Al propio jugador debió de sorprenderle. Ustedes imagínense que una mañana acuden a un examen y vuelven a casa con una matrícula de honor bajo el brazo; o bien, piensen por un momento que salen una noche a tomar una cerveza y resulta que ligan con alguien que usted no se esperaba.
Algo así le ocurrió a San Emeterio en la noche de ayer. El cántabro simplemente lo bordó, con una actuación que será recordada muchos años. El Girona derrotó al Dijon francés por un aplastante 117-83 que le permite seguir invicto en la FIBA Cup. Pero todo ello, incluido el acceso del equipo catalán a la ronda de cuartos seguramente como primero de grupo, fue secundario en el encuentro disputado ayer en Fontajau. San Emeterio se fue hasta los 39 puntos, con un 10/11 en tiros de tres, algo espectacular que tardará en ser superado. Actuaciones como la suya de ayer glorifican un poco más, si es posible, este maravilloso deporte. En declaraciones posteriores, el ex del Baloncesto Valladolid afirmaba haberse sentido como Kobe Bryant el día que éste la armó frente a los Toronto Raptors, en Enero de 2006.
Y es que, salvando las distancias, anoche parecía que San Emeterio se había reencarnado en el genial jugador angelino. Uno tras otro, los triples entraban ante la sorpresa del propio jugador y la locura de las gradas. Desde sus asientos, los aficionados le aupaban a que tirase más y más
hasta que llegó a diez, sin fallo y Fontajau se vino abajo. Erró un último lanzamiento de tres, pero ya daba igual porque San Emeterio había conseguido lo que ni él mismo imaginaba antes del choque: brindar al basket una noche mágica, preciosa, inesperada.
Para que luego digan que la FIBA Cup es sosa.