La RAE define la generosidad como la “inclinación o propensión del ánimo a anteponer el decoro a la utilidad y el interés”. Si algo caracteriza a Elvar Fridriksson (1’82/25 años) es el rechazo hacia la avaricia y a todo lo que esté relacionado con la individualidad. Es un ser generoso, dadivoso, excelente en su especie, con nobleza de ánimo. Prácticamente cualquier acepción que encontramos de este adjetivo puede ajustarse al base islandés que actualmente está demostrando su valía en el BC Siauliai, en la liga lituana.
Como debutante en su país natal en 2011 con tan solo 16 años, Fridriksson ya dejó muy buenas sensaciones, y su evolución siguió hasta 2014, año en el que se marchó a EEUU para seguir formándose. Allí coincidió con Martin Hermannson, actual jugador de Valencia Basket, en LIU Brooklyn. Después recaló en la Universidad de Barry, donde obtuvo un notable registro de pases a canasta. Su vuelta al viejo continente no fue la deseada: aterrizó en la segunda división francesa, pero fue cortado tras unos meses. Eso ocurrió en 2018, y el jugador nacido en 1994 decidió volver a casa, lucirse con Njardvik, el club que lo vio crecer y dar sus primeros pasos. De Islandia al Boras Basket y de Suecia a Lituania.
Y ahora, hablemos de sus cualidades como jugador. Se ha comentado que es un jugador generoso y lo reflejan las 7,3 asistencias que reparte por encuentro. Aunque, todo sea sicho, desde siempre ha sido un gran pasador; nihil novum sub sole para quien lo conozca. Tiene una muy buena visión de juego y se suele atrever a hacer las cosas. No es como aquellos jugadores que esperan a que algo ocurra, sino que Fridriksson hace que ocurra. Saca su varita de mago y casi siempre encuentra al compañero tras el pick&roll o el exterior abierto para que lance un triple liberado. Domina el bote, se desliza por la cancha con una agilidad propia de alguien que conoce el juego a la perfección. Eso sí, hablando de perfección, al jugador nórdico hay algo que se le puede recriminar, porque de tanta espectacularidad y de tanta magia que le quiere dar al juego, muchas veces se equivoca. Eso es lo que debe mejorar, pues todavía tiene margen para seguir progresando en las ligas europeas: sus 3,6 pérdidas por partido manchan una hoja estadística casi inmaculada (20 de valoración de media).
Pero si bien es cierto que su punto fuerte son las asistencias, no se está quedando atrás en anotación: 15,9 puntos por partido para alzarse hasta el puesto número cinco en la tabla de máximos anotadores. Y sí, ha jugado en Islandia, Suecia y Lituania, pero es que en cada liga -cada una de más nivel- va exhibiendo su inteligencia dentro de la pista. No le teme a nada.
Quizás ha sido suerte; quizá el azar le ha reunido con los interiores adecuados, pero enn cada equipo acaba encontrando a su Sancho Panza, su par indivisible. Todo lo que él necesita es un interior que le coloque un buen bloqueo para que de esa manera él pueda hacer poesía. Porque habéis de saber que es costumbre muy usada del caballero andante Elvar Fridriksson hacer gobernador de la zona a su escudero, como diría el manco de Lepanto.