mejor.
Shaquille O'Neal se marchaba. Los Lakers se quedaban sin el mejor jugador de la liga, el mejor interior posible, y se aferraban a Kobe Bryant como estrella absoluta. En lugar de Shaq, llegaron Odom, Brian Grant y Caron Butler. Era otra historia. Y la firmaría el propio Kobe.
Para valorar la figura de Kobe Bryant es indispensable centrarse en el período más crítico de su carrera y, a la vez, el que mejor ha definido al propio Kobe como jugador. La marcha de Shaq supuso una pequeña travesía en el desierto para los Lakers, que veían como los grandes agentes libres buscaban otras opciones de mercado, y su franquicia perdía interés. Quizás por Kobe. Quizás por el peso de llevar la camiseta de los Lakers.
Lo que aconteció en la temporada 2005-2006, es una historia aparte. Un cuento, algo memorable, y que nos regala la vista, lo mejor del baloncesto cada vez que podemos disfrutar de esas imágenes. La lucha de un Kobe Bryant solo, frente al mundo. Una forma de demostrar que era y podía ser el mejor de todos los tiempos.
Kobe Bryant cambió el concepto de baloncesto ofensivo aquella temporada. Destrozó registros, demostró ser el mejor anotador que ha pisado una cancha. Ofreció su mejor versión individual, en un equipo desastroso, abocado al fracaso y que, inexplicablemente, alcanzó la postemporada. Como inexplicable es que el MVP de aquella temporada no acabara en sus manos.
Kobe exploró los límites del juego ofensivo, y los traspasó en aquella noche del 22 de enero de 2006. Los Raptors, con José Manuel Calderón como uno de los testigos de lujo, fueron la víctima de la Mamba Negra, que mostró todo el repertorio, como si se hubiera propuesto condensar en un mismo partido todo lo que era capaz de hacer, sirviendo de muestra para las generaciones futuras.
Aquella noche, Kobe Bryant dinamitó el baloncesto. Hizo estallar, en mil pedazos, cualquier idea preconcebida, e hizo humano a Wilt Chamberlain. Kobe Bryant, siendo uno más en cuanto a talla, y no un gigante de otra época como fue Wilt, firmó la segunda mejor marca anotadora en la historia de la NBA. En toda su historia. Por delante de Baylor, Jordan, Robinson. Sólo los 100 puntos quedaron fuera de su alcance.
De ahí, a las constantes críticas. Que era muy egoísta. Que era un tirano con sus compañeros. Los rumores de traspaso, incluso la propia petición de Kobe de salir de los Lakers si no se formaba un equipo para luchar por el anillo. Entonces llegó Pau. Un Pau Gasol que quería salir de Memphis, y que aterrizó en los Lakers para ayudar a Kobe a lograr otro anillo. Sería el cuarto. Y lo fue.
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Después de perder una final, lograron dos anillos consecutivos. Los Lakers volvían a ser grandes, y el destino regaló dos finales Celtics-Lakers consecutivas, recordando a la década de los ochenta. Kobe logró dos MVP de las Finales. Y su MVP. Tan merecido en 2006, y tan merecido en aquel 2008, donde tuvo a los Lakers líderes de la Conferencia Oeste, aún sin la llegada de Pau Gasol, que no hizo más que reforzar la candidatura de los Lakers.
Tras los dos anillos, no volvieron a pisar la Final. Y los años pasaban para Kobe. Entonces llegó aquella fatídica noche. La del 12 de abril de 2013, donde el tendón de Aquiles de Kobe Bryant dijo basta. 9 meses de baja, y el inicio de un calvario de lesiones que, aún así, no le han impedido seguir batiendo récords.
En diciembre del año pasado, superaba a Michael Jordan en la lista de anotadores históricos. Sólo Malone y Kareem lo superan. También se convirtió en el primer jugador en sumar 30000 puntos y 6000 asistencias.
Y ahora, a un par de meses de iniciar la competición, sobrevuela la pregunta. ¿Y su retirada? Los rumores apuntan a que esta podría ser su última temporada. Otros señalan que apurará para superar a Malone y Jabbar, y retirarse como máximo anotador histórico. Para ello, necesitaría, intentando ser realistas, cuatro temporadas superando los 18 puntos de media. El récord de puntos, así como otros retos, como es pasar al puesto de tres e, incluso, llegar a jugar de cuatro, pero con el anillo lejos, demasiado lejos, para alcanzarlo.
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La estrella de Kobe se apaga, con cinco anillos e infinidad de récords. Se agota su tiempo, llega a su fin, y dará lugar a una supernova, formada por flashes, vídeos repasando su carrera, constantes homenajes, la retirada de su camiseta (¿8 ó 24?) y la indiscutible inclusión en el Hall of Fame. Para la NBA, es el fin de su mayor depredador ofensivo. El adiós al icono.
Urge encontrar recambio. Urge encontrar alguien que nos regale esa poesía en movimiento que es ver a Kobe Bryant en acción. La NBA necesita, más que nunca, que la elegancia no se pierda y se aúne al juego. La NBA necesita a Kobe Bryant, con ese extraño equilibrio entre amor y odio que siempre lo ha caracterizado.
De hecho, el baloncesto necesita a Kobe Bryant.