
Camino de 3 años de negociación, los jugadores han dado un giro a la situación del conflicto laboral que mantienen con la NBA, presentando sendas demandas en California y Minnesota contra la NBA y sus 30 franquicias tras no llegar a un acuerdo sobre un próximo convenio colectivo y rechazar el enésimo ultimátum de la patronal, creando un giro total a la situación en el sentido de cómo lo interpretan los medios pues hemos pasado de aquellos tweets del tipo “el acuerdo parece próximo, se podría cerrar hoy” tan habitual en los días de reunión entre NBA y NBPA -el sindicato de jugadores- durante los últimos meses a algo más del estilo “el Baloncesto Ferrol rechaza la incorporación de Steve Nash por motivos económicos”, así que la pregunta es obvia: ¿hasta qué punto se refleja la realidad en cada caso?
Cuando el último día de junio la NBA decidió cerrar sus operaciones, se iniciaba una batalla de incierto resultado. En cierto modo, más o menos igual que estamos ahora, pero casi medio año más tarde y ya con partidos aplazados aunque con menos ojeras en los aficionados de este lado del charco.
Sin entrar excesivamente en detalle y pese al riesgo de simplificar en exceso, la situación del conflicto ha sido más o menos así desde cada una de las partes:
- Desde la NBA han explicado claramente su posición: la mayoría de las franquicias tienen pérdidas y el sistema “está roto”, creándose unas desigualdades entre las franquicias que obliga a que “no puedan competir en igualdad de condiciones”. Para solucionar todo esto, proponen una rebaja drástica del porcentaje de ingresos destinado al salario de los jugadores y crear restricciones a la hora de poder ofrecer contratos en según qué condiciones, facilitando así mayor capacidad en los mercados más modestos para competir sin estar obligados a aumentar los gastos en exceso.
- Desde el NBPA aceptan reducir la cantidad destinada a salarios y algunas modificaciones del anterior convenio, pero rechazan las cantidades ofrecidas desde la NBA y descartan también alguna de las modificaciones respecto al convenio anterior. En su postura, declaran que las pérdidas estimadas por la patronal no se ajustan a la realidad, que los ingresos de la liga han crecido a un ritmo altísimo bajo las condiciones anteriores y que un posible acuerdo disminuye o elimina muchas de las opciones que tienen los jugadores para encontrar un nuevo contrato, cerrando en gran parte su margen de maniobra en la elección
A lo largo de los meses, nada ha sido más habitual que escuchar cómo las posturas se acercaban, algo poco sorprendente si nos atenemos a cuáles eran las circunstancias explicadas a principio de julio. El BRI (basketball related income) es una cantidad que recoge la mayor parte de ingresos recibida por la NBA, en el anterior convenio los jugadores veían cómo se destinaba a sus salarios el 57% del BRI y pedían mantener esta cantidad mientras desde la NBA se ofrecía reducir el porcentaje al 37%. La semana pasada la petición de estos porcentajes se encontraban próximos al 50 y 52 en cada parte, pero estaba lejos de ser el único punto de desencuentro: multiplicar las multas y restricciones de la liga a los equipos que se encontrasen por encima de la barrera del impuesto de lujo era punto caliente en la negociación igual que las excepciones salariales que se pudieran usar, más allá de aceptar que la cantidad destinada a salarios bajase más del 12% respecto a la situación previa y que también se disminuyese en un 12% la cuantía de los salarios mínimos o la estructura salarial para los rookies de primera ronda.
¿Era acertado hablar de “proximidad del acuerdo” tras aquellas reuniones entre Stern, Silver, Fisher, Hunter y compañía? En opinión de quien esto escribe no, de forma radical. Ir acercando posturas era un paso lógico debido a las brutales diferencias descritas en el momento del cierre patronal, pero en todo momento las distancias se han mantenido amplias en los dos apartados fundamentales: cuánto dinero se destina a salarios y cómo se distribuye; ver que se limaban asperezas en algún asunto estaba lejos de dirimir los problemas con el resto de divergencias.
Siendo Twitter poco menos que el teletipo universal a día de hoy, aquellos que nos encontramos a miles de kilómetros de distancia hemos podido disfrutar de información veraz y casi instantánea sobre lo que sucedía, pero al mismo tiempo resultaba complicado distinguir entre información y opinión cuando nos llegaban las novedades, más cuando en ocasiones lo que llegaban eran filtraciones muchas veces interesadas.
