Poco tiempo le ha llevado a David Blatt demostrar sus dotes de entrenador de nuevo en el viejo continente. Tras hacer campeón de la Euroliga en 2014 a un inesperado Maccabi de Tel Aviv, y con una breve primera experiencia en la NBA (condicionada por las estrellas de los Cleveland Cavaliers y su poder dentro del vestuario), Blatt volvió a demostrar que no es un entrenador cualquiera.
En el verano de 2015, tomaba los mandos de un equipo hasta la fecha desconocido: Darussafaka Dogus. El equipo turco debutaba en la Euroliga marcado por la polémica asociada a la obtención de esta plaza (el grupo de empresas Dogus, era a su vez patrocinador oficial del equipo y patrocinador principal de la Euroliga), y durante dos veranos consecutivos realizaba unas ingentes inversiones en fichajes: Wanamaker, Zizic, Slaughter, Aldemir, Wilbekin, Harangody, Markoisvhili, Erden, Clybur, Anderson, Bertans, …
En sus primeros pasos en la máxima competición del viejo continente, los hombres de Blatt consiguieron convertirse en un equipo peligroso de juego rápido y defensa asfixiante (características típicas de los equipos dirigidos por el entrenador americano); llegando en su segunda temporada a acariciar la Final Four (perdieron en Play Off ante el Real Madrid por un balance de 3 – 1).
Pero todo cambió el pasado verano. El gran mecenas del equipo (el grupo inversos Dogus), optaba por cambiar su caballo de carreras convirtiéndose en el principal patrocinador del vecino Fenerbahce. Un duro golpe económico para el club, que veía como en menos de dos años pasaba de competir con los mayores a tener que buscarse la vida “con una mano delante y otras detrás” en la Eurocup. Fueron muchas las novias que tentaron a David Blatt a abandonar el equipo, pero él confiaba en el proyecto y decidió continuar.
La temporada 2017/2018 se planteaba difícil para el equipo otomano. La salida de todas sus estrellas a excepción de Scottie Wilbekin, vislumbraba un duro periodo de recuperación para el club. Sin el respaldo de un gran mecenas, Darussafaka optó por jugadores de menor peso mediático: menos talento pero más aporte físico e implicación defensiva. Con el paso de los meses, Darussafaka mostró una excelente versión en la competición marcada por el “francotirador Wilbekin” y el buen hacer de sus “perros de presa” defensivos. De aquel roster desconocido en pretemporada, surgió un ejercito de feroces guerreros comandados por una estrella sin igual: Scottie Wilbekin. El talentoso base norteamericano, sacó a relucir todo su talento oculto tiempo atrás bajo la poderosa sombra de Wanamaker (actualmente en el Dogus Fenerbahce). Un excelso anotador sin miedo a asumir los tiros decisivos, con un asesino acierto desde la línea de tres. El MVP de la competición sin ninguna duda, con unos números de autentica estrella: 19,7 puntos, 2,4 rebotes, 4,8 asistencias, 1,6 robos y un magistral 42,8% en triples (62/145).
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Del resto del equipo, cabe destacar el buen hacer defensivo del escolta cubano Howard Sant-Roos (líder de la competición en robos con una media de 2 por partido) y el poder intimidador del ex Bilbao Basket Michael Eric (5,7 rebotes y 0,6 tapones por partido). Y sobretodo la excelente temporada del alapivot norteamericano Jajuan Jhonson. Este trotamundos del baloncesto, ha sido durante temporada la gran alternativa a Wilbekin en las acciones ofensivas del equipo (14,6 puntos), sin haber desatendido las labores defensivas (6,3 rebotes y unos sorprendes 1,6 tapones por partido).
En la gran final, el equipo otomano logró imponerse en ambos partidos al invicto Lokomotiv Kuban (que llegaba a la final con un inmaculado 10-0 en su balance), con una magistral demostración de juego defensivo y libertad ofensiva. La intensidad de los hombres de Blatt, secó por completo al conjunto ruso, que vio como sus intentos de remontada eran sofocados por un Wilbekin en estado de gracia: 26 puntos de media en las finales con un increíble 10/21 en triples.
Esta “conquista de Europa” fuera de lo esperado, demuestra una vez más el imperial trabajo de David Blatt en los banquillos. Consiguiendo repetir la proeza lograda en 2014, y posicionar al Darussafa Istambul entre los más grandes de Europa sin el gran respaldo económico del grupo inversor Dogus. Una hazaña digna de aplaudir tanto del equipo técnico como de los jugadores.