Catorce años de dictadura vieron ayer su final cuando el Hapoel Holon alzó el título que le acreditaba como campeón de la Liga Israelí. De las últimas 38 ediciones, el Maccabi de Tel Aviv había ganado 37, lo que da muestra del dominio absoluto que ejercía sobre una competición en la que apenas cabían las sorpresas. Hasta ayer, claro.

Y es que la campaña del conjunto dirigido por Sherf ha tenido de todo. Desde una Final de la Euroliga hasta el batacazo de ayer, todo ello enmarcado en un año de excesiva inestabilidad. Sin embargo, lo mínimo que se le podía pedir al Maccabi era que cumpliese en su torneo local, que gana edición tras edición como quien se levanta de la cama todos los días.

Tampoco es que la supremacía del Maccabi esté en entredicho y lo más seguro es que este triunfo del Hapoel Holon sea una pequeño alto en el camino de los de Tel Aviv, que posiblemente encadenen otra racha de años triunfales. Pero para ello bien harían en aprender de lo ocurrido en estos días pasados.

El campeonato israelí se decide en una Final Four a la que acuden los cuatro mejores equipos de la Liga Regular. Pues bien, el Maccabi ya entró en ella avisando de que no estaba fino, puesto que terminó segundo en la tabla. Esa peligrosa tendencia la confirmó en el partido de semifinales, cuando realizó un lamentable encuentro que a punto estuvo de dejarle fuera de la final. Ya en ella, el Nokia Arena quedó silenciado cuando a falta de 2.6 segundos, Malik Dixon encestó un prodigioso lanzamiento que hará pensar mucho a los dirigentes amarillos de cara al futuro.