La apuesta de los principales clubes europeos por la Euroleague es evidente. Entre los motivos principales es el beneficio económico que el proyecto aporta a los clubes. Hace breves fechas se podía ver el reparto económico en función de los partidos ganados en la competición:

A este reparto hay que sumarle los beneficios derivados de TV, algo que va en función de los diferentes acuerdos en cada país. Hace escasas fechas, Andrey Vatutin, presidente del CSKA declaraba que el club moscovita recibe solo 178.000 euros en concepto de derechos televisivos, mientras que Maccabi recibe cerca de 3.5 millones de euros de la televisión israelí.

Si comparamos estos datos con los beneficios que ofrece la Basketball Champions League, vemos que triplican los 5.2 millones repartidos en concepto de primas a los participantes en la edición 2016-17 de la BCL. Sin contar los grandes beneficios que suman los contratos de TV en Euroleague y que la colocan a años luz de la competición FIBA.

En el debate está si los ingresos son suficientes para que los clubes puedan cubrir sus presupuestos, que en algunos casos son muy elevados y acaban también siendo cubiertos por secciones de futbol.

El propio Vatutin declaraba que "la experiencia y los datos muestran que una liga profesional debe ser independiente y cerrada. Solo este modelo da beneficios reales".

Lo que es evidente es que el nuevo formato de Euroleague abre una vía de no retorno hacia una competición más potente en todos los aspectos y en la que los grandes clubes van a depositar todos sus esfuerzos. La futura ampliación a 18 y 20 equipos consolidará dicho crecimiento y generará un calendario que cada vez entrará más en conflico con las competiciones domésticas, obligando a reestructuraciones obligadas en dichas competiciones.