De todas las historias que está deparando esta temporada NBA, una de las más fascinantes es la tragicómica caída al vacío de los New York Knicks.

La plantilla del equipo neoyorquino no difiere en exceso de la que en 2012-13 consiguió 54 victorias. De los diez jugadores del equipo actual con más minutos jugados, ocho ya estaban el año pasado, siendo los dos restantes el rookie Tim Hardaway Jr y su fichaje estrella del verano, el italiano Andrea Bargnani. Mismo entrenador, mejor plantilla… y un balance de 21 victorias y 40 derrotas que les sitúa más cerca de los desastrosos Sixers que de los Playoffs en una de las peores Conferencias Este que se recuerdan.

Su base titular, Raymond Felton, ha visto su nombre más relacionado con las palabras "armas", "posesión ilegal" y "cárcel" que con cualquier cosa que haya hecho con un balón en la mano. Su segundo mejor anotador, el escolta J.R. Smith, hizo la temporada de su vida el año pasado, firmó una suculenta renovación en verano (hermano sin nivel NBA "incluido" en el pack) para acto seguido informar a la franquicia de que debía operarse de la rodilla. J.R. fue suspendido por la NBA por consumo de estupefacientes, relegado al fondo del banquillo por el famoso incidente de las cordoneras, y es un tirador que está tirando por debajo del 40%. Su pívot titular y bastión defensivo, Tyson Chandler, se ha perdido a estas alturas 24 partidos, y probablemente se le hayan hecho pocos dada la marcha del equipo. Su gran estrella, Carmelo Anthony, se irá del equipo este verano salvo que decida anteponer el dinero y la posibilidad de vivir en Nueva York a un contexto donde conseguir victorias. Mike Woodson, el entrenador del equipo que tantas alabanzas obtuvo el año pasado, no se ha mostrado capaz esta temporada de construir una defensa medianamente mediocre.
 
Y nada de esto es lo peor.

A largo plazo, los Knicks apenas tienen forma de reconstruir su futuro. No pueden traspasar ninguna primera ronda del draft anterior a 2018, y ya han traspasado sus segundas rondas de 2014, 2015, 2016 y 2017. La temporada que viene tienen 50 millones de dólares comprometidos simplemente en los contratos de Stoudemire, Chandler y Bargnani. Añadamos allí a J.R. Smith y Felton, y la cifra supera los 60 millones y el límite salarial. Todo ello sin contar la posible renovación de Carmelo Anthony.
 

A corto plazo, los Knicks no tienen una elección en el próximo draft 2014, en teoría cargado de talento a niveles históricos, pues mandaron dicho pick a Denver en el traspaso de Carmelo a la Gran Manzana en 2011.
 
Y quizás esto último sea el drama real que vive la franquicia knickerbocker a día de hoy.
 
En un artículo reciente del siempre interesante Netw3rk para Grantland, el autor plantea que "La esperanza es la unidad básica del contrato social del deporte" para proseguir del siguiente modo:
 
"Los Knicks de la temporada 2013-14 son los peores Knicks que yo haya vivido, debido a la totalidad con la que la franquicia, en todos los niveles, ha destruido cualquier espejismo de esperanza. Los jugadores no encajan, las opciones para añadir nuevos jugadores son nulas, el entrenador no consigue encontrar las mejores alineaciones salvo que casi todos sus jugadores estén lesionados, y la franquicia parece más preocupada de la mala prensa que del mal juego. La incompetencia del equipo es tan completa que es casi más sencillo creer que todo esto es algún tipo de plan malvado. Porque, ciertamente, ningún equipo puede joder las cosas hasta este punto, ¿verdad?"

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La palabra "esperanza" es justo el matiz. Los Knicks no pertenecen al grupo de los tres o cuatro peores equipos NBA, aunque se empeñen en hacernos dudar al respecto más a menudo de lo necesario. Y sin embargo, su situación contrasta radicalmente con la de otro de los equipos más decepcionantes de la temporada. Los Miwaukee Bucks empezaron hablando de Playoffs, pero una serie de lesiones y mal juego generalizado los devolvió rápidamente a la realidad. En dos parpadeos los Bucks no sólo se encontraron con los Playoffs absolutamente fuera del alcance, sino con una gran oportunidad de acabar pillando a un Wiggins, un Embiid o un Jabari Parker en el próximo draft. El juego y las derrotas podrán no gustar, pero el aficionado de Milwaukee puede seguir al equipo en un contexto de esperanza. Quizás por las razones equivocadas, pero esperanza al fin y al cabo.

Mucho se ha hablado en los últimos meses del valor de una elección de primera ronda, y de cómo los equipos NBA son cada vez más reacios a deshacerse de sus elecciones para conseguir refuerzos a corto plazo. La hipnótica trayectoria descendente actual de los Knicks muestra una razón de peso por la que esto es así. Dentro de un sistema competitivo como el que rige la NBA, y donde ser malo se premia con la posibilidad de fichar a los rookies más prometedores, una primera ronda propia es un seguro de vida. Un horizonte al que el seguidor del equipo puede mirar mientras las derrotas se apilan, como los aficionados de Lakers, Celtics o Sixers pueden atestiguar en la actualidad.

A los aficionados de los Knicks no les queda ni eso. Tan solo desolación.