El día que Drazen salvó a la Cibona.
Todo se ha escrito ya sobre el genio de Sibenik en vida. Sus exhibiciones han quedado en la retina de aquellos que lo disfrutaron y sufrieron a partes iguales, y su historia se convirtió en leyenda. Drazen Petrovic nos abandonó. Se marchó demasiado pronto, y dejó un hueco en el mundo de la canasta que aún no se ha podido llenar.
Pero la historia de Drazen, por suerte, no ha acabado ahí. El sueño de aquel niño de Sibenik se mantiene vivo, y el mito crece.
Petrovic y la Cibona de Zagreb: idilio y despedida.
Petrovic levantaba orgulloso el título de campeón de Europa. Era 1986, y el yugoslavo ya tenía en su poder su segunda Copa de Europa. La primera, sólo un año antes. Y esta segunda, además, parecía saber mejor, al arrebatársela al mismísimo Arvydas Sabonis, en una final jugada en Budapest que enfrentó a los dos mejores jugadores europeos del momento.
Sólo un año después, Drazen lograría la Recopa, de nuevo con la Cibona. Y un año más tarde, acabaría subcampeón de Korac. Por el camino, una liga de Yugoslavia y tres copas. Drazen era leyenda en Zagreb, sus gestos y sus puntos pasaron a ser instantáneas de un baloncesto inolvidable. Mas Petrovic puso rumbo a otra ciudad. Y su idilio con la Cibona Zagreb ponía su punto y final. Aunque bien esperaban ellos que fuese un punto y aparte.

Drazen Petrovic se marchó al Real Madrid. Allí, la famosa Recopa ante el Caserta, liderado por… Oscar Schmidt Becerra. Poco más se puede escribir sobre aquel partido, y todas las anécdotas han salido ya a la luz.
Y, para el recuerdo nacional, la llamada liga de Petrovic, que pasó a ser la aclamada liga de Neyro. Pero no se fue de vacío en cuanto a títulos nacionales: el genio de Sibenik volvería a sumar un trofeo copero a su palmarés.
Drazen ponía rumbo a la NBA. Y, resumiendo de forma rápida, fracasó, triunfó, y se convirtió en estrella. Y, de la estrella, a la leyenda.
Se iba. Se iba demasiado pronto. Como Fernando Martín, de la misma manera. Los dos iconos más representativos del Madrid que ganó la Recopa se iban en apenas cuatro años. El baloncesto se quedaba huérfano. Y desde Zagreb lloraban la pérdida de aquel que los llevó a lo más alto del baloncesto europeo. El que forjó la leyenda del equipo croata, y que mantiene vivo el recuerdo de lo que otrora significó.
Y Drazen volvió a la Cibona…
No podía ser. El baloncesto europeo sufría los golpes de una crisis económica devastadora, que dejaba las grandes inversiones para otro tiempo. Bologna (las dos), Benetton, ahora Siena, sufrían en Italia el duro golpe que significaba el adiós de cuatro equipos que dominaron la primera década del siglo XXI. La inversión de los grandes clubes europeos caía, y sólo unos pocos se mantenían o aumentaban su inversión.
En la antigua Yugoslavia, el panorama era desolador. El Partizan vivió una nueva era dorada, pero cayó en las fatales garras de la actual crisis, y ha perdido el dominio en su liga. Y, en Croacia, en la amada Croacia de Petrovic, la Cibona perdía su cetro eterno.
No sólo quedó en eso. La Cibona no podía subsistir. Los impagos estaban a la orden del día, y la huida de talentos croatas hacía mella en la planificación de cada temporada. Urgía una solución para los problemas económicos, para evitar la desaparición.
Y apareció un apellido muy familiar.

Aleksander hacía acto de presencia. El apellido Petrovic resonaba en los despachos de la Cibona, y la situación parecía adoptar un nuevo prisma. Se ha trabajado sobre la deuda del club. Se ha pedido ayuda al gobierno croata, que no ha dudado en aportar para salvar a un club que es leyenda.
Pero… ¿y Drazen? Drazen aún guardaba su última jugada con la Cibona. No anotaría él la canasta, pero asistiría a su hermano. Cambiaban los papeles de juego, y el hermano mayor de Drazen ayudaría al club donde ambos tocaron el cielo europeo.
La herencia de Drazen, el dinero del genio de Sibenik, que dejó a “Aza” Petrovic y a su madre, iban a ayudar a pagar la deuda de la Cibona de Zagreb.
La Cibona siempre dejó la puerta abierta al regreso de Drazen Petrovic. Y Drazen, el genio de Sibenik, volvió a casa. Para no marcharse más, regalando su última acción de valor para el club. Drazen no volverá a anotar en el pabellón que lleva su nombre, pero cada canasta que se anote, tendrán un aroma a aquella época dorada.