El pasado sábado se disputó en la localidad argentina de Córdoba un partido amistoso entre Argentina y Serbia. Parecía un partido de preparación más, pero no lo fue para un miembro de la selección albiceleste, Carlos Delfino que, después de más de tres años sin poder jugar al baloncesto, anotó 20 puntos con una serie de 5/8 en triples. Después de una aparatosa lesión que le retiró del baloncesto e incluso amenazaba con privarle de una vida normal, Delfino vuelve a sentirse jugador, vuelve a disfrutar de la sensación de peligro que genera en sus contrincantes y vuelve a sentirse una parte vital de una selección tan competitiva como irrepetible.
Cuando Carlos Delfino se tuvo que retirar a los vestuarios en el quinto partido de la primera ronda de los Playoffs del año 2013 no sabía que esas molestias en el pie derecho iban a ser su calvario. Lo que en principio se diagnosticó como una fractura del escafoide del pie se complicó hasta degenerar en una complejísima recuperación en la que no veía la luz. Después de siete operaciones, el pie derecho del alero parece responder, lo que le ha permitido volver a brillar en una selección que aspira a dar mucha guerra en el torneo olímpico.
La historia de Delfino es muy similar a la de muchos de sus compañeros de selección. No fue un prodigio juvenil que llamara la atención. De hecho, una de las anécdotas que más se recuerdan de él fue su fichaje fallido por el Real Madrid en el verano de 2002. Delfino llevaba jugando dos años en Italia, en el Reggio Calabria, cuando el entonces entrenador del Real Madrid, Sergio Scariolo, tentó al joven y desconocido argentino. La destitución del italiano provocó la llegada de Javier Imbroda, quien afirmó que no sabía quién era Delfino, con lo que paralizó el fichaje. De este modo, el argentino acabó incorporándose a la plantilla del Fortitudo de Bolonia, donde dio un salto de calidad. En el verano de 2004 los Detroit Pistons le dieron la oportunidad de jugar en la NBA.
Tras unos inicios titubeantes en Michigan, donde no contó con muchas oportunidades, y con un paréntesis de un año en el Khimki, Delfino se consagró como un especialista desde la línea de tres en los Milwaukee Bucks y en los Houston Rockets. En el año de su lesión, su carrera en la NBA estaba más que consolidada y su percance no parecía que fuese a ir a mayores. De hecho, en ese fatídico verano de 2013 se convirtió en agente libre, y decidió volver a los Bucks con un contrato de dos años.
Las continuas complicaciones en su lesión y los retrasos en su vuelta a los entrenamientos hicieron que se perdiera toda la temporada 2013/14. Ese verano es traspasado a los Clippers, que lo cortan a los tres días. Ya sin equipo, el alero santafesino no se rinde y continúa intentando volver a las canchas con más operaciones, injertos de tornillos y tratamientos variados. El seleccionador Sergio Hernández le incluyó en una preselección para el Preolímpico de México del verano pasado, pero el tobillo de Delfino seguía sin responder. Habían pasado dos años desde la última vez que jugó un partido oficial y no se veía la luz al final del túnel.
Pero Delfino es, como buen jugador argentino, un tipo persistente. A pesar de que estaba completamente desaparecido del mapa, siguió entrenando con la idea de volver a jugar al baloncesto. Y Sergio Hernández tampoco desistió con él. Otra inclusión para la lista de los Juegos Olímpicos, con la esperanza de que pueda sacar algo de jugo a ese extraordinario tiro exterior que puede servir para desatascar partidos. Sin embargo, el rendimiento del santafesino está siendo excepcional. Anotó 13 puntos contra Croacia, 20 contra Serbia y 15 contra Francia. No parece que el papel de Delfino vaya a ser complementario, sobre todo si continúa su elevado acierto desde la línea de tres.
La cara de felicidad de Delfino después del amistoso contra Estados Unidos lo decía todo. Estaba radiante por haber jugado un partido oficial después de tres años. Ese partido fue, según sus palabras, "un primer pasito que venía soñando hace mucho tiempo. Es muy emotivo". Los frutos de tanto trabajo están siendo muy emocionales para el santafesino, tanto es así que declaró "sentirme vivo de nuevo con un balón en las manos". Después de que se confirmase su inclusión en la lista definitiva para los Juegos, afirmó que "tenía ganas de largarse a llorar".
Muchos de los análisis no dan a la selección argentina opciones de medalla. Pero El Alma ha demostrado en innumerables ocasiones su capacidad para hacer saltar los pronósticos por los aires. El último baile de la Generación Dorada promete hacernos disfrutar mucho en Río y Carlos Delfino, no lo duden, contribuirá a ello.