Cinco partidos le han bastado a Juancho Hernangómez para conseguir lo que a otros les cuesta años de carrera, tener el respeto de compañeros y rivales. Cinco partidos en los que ha dejado una impronta de trabajo, energía y carácter que se han convertido en su seña de identidad.
El pequeño de los Hernangómez llegaba este verano por primera vez a la selección absoluta, tras su primer año más allá del charco en las filas de los Denver Nuggets, y con la ambición de demostrar toda su valía. Cinco partidos después, podemos decir que es una de las sensaciones del Eurobasket, se ha convertido en uno de los revulsivos del, al menos hasta ahora, mejor equipo de la competición, y lo ha hecho a base de demostraciones continuas de entrega, trabajo e ilusión. En España alucinamos, en Denver se frotan las manos y media Europa tiene la boca abierta; Juancho acaba de aterrizar, y lo ha hecho para quedarse.
UN JUGADOR HECHO A SÍ MISMO
Pero el camino de Juancho no ha sido un camino de rosas, nadie le ha puesto una alfombra roja para llegar a donde está ahora. Detrás de la luz que emana ahora hay mucho trabajo, mucho trabajo a oscuras, lejos de los focos y con una actitud realmente admirable.
Juancho es el prototipo de jugador del que los entrenadores no tardan en enamorarse, todo él positivismo y ganas de trabajar, quienes le conocen aseguran que es un tipo especial que no duda en poner su talento al servicio del trabajo, es lo que los americanos llaman un jugador coachable: siempre con ganas de mejorar, siempre con hambre y con ganas de seguir creciendo.
Y claro, todo ello repercute positivamente en su juego y en lo que demuestra en cada ocasión que pisa el parquet: ambición, ilusión y carácter. En el presente Eurobasket ya está siendo uno de los referentes de La Roja, es el segundo máximo anotador y promedia 11 puntos, 7 rebotes, 0.8 asistencias y 1.2 tapones por partido.
Su hermano Willy, en declaraciones a Marca, nos ponía sobre la pista “Muchos que no le conocían se están sorprendiendo por su juego. Los que le conocemos sabemos la ética de trabajo que tiene. No hay muchos jugadores que la tengan. Tiene una mentalidad que me recuerda a la de Ibaka, de no tener un día libre y de entrenar más que ninguno. Así lo ha demostrado este año. Ha pasado muchas horas en el gimnasio. Me acuerdo de jugar contra él en Denver, terminar el partido a las 12 y, como no había jugado mucho, quedarse hasta las tres de la mañana tirando. Ahora se ven los resultados”
UNA VITAMINA PARA EL EQUIPO
Ya en los partidos de preparación Juancho demostró estar preparado, su energía es contagiosa, su trabajo se inocula en el cerebro de los demás y el resultado es que, con él en cancha, el nivel de intensidad del equipo sube enteros, se ha convertido en una vitamina que hace mejores a los demás.
Scariolo no ha tardado en rendirse a su joven pupilo, asegurando que “Juancho tiene mucho talento y mucha energía. Me gusta mucho que esté insuflando esta energía en el resto. Al margen de las jugadas espectaculares que hace está constantemente con optimismo, positividad y entusiasmo, y eso siempre nos viene bien, sobre todo en partidos que pueden sonar un poco a rutina. Es bueno tener a un jugador que transmite esa energía”
Un primer vistazo a su juego basta para denotar que Juancho es un tipo con talento, con un físico privilegiado y con un hambre infinita por demostrar que quienes le criticaban por cruzar muy pronto el charco estaban equivocados.
Juancho se ha convertido en un catalizador de energía dispuesto a poner su talento al servicio del grupo, ha demostrado ser capaz de anotar, defender y aportar en todas las facetas del juego; incluso ha dejado muestras de su capacidad para decidir partidos y marcar la diferencia, todo ello con 21 años.
Juancho ya está aquí, su hambre y sus ganas ya nos han enamorado, pero lo mejor está aún por llegar.