Parte de la “culpa” de esa situación se debe al valor que tiene la imagen de unidad en la mesa negociadora; patronal y sindicatos imaginados como entes únicos de opinión firme cuando la situación está lejos de parecerse por mucho que esa impresión intentasen dar. Para cerrar esa imagen de unidad, la NBA prohibió a las franquicias declaraciones sobre el cierre con la amenaza de multa de hasta un millón de dólares y pérdida de elecciones en el draft. Cuando a principio del verano un medio australiano entrevistaba a Michael Jordan y éste declaraba que se necesitaban cambios en el modelo, rápidamente vio cómo la oficina central de la NBA le ponía una multa de $100.000. Cuando Michael Arison respondía a un tweet de un aficionado que le criticaba por no alcanzarse un acuerdo, su respuesta “se lo dices al propietario equivocado” tenía continuidad en la multa de medio millón de dólares, estaba claro que era mejor no decir nada en público y esperar a las declaraciones oficiales. Al mismo tiempo, es más que lógico comprender el interés de muchos jugadores en llegar a un acuerdo lo más rápido posible y que probablemente hubiesen aceptado la última propuesta del grupo de Stern. Al fin y al cabo, siendo 4’8 años el promedio de tiempo que un jugador tiene en la NBA, la posibilidad de perder un curso es en cierto modo una tragedia para muchos de ellos. Ha sido muy criticada también la medida de Hunter y Fisher consistente en no detallar al completo cada propuesta a todos los jugadores, justificada por su parte en intentar evitar en el mayor grado posible las filtraciones a los medios y dejando también las declaraciones oficiales como el sitio donde ellos estaban en todo momento.
Y el pasado lunes la situación daba una nueva vuelta de tuerca. Tras declarar Stern que la propuesta realizada era la última que iban a realizar con esas condiciones y que la siguiente sería “peor” para los jugadores porque "llega un momento en el que tendrías que haber terminado las negociaciones, y estamos en ese momento", la NBPA iniciaba los pasos para lo que podría ser su disolución, presentándose sendas demandas contra la liga por su falta de voluntad de acuerdo y atendiendo a prácticas monopolísticas, lo que ha provocado que en algunos casos la lectura de”el acuerdo está próximo” pase a ser una especie de “el mineralismo está al llegarrr”, que ya podría darse la temporada prácticamente por perdida salvo milagro y que se iniciaría un éxodo masivo de los jugadores por todo el globo (entre otras cosas obviando la complicación de encontrar acomodo para todos ellos o la difícil situación económica de muchos países y sus equipos) ¿Debe ser interpretado así? En opinión de quien esto escribe, tampoco.
Llevar hasta el final el desenlace en los tribunales podría ser un proceso que llevase años, no sólo eliminando la posibilidad de volver a jugar en “la mejor liga del mundo” para muchos jugadores, sino también disminuyendo el valor de las franquicias y dando pie a la creación de nuevas alternativas, ninguna de las partes quiere llevar este camino porque el resultado del proceso está lejos de ser claro, hemos llegado a un punto donde se abren nuevas posibilidades y el escenario está lleno de incógnitas, haciendo que apostar por un desenlace concreto sea poco menos que un “brindis al sol”, una afirmación basada en creencias y no en hechos.
Porque tampoco significa que el acuerdo esté ahora más o menos próximo. Hasta el momento, la postura de la NBA era un “lo tomas o lo dejas, pero lo cogerás después”, la de los jugadores un “acepto esto, pero de eso olvídate”. Sigue abierta la posibilidad de un acuerdo, pero es también obvio que el tiempo juega en contra de todos, la temporada NBA completa es ya una utopía y a saber cuántos partidos podrían disputarse si finalmente se alcanza un punto de encuentro.
Ahora mismo, la opción más probable debe ser -y quien esto escribe piensa que lo es- el seguir buscando ese escenario común. No es sencillo, pero tampoco es ahora más complicado que antes por más que el dibujo haya cambiado.
Porque la situación es la misma de antes: ambos quieren un acuerdo pero que no consista en simplemente acceder a las peticiones de la otra parte.
Y seguimos igual, pero con nuevos pasos en el proceso y un nuevo escenario repleto de incógnitas e incertidumbre, sin espacio para lo que podríamos llamar un optimismo flowerpower ni un pesimismo exacerbado.