Tres nombres se destacan en este artículo: Bob Myers, Pat Riley y Gregg Popovich. El primero es general manager de los Warriors, el segundo es el presidente de los Heat y el tercero es el entrenador de los Spurs. Si pensamos en esas tres franquicias, se nos viene a la cabeza la palabra éxito y, especialmente, constancia. Los Warriors llevan una década como favoritos al título, los Heat tienen un estilo muy reconocido y los Spurs han estado en la cabeza de la liga durante dos décadas. Todo ello ha sido provocado por un gran trabajo en los despachos, pero ¿qué ha pasado últimamente en los tres casos?

Warriors, los dos timelines que no han encajado

Bob Myers es uno de los general managers más prestigiosos de la NBA. Lleva en la franquicia desde 2011 y desde el año siguiente ya era el jefe de los despachos del equipo de la bahía. Fue quien contrató a Steve Kerr y decidió hacer un equipo basado en elecciones del draft y en complementos que completaran a las estrellas. Así, los Warriors ganaron el anillo de 2015 y batieron el récord de temporada regular en la temporada siguiente.

Pero Myers no solo consiguió hacer un equipo casi imbatible, sino supo dejar espacio salarial y aprovechar la subida de impuesto de lujo para fichar como agente libre a todo un Kevin Durant, con quien los Warriors ganaron los dos siguientes anillos. Solo la lesión de la estrella en los playoffs de 2019 les negó el anillo en ese año.

Pero Durant se fue en ese mismo verano y a partir de ahí las decisiones de Myers dieron un giro. Las lesiones de Curry y Thompson hicieron que los Warriors se quedaran sin postemporada los dos años siguientes, de modo que obtuvieron rondas muy altas del draft. Contra todo pronóstico, el ejecutivo decidió no traspasar esos valiosos activos e iniciar un proceso en el convivirían dos timelines, el de los veteranos que buscaban ganar ya y el de los jóvenes, que complementarían a los anteriores y les sustituirían cuando llegara su declive. En la cabeza de Myers sonaba fantástico, pero la tozuda realidad ha sido muy distinta. Wiseman no ha encajado, Kuminga no termina de romper y Moses Moody ni siquiera se ha consolidado en la rotación. El único joven capaz de producir desde ya ha sido Jordan Poole, cuya renovación (140 millones por 4 años) predice un contrato tóxico que impedirá refuerzos en el futuro.

Esta temporada los Warriors no han repetido la anterior, en la que quedaron terceros de conferencia y campeones de la NBA, y su defensa deja mucho que desear. Kerr y los jugadores tienen culpa de ello, pero desde los despachos no se ha sabido dar con la tecla para reforzar al equipo con el tipo de jugadores que Kerr demandaba.

Heat, el imperio de un Riley que no da soluciones

Pat Riley es una de las personas que más tiempo lleva en la NBA saboreando el éxito. Buen jugador de complemento, entrenador histórico y desde hace muchos años mandamás de los Miami Heat, equipo rocoso al que nadie se quiere cruzar en las eliminatorias por el título.

Pero las decisiones de Pat Riley de un tiempo a esta parte no han contribuido a que los Heat estén entre los aspirantes. Perder a LeBron James fue un gran palo, pero han pasado demasiados años para que la fama de Riley no haya puesto a los Heat donde merecen.

En primer lugar, la construcción del equipo se ha hecho para que Jimmy Butler sea la estrella. Es un jugador con el carácter perfecto para este equipo, pero carece del talento para enfrentarse de tú a tú a otras estrellas en eliminatorias por el título. En segundo lugar, Riley ha dado demasiado dinero a jugadores que no iban a llegar a ese rendimiento. Kyle Lowry llegó demasiado mayor a Florida, con un contrato de tres años. Muchas lesiones y un físico muy desgastado han hecho que el salto de calidad que iba a dar a los Heat no haya llegado. Duncan Robinson es un gran tirador, pero cuando no le llega la racha aporta muy poco más. Y Tyler Herro es un perfil parecido a Jordan Poole. Un gran talento, pero el suficiente control como para ser efectivo.

Con estos contratos, a los Heat no les da para más que un séptimo puesto en la Conferencia Este y ser considerados un equipo peleón al que no le llega el talento para pelear contra los grandes de su conferencia.

Spurs, un túnel cuyo final se ve lejano

 Pocas personas hay con mejor reputación que Gregg Popovich. El entrenador de los Spurs, con mucho peso en las decisiones ejecutivas del equipo, lleva años en los que no da una. La plantilla es quizá la peor de la liga y su magia con la pizarra se ve nublada por la falta de talento de sus pupilos.

Popovich construyó sus equipos en torno a sus estrellas. Robinson fue el primero, Duncan le sustituyó dejando un rol complementario a su mentor y lo mismó le ocurrió al de las Islas Vírgenes con Kawhi Leonard. Pero el caso Kawhi le explotó en las manos a un Popovich que no supo recuperarse. El alero fue creciendo al lado de Duncan hasta convertirse en una superestrella de la liga, pero sus desavenencias con el cuerpo médico hicieron que saliera del equipo. Desde ese momento, la gerencia de los Spurs cuenta sus éxitos con los dedos de la mano, y ya han pasado años.

El equipo liderado por DeRozan no podía llevar muy lejos al equipo, así que a los Spurs solo les quedaba el draft, donde no han estado demasiado acertados. Son un equipo sin una estrella definida ni ningún jugador sobre el que construir, así que deambulan por la liga con un único objetivo. Que la bolita del sorteo del draft les ponga en el número uno y puedan elegir a Wembanyama. Triste final de carrera para que el quizá haya sido el mejor entrenador de la historia de la NBA.