Fue un romance de primavera, una de esas historias fugaces, con fecha de caducidad. Como esos novios que se conocen a final de curso y saben que irremediablemente el verano que está por llegar les va a separar, para siempre. Justin Hamilton llegó a Madrid, al Madrid, un día de abril de 2005. Sin hacer ruido. Nadie le conocía. Llegaba para completar las sesiones preparatorias, para ayudar en lo que pudiese, para suplir en la medida de lo posible las carencias que conllevaban los problemas físicos de Elmer Bennett y Louis Bullock. Jugaría, algo, posiblemente un partido, dos, no mucho más. El resto, duros entrenamientos. Por supuesto, casi nadie se imaginaba que estaría en el play off por el título. Boza quizá sí, por eso le fichó. Gustó su potencia física, su capacidad para entrar a canasta.

Sin embargo, en el primer partido en Alicante, agua. Mala actuación ¿quién será este que hemos fichado? se preguntaba gran parte de la afición blanca. Pocos días después, frente al Pamesa, partidazo del norteamericano, acciones espectaculares incluidas. Vistalegre aplaude, la gente se va a casa queriendo saber algo más de él. “Jugaba en el Iraklis ¿no?” “¿Pero no venía sólo para entrenar?” Convenció a Boza, que una decisión polémica borró de la lista de elegidos para el play off a Bennett y le inscribió a él. No decepcionó. Hamilton se convirtió en uno de los baluartes del título madridista. El MVP fue para Bullock, pero él también rayó a un altísimo nivel.

Se acabó el curso y el Madrid campeón, en una serie de decisiones que aún no se entienden, se desmantela. Hamilton, sí, uno de los héroes de aquella liga imposible, tampoco huía de la quema. A la calle. Muchos no lo comprendieron

Después de eso, mes de Julio de trabajo con los Spurs y fichaje por el Montepaschi Siena. El destino quiso que el cuadro italiano quedase encuadrado en el grupo del Madrid en la Euroliga. Aplausos en su regreso. Rumores de que el fichaje que reconduciría la nave madridista, por entonces, finales de 2005, un poco a la deriva sobre todo en ACB, era Justin Hamilton. Nada.

Cierra el año italiano. Su recuerdo se desvanece en la capital. “Sí, tuvimos un base con el que ganamos la liga”. “Sí, creo que también fue finalista de la NCAA”

Vuelo a Polonia y temporada 2006-07 de nuevo en Euroliga, en el Prokom. Pero los cantos de sirena de la ACB, donde triunfó en un corto espacio de tiempo, le hacen regresar a España y en febrero de 2007 ficha por el Pamesa. Otra vez el destino cruza a su nuevo equipo con el Madrid en el Play Off. Juega mal. No hay mucho rastro del jugador que fue, el que vistió la camiseta blanca dos años atrás. Algunos se preguntan si es el mismo. Sí, lo es.

Y ese mismo Justin Hamilton el que busca dejar de dar vueltas por el mundo. Se establece en Julio de 2007 en Bélgica, en Charleroi. Firma por el equipo de allí. Una temporada. Disputa la ULEB, gana el campeonato belga. Se siente importante, sabe que es una referencia en el juego. Renueva por otra campaña. De momento ya ha ganado la Supercopa

Hace ya más de tres años que abandonó Madrid. Cada vez está más difuminado en la memoria de los espectadores “Hubo una vez un base…”. Era Justin Hamilton